Richard Dunwoody, del hipismo a una vida llena de fotografías
Como jockey pasó su carrera guiando a los caballos sobre los obstáculos más difíciles del mundo.
Pero esto —encontrarse en una zanja en una ciudad guatemalteca al lado de un niñito vestido con un raído traje de rodeo mientras sujeta las riendas de su poni ciego— es una misión totalmente diferente para Richard Dunwoody.
El niño es hijo de un ropavejero local que recolecta artículos de desecho y los vende a unos comerciantes. Dunwoody está allá para tomar fotos para The Brooke —una organización benéfica para animales de Reino Unido— como parte de su nueva carrera como fotógrafo.
Hay un mundo de diferencia respecto a hace 27 años, cuando irrumpió en la escena de las carreras de caballos a la edad de 22 montando a su caballo West Tip para alcanzar la victoria en la carrera Grand National de Gran Bretaña, una ardua prueba de salto a la que se considera en general como el evento más difícil y espectacular de su tipo.
Dunwoody, quien cumplió 50 años en enero, tal vez se haya bajado de la silla hace unos años pero las carreras de caballos siguen siendo su pasión e ideología en esta carrera relativamente reciente.
Su médico le recomendó que dejara las carreras por el riesgo que corría su cuello —que ya estaba muy dañado— si volvía a sufrir una caída grave.
"Es un poco como lo que mi amigo Tony McCoy (el 18 veces campeón con más de 4,000 victorias en su haber) suele decir: que hagas lo que hagas, si montas a un ganador, recuerdes que tal vez no vuelvas a montar uno", dijo Dunwoody a CNN.
"Es lo mismo para los fotógrafos. Tomas una buena imagen y luego vas con la siguiente. Creo que esa mentalidad sobre las carreras de caballos que tenía cuando montaba se traduce bien y actúa como un factor que impulsa la fotografía".
El camino que lleva de la silla de montar a la lente de la cámara no es muy transitado, pero la fotografía siempre ha sido una pasión para Dunwoody.
"En la escuela siempre estaba en el cuarto oscuro haciendo cosas como esa", recuerda sobre su juventud en Irlanda del Norte. "Luego, durante mi carrera, tuve muchos amigos fotógrafos del hipódromo y deportivos, así que mi interés creció en ese entonces".
Tras retirarse, empezó a dirigir unos recorridos a caballo para la empresa de viajes Wild Frontiers, gracias a lo que viajó por todo el mundo durante cinco o seis años.
Figuró en Strictly Come Dancing, un programa de televisión británico que dio origen al programa Bailando con las estrellas en todo el mundo. Caminó 1,600 kilómetros en 1,000 horas como acto de beneficencia y siguió los pasos del explorador Ernest Shackleton en una caminata de 48 horas para llegar al Polo Sur.
"Después de todo eso sentí que quería viajar más pero me pregunté qué me permitiría hacerlo", agrega. "Pensé que tomar fotografías podría ser una buena forma de combinar ambos".
Así, se inscribió a un curso de nueve meses en el Instituto Fotográfico Speos en París, que se especializa en fotoperiodismo; dice que "realmente me enseñó un montón".
Cuando se le pregunta si siempre ha tenido buen ojo, dice, riendo: "¡Yo no diría eso!".
Sin embargo, ha producido una cantidad digna de exposición de fotografías llamativas en sus múltiples viajes, especialmente su primera exposición para la organización de protección a animales The Brooke en enero.
La organización benéfica quiso resaltar su obra y la difícil situación de los animales que sufren al enviar a Dunwoody a algunos de los 10 países en los que desarrolla proyectos.
"Me sorprendió mucho lo bien que la recibieron", dice sobre la exposición.
"En realidad no sabes quién eres, nunca puedes medirte; es la forma en la que los demás reciben las imágenes. Simplemente doy tumbos por allí tratando de vivir de esto".
Uno de los viajes memorables fue el que hizo en octubre a Afganistán, en donde Dunwoody trabajó independientemente de la organización benéfica. "Siempre me sentí a salvo allá, pero uno nunca sabe", dice.
"Había un restaurante al que íbamos con relativa frecuencia mientras estuvimos allá; un bombardero suicida lo hizo estallar el mes pasado. Eso te hace pensar, ¿no? Es muy triste lo que ocurre allá, pero me encantó como país… es un lugar realmente fantástico".
Entre otras cosas ha cubierto el Derby de Mongolia —una agotadora carrera de caballos de 1,000 kilómetros —, ha viajado a los hornos para ladrillos de El Cairo para ver trabajar a los niños; a las canteras de pizarra de India, y visitó Antigua, una ciudad asentada en las tierras altas de Guatemala.
Tiene planeados más viajes fotográficos, especialmente uno a Japón para finales de este año; ansía regresar al Ártico y a la Antártida.
"Fui antes de hacer mi curso, pero es simplemente el lugar más hermoso para tomar fotografías", dice.
"Nos encontramos con un oso polar que tomé con mi pequeña cámara automática y las fotos salieron bien. Me gustaría regresar con el equipo adecuado".
Dunwoody, quien divide su tiempo entre Londres y España, en donde vive con su novia, aún no puede creer que se ha forjado gradualmente una segunda carrera a raíz de su pasión.
En cuanto a sus antiguos colegas, no tiene idea de qué piensen de sus fotografías. "Cuando los veo en realidad no hablamos de eso". Además, es demasiado modesto como para calificar sus propias fotografías.
"Estoy feliz con una o dos de mis fotografías, pero no me corresponde a mí decirlo, eso deben hacerlo los demás", dice Dunwoody, quien reconoce que es mejor para las tomas de acción. "Simplemente estoy muy agradecido de tener esta oportunidad y de los lugares a donde me lleva".
Entonces, ¿qué hace que una foto sea buena?
"He estado en conferencias de algunos de los fotógrafos más prominentes", dice. "Tiene que ser un buen momento, un momento decisivo, algo que te hace mirar dos veces porque allá afuera hay demasiadas imágenes. Es difícil obtener una de esas tomas que llaman la atención".
"De hecho, los fotógrafos trabajan más duro de lo que se reconoce, ciertamente de lo que yo solía reconocer. Tengo un respeto inmenso por los fotógrafos".
No obstante, ciertamente está contento con su nueva vida, en la que ha pasado de estar frente a la lente a estar detrás.
"Prefiero tomar fotos de caballos que montarlos", dice. "Ciertamente es el caso del Derby de Mongolia, en el que los caballos se encabritan y todo es un poco loco. Esto es más sensato".