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¿Podrá el futbol salvar a Francia tras los ataques terroristas?

Las autoridades y los ciudadanos buscan en el deporte un alivio a la desintegración social que se vive tras los ataques terroristas de enero
vie 13 marzo 2015 10:24 AM

Nota del editor: Lindsay Sarah Krasnoff es historiadora del Departamento de Estado de Estados Unidos y autora del libro The Making of Les Bleus: Sport in France, 1958-2010.

(CNN) — Tras la masacre en las oficinas de la revista francesa Charlie Hebdo, la idea de liberté, égalité, fraternité podría parecer irremediablemente fracturada en Francia. Pero intenta decírselos a los miles de niños y adolescentes que juegan futbol en la región de Île-de-France durante toda la semana.

El futbol es uno de los ámbitos de la vida francesa en la que los principios fundamentales de la nación están vivitos y coleando.

Con una población de 12 millones de personas, la región de Île-de-France, también conocida como la región parisina, es más grande que algunos países europeos; en Châtenay-Malabry, un pueblo situado a 12 kilómetros al sur de París, la sección de futbol del club deportivo local, el ASCVM, es un hervidero de actividad.

Acepta jugadores jóvenes de todos los niveles en su academia de futbol y cuenta con varios equipos competitivos. Su membresía es diversa y refleja que el club se encuentra en una Zona Urbana Sensible (ZUS, por sus siglas en francés), una zona urbana designada como prioridad política para ayudar a aliviar las difíciles condiciones socioeconómicas. "Para nosotros, se trata de un niño y de una pelota", señala Marc Girard, presidente de la sección de futbol.

Algunas familias tienen dificultades para pagar la membresía por el desempleo de los padres. No obstante, el club hace todo lo posible por facilitar la participación de los jóvenes. Los aspirantes a futbolistas están allí para disfrutar del deporte, después de todo.

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También están allí para aprender. Además de capacitarlos técnicamente, el club inculca conceptos como la puntualidad, el respeto, el juego limpio y la tolerancia.

"Un club de futbol como el nuestro trabaja mucho en la educación y en el civismo", dijo Girard. "En francés, éducation también puede significar crianza".

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A lo largo del país, los clubes locales de futbol sirven en ambos sentidos. "Es cierto que tenemos una responsabilidad social", dijo Girard, refiriéndose a los clubes de futbol de la región parisina, que representan la liga más numerosa del país.

Como periodista de la cadena Canal + y presidente del grupo de estudios sobre el deporte Sport & Démocratie (del que también soy miembro), Sylvère-Henry Cissé conoce íntimamente este rol educativo.

"A través del futbol, el deporte es el tercer medio de socialización, después de la escuela y la familia", dijo.

También tiene potencial para inculcar valores como la democracia, el trabajo en equipo, el obedecer las reglas y el éxito con base en el mérito. "A veces es el segundo medio de socialización", agregó Cissé. "Cuando la familia no puede o no tiene el tiempo o los medios para participar en la socialización".

Cisé señaló que después de los ataques de enero , "de inmediato buscamos soluciones en el deporte, para entender en dónde había fallado". Pero el deporte no falló en la socialización de los tres jóvenes que cometieron las atrocidades, falló la sociedad. Después de todo, como enfatizó Cissé, "el deporte es solo un reflejo de la sociedad".

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Francia ha cambiado enormemente en los últimos 50 años, cambio que se refleja en el mundo del deporte. Siempre ha sido un destino para los inmigrantes.

Patrick Mignon, sociólogo del Instituto Nacional del Deporte de Francia (Institut National du Sport, d'Expertise, et de la Performance, INSEP), señaló que hasta la década de 1960, "Francia era una sociedad muy blanca". La mayoría de los inmigrantes provenían de todos los rincones de Europa y se asimilaron al parecer perfectamente al tejido social.

Sin embargo, la descolonización y las consecuencias de la Guerra de Argelia cambiaron la composición demográfica. Los norafricanos habían vivido en Francia desde hacía mucho, pero llegaron muchos más después de 1962, al igual que los africanos subsaharianos y los antillanos franceses. La mayoría buscaba oportunidades económicas. Francia ofrecía empleos mejor pagados y su trabajo impulsó a la próspera economía de la posguerra.

Luego llegó la crisis del petróleo de 1973 y con ella la inflación, el desempleo y la xenofobia. El racismo mostró su horrible rostro y la ultraderecha ascendente del Frente Nacional empezó a cuestionar quién, exactamente, era "francés".

Los recién llegados causaron consternación, al igual que los baby-boomers de la década de 1960. El desinterés de los jóvenes en el deporte agravó la crisis deportiva de la época, la falta de medallas y de victorias en las competencias internacionales.

Las políticas gubernamentales subsiguientes propiciaron una mayor participación en los deportes; en 1975 se promulgó la Ley Mazeaud, que determinaba que el deporte tenía un lugar (y recursos) en la cultura nacional. Desde entonces, el deporte es una herramienta cada vez más importante para la inserción social y el futbol marca la pauta.

Cissé opina que las intersecciones entre la asimilación y el futbol son personales. Su tío bisabuelo, Blaise Diagne, fue el primer representante negro africano electo para el Parlamento francés. El hijo de Diagne, Raoul, era un futbolista talentoso y muy admirado que jugaba en el Racing Club de París. Raoul fue el primer jugador negro de la selección nacional en 1931 y el público y la prensa le dieron la bienvenida.

Los Diagne triunfaron gracias a su talento, pero no fue fácil. Constantemente tuvieron que ser una vez y media o dos veces mejores que cualquier otra persona para demostrar que eran dignos. "Eso es agotador", dijo Cissé, "y después de un rato, es desalentador".

Ochenta años después, el deporte sigue siendo un ámbito en el que cualquiera puede participar. En todo el país, los niños de todos los estratos juegan juntos. Aprenden a ser los mejores sin importar el color de su piel, el origen de su familia o sus antecedentes religiosos. Ese fue el caso de Farid el Alagui, quien ahora juega para el club escocés Hibernian.

"Nunca sentí nada, ninguna diferencia en la forma en la que la gente me miraba", recuerda sobre su juventud en Marmande, cerca de Burdeos.

Sus padres emigraron de Marruecos a principios de la década de 1970. El Alagui creció cerca del estadio de futbol y jugó para el equipo local FC Marmande 47. Disfrutaba la camaradería y la sensación de comunidad que el futbol ofrecía cuando era joven, a principios de la década de 1990.

"Creo que ayuda mucho a que no estés solo y a que los demás no te excluyan", dijo.

El futbol sigue teniendo la misma importancia actualmente, pero la seducción constante del internet y de las redes sociales complica la situación. Algunos niños quedan socialmente aislados de sus compañeros entre más se involucran en el mundo de internet. El Alagui cree que el futbol es el antídoto a este aislamiento.

También sirve como lubricante social. "Compartir una pasión y un deporte definitivamente ayuda mucho a participar más en la sociedad", dijo.

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En Francia, el deporte más común es el futbol. "En el caso de todos los niños, la primera pelota que pateamos es una de futbol", añadió el Alagui. La mayoría de los atletas, sin importar a qué disciplina se dediquen, jugaron futbol cuando eran niños, incluso los basquetbolistas Nicolas Batum y Kévin Séraphin.

No obstante, la actitud cultural ante el deporte y ante el futbol en particular sigue siendo un problema.

Francia no tiene una cultura deportiva nacional como la de Reino Unido o la de Estados Unidos. Las élites culturales francesas y los líderes de opinión desdeñan tradicionalmente al futbol y lo consideran un deporte del proletariado.

En consecuencia, el discurso público tradicionalmente lo ha criticado, en particular cuando la selección nacional juega mal en las competencias internacionales.

Tal esnobismo podría estar relacionado con el legado del futbol, ya que fue el primer deporte que se profesionalizó a principios de la década de 1930.

La naturaleza mercenaria del deporte profesional irritó a un país que desde siempre se aferró al ideal olímpico del amateurismo.

Además, los hábitos viejos son difíciles de erradicar. De acuerdo con Christian Gourcuff, entrenador francés de la selección argelina, el futbol aún carece de respeto en Francia.

Se lograron avances cuando el país fue sede y campeón del Mundial de 1998 y creció la popularidad del deporte, especialmente entre los jóvenes.

"Los franceses se sentían muy orgullosos de este título", observó Gourcuff. Fue un punto de inflexión importante, aunque Gourcuff enfatizó que "los franceses no son conocedores del futbol, como los españoles o los italianos".

La experiencia de 1998 acrecentó la solidaridad nacional con el equipo Black-Blanc-Beur. El ex jugador y ex directivo del Paris Saint-Germain, Jean-Michel Moutier, opina que "el verdadero valor del deporte es que todos están allí gracias a su talento y a su trabajo".

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Los jugadores blancos, negros y árabes dieron vida a esa noción ese año. Los alabaron por ser una representación positiva de una Francia multiétnica y parecía que el deporte tenía mucho que enseñarle a la sociedad.

Desde entonces, la televisión y los medios de comunicación han impulsado la popularidad del deporte y han amplificado su presencia. El flujo de dinero de los patrocinadores, los contratos televisivos y los inversionistas extranjeros al futbol profesional han causado que ser futbolista sea atractivo para muchos jóvenes. Las carreras tradicionales como la medicina, el derecho y el servicio público palidecen a su lado.

La ruta a una carrera profesional en el futbol pasa por las academias juveniles de los clubes profesionales, que afirman que se concentran en los deportes, lo académico, la supervisión médica y el civismo. Hoy, estos centros formativos están llenos de aspirantes a futbolistas cuyos padres emigraron de África a Francia.

Para los niños, es una forma de alcanzar un sueño. Pero para su familia, el futbol es una forma de que sus hijos sobrevivan.

"Es mucho más difícil que asciendas socialmente a través del trabajo o los estudios" que por medio del deporte, dijo Mignon. Por eso, "el deporte es un medio para que la gente de origen inmigrante no solo se integre a la sociedad, sino que tenga algunas recompensas".

Si se tiene éxito, las ganancias serán a largo plazo. Sin embargo, Moutier no se anduvo por las ramas. "A menudo, [las academias] toman a los jóvenes demasiado jóvenes", dijo. El problema se presenta cuando el jugador no evoluciona bien, no logra un contrato profesional y lo despiden.

"Entonces está en una situación de fracaso y eso no es bueno para la sociedad", dijo Moutier. "El deporte necesita poner atención a sus valores auténticos".

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A pesar de su lado oscuro, el futbol sigue siendo uno de los medios más incluyentes y equitativos.

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De acuerdo con Moutier, esto se debe a que "todos necesitan de todos" para ganar. "Sinceramente no hay discriminación", dijo.

Gourcuf coincidió. "Francamente no hay [discriminación]", dijo. "Hay menos problemas de discriminación en el futbol que en la sociedad".

Esas afirmaciones de igualdad a veces se ponen a prueba.

El año pasado, el entrenador del Bordeaux, Willy Sagnol, recibió críticas por sus comentarios sobre los jugadores africanos, a quienes considera más poderosos pero menos disciplinados e inteligentes que otros.

El exseleccionado francés insistió en que habían malinterpretado sus palabras, que hablaba de la inteligencia en la cancha, no del coeficiente intelectuaI del jugador. Sus detractores disintieron y dijeron que sus comentarios habían sido insultantes.

El incidente ilustró que el futbol puede ser igualitario en la práctica, pero no en sus políticas.

Mignon señaló que "el problema no está a nivel de juego, sino a nivel de dirigencia del deporte". Actualmente hay muchos entrenadores de distintos estratos, pero la jerarquía del futbol sigue siendo dominio de los hombres blancos de mayor edad.

Una de las excepciones es Jamal Sandjak, presidente de la Liga de Futbol de París Île-de-France, cuya familia es originaria de Argelia.

El futbol no es único en este aspecto, pero el balonmano es una excepción ilustrativa. El equipo varonil nacional, Les Experts, ganó el Campeonato Mundial de la especialidad a finales de enero, victoria que ayudó al país a sanar.

A menudo se hace referencia al equipo como una buena representación de Francia, ya que la federación recluta talento en canteras diversas.

De acuerdo con Cissé, Didier Dinart, exjugador de balonmano originario de la isla de Reunión, está a punto de volverse el siguiente entrenador en jefe de Les Experts.

"Esta persona es un ejemplo", especialmente para los jóvenes, dijo Cissé. "Una persona francesa, sin importar si es blanca, negra o árabe, puede decir 'tengo un ejemplo que puedo seguir'".

Aunque el balonmano sea ejemplar, no tiene el mismo alcance que el futbol.

El Alagui enfatizó que es fácil jugar futbol aunque no se tengan recursos económicos. El futbol puede jugarse en la calle, no es necesario pertenecer a un club.

"Nunca he visto niños jugando balonmano por su cuenta en la calle", dijo.

" El futbol es líder ", coincidió Mignon. Como hay clubes en la mayoría de las ciudades y pueblos del país, "el futbol está en todas partes", señaló. Es más, como estos clubes aceptan a todos, "no necesitas tener clubes étnicos para promover los deportes", apuntó.

A finales de enero, el secretario del Deporte de Francia, Thierry Braillard, hizo un llamado a los clubes deportivos de todo el país. Les pidió que usaran su experiencia para ayudar a mejorar los lazos sociales tras los ataques.

En el caso de los clubes de futbol en particular, hay grandes esperanzas gracias a sus redes extensas y generalizadas y a su profunda participación en las comunidades más desfavorecidas del país.

El gobierno llamó al deporte a hacer un servicio nacional. El anuncio de las nuevas medidas para aliviar la descomposición social que quedó en evidencia en los ataques de enero incluyó un elemento de "ciudadanía deportiva".

El programa pretende que haya más oferta y acceso a las instalaciones deportivas en zonas marginadas. También exhorta a las federaciones deportivas a ayudar a entrenar a los ciudadanos, sus jóvenes atletas.

La esperanza es que el futbol, y los deportes en general, ayuden a las comunidades diversas de Francia a sentirse más incluidas, menos marginadas.

Como es musulmán francés, el Alagui está en posición de hablar de estas dificultades. "Amamos mucho a Francia y es un gran país para vivir", dijo.

"Francia y la gente francomusulmana [son] como una pareja mayor que olvidó que convivieron bien por muchos años. La comunicación entre ellos ha sido muy mala y ambas facciones se aferran a sus posturas. Una de las partes tiene que acercarse a la otra para reiniciar un diálogo constructivo".

Tras los ataques de enero, enfatizó, "es importante intentar y arreglárnoslas para encontrar una forma de volver a aprender a vivir juntos en Francia".

Pero ¿el futbol puede servir para esto?

"El deporte es solo un instrumento", recalcó Cissé. "El deporte se parece a la energía nuclear. Si se usa bien, generas electricidad.

Pero advirtió que "si se usa mal, fabricas bombas. Para que el deporte se use bien, es necesario que los entrenadores y los voluntarios que atienden a nuestros niños también tengan una buena formación".

Opinión: Los entrenadores agresivos son producto de una práctica heredada

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Lindsay Sarah Krasnoff.

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