La selección de Serbia, liderada por un genial Milos Teodosic, se clasificó este viernes para la final de la Copa del Mundo de baloncesto, en la que se enfrentará a Estados Unidos (el próximo domingo por la noche), al dominar a Francia por 85-90.
Si hubo un protagonista en los primeros veinte minutos ese fue Milos Teodosic. El base serbio hizo y deshizo a su antojo, dirigió, anotó, repartió asistencias (3) y, sobre todo, emocionó a los asistentes al Palacio de deportes madrileño con su calidad.
Los balcánicos llevaron la delantera en el marcador y en el juego con su verticalidad, fuerza y movimiento del balón en ataque. El primer cuarto finalizó con un 15-21 a su favor.
En ataque, Serbia apostó por la rapidez, la osadía, la valentía, por un juego directo, y sobre todo apostó por Teodosic, un genio con el balón en sus manos. No se equivocó, el marcador al descanso corroboró todo esto con un 32-46 que dejó entrever la puerta de acceso a la final.
En el tercer cuarto, los serbios comenzaron a jugar con la ventaja y el reloj, algo en lo que fueron unos auténticos maestros en la década de los noventa.
Durmieron el partido, controlando en todo momento el tiempo, intercambiando canastas e impidiendo a Francia el más mínimo resquicio para la reacción.
Con el marcador en un claro 46-61 al término de los primeros treinta minutos de juego, Serbia comenzó a tener ya un pie en la final.
El triple fue el protagonista casi absoluto de los últimos minutos, con Teodosic, Batum, Diaw y Heurtel como actores principales en una auténtica fiesta de efectividad y de baloncesto.
Serbia controló la ventaja, la administró con la precisión de un cirujano y ni los 35 puntos de Batum (17 en el último cuarto) pudieron impedir su victoria (85-90), su pase a la final y su regreso a la élite.