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El futbol también llora la muerte de Eduardo Galeano y Günter Grass

Ambos escritores se nutrieron del popular deporte para dar al mundo obras literarias que trascendieron fronteras
jue 16 abril 2015 01:57 PM

El mundo perdió esta semana a dos grandes exponentes de las letras: al novelista y artista alemán Günter Grass, y al escritor y poeta uruguayo Eduardo Galeano. Pero también perdió a dos hombres cuyo amor por el futbol enriqueció su vida y su obra.

Tanto Grass como Galeano eran originarios de países en los que el futbol es más que el deporte nacional: es una pasión que trasciende las clases sociales, el género y las generaciones.

Cuando era niño, Galeano pasaba horas jugando en las calles de Montevideo, la capital de Uruguay, aunque después reconoció que era un caso perdido; Grass empezó a jugar ya de adulto en la banda izquierda. "Algunos de mis pases cruzados eran muy buenos", dijo años más tarde.

"Quería ser futbolista y me volví el mejor de los mejores, el número uno", escribió Galeano, "mejor que Maradona, mejor que Pelé e incluso mejor que Messi… pero solo por las noches, en mis sueños. Cuando despierto, me doy cuenta de que tengo piernas de madera y de que estoy condenado a ser escritor".

Galeano era aficionado del Nacional, uno de los principales equipos de Uruguay, cuyo sitio web se puso de luto por su muerte.

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La lealtad siempre fue importante para él: "en esta vida, un hombre puede cambiar de mujer, de partido político o de religión, pero no puede cambiar de equipo de futbol", escribió más tarde.

Grass apoyaba a un equipo menos glamoroso, el St. Pauli de Hamburgo. Cuenta la leyenda que una vez estaba en la cancha y dio una lectura para recaudar fondos para un equipo famoso por tener aficionados anticapitalistas .

Galeano escribió lo que es para muchos de los críticos uno de los libros más finos acerca del deporte: El futbol a sol y sombra, que se publicó en 1995. En el prólogo habla del deporte como "música en el cuerpo, fiesta de los ojos".

Lee: Luis Villoro: Por qué es importante el futbol

En un pasaje escribió sobre las horas posteriores a que un estadio se vacía al final de un partido importante.

"El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de ceniza después de la muerte del carnaval".

Por otro lado, Galeano se consideraba un mendigo en busca de un futbol intrincado, habilidoso; "voy por el mundo, sombrero en mano, y en los estadios suplico una linda jugadita por amor de Dios".

Hace poco, concibió lo que llamó la "teoría de Messi", un tributo al talento singular del delantero del Barcelona y la selección argentina. Aunque a menudo se dice que Diego Maradona tenía el balón atado al botín, Galeano propuso que Lionel Messi lo lleva escondido en el pie.

"Y eso científicamente es inexplicable, pero vos ves que lo persiguen siete, once, veintidós rivales para sacarle la pelota y no hay manera de sacársela. ¿Por qué? Porque la buscan afuera del pie, y está adentro".

"Nadie juega con tanto gusto como Messi", dijo Galeano al diario estadounidense The New York Times hace cuatro años. "Juega como un niño que disfruta del pasto, que juega por el placer de jugar y no por el deber de ganar".

Grass también tenía a sus favoritos, entre ellos el lánguido georgiano Alexander Iashvili, quien pasó gran parte de su carrera con equipos alemanes. "Luce tan bellamente melancólico, incluso cuando anota", dijo Grass al diario alemán Lübecker Nachrichten hace nueve años.

Políticamente, tanto Grass como Galeano eran hombres de izquierda (aunque en 2006 Grass reconoció que en su juventud lo alistaron en las Waffen SS, las fuerzas especiales de las SS nazis).

Grass escribía los discursos del canciller socialdemócrata Willy Brandt y era amigo de otro canciller, Gerhard Schroeder, quien había sido un buen futbolista. Galeano era un socialista apasionado: en su obra más importante critica la corrupción de América Latina por parte de las potencias extranjeras y los dictadores (los gobernadores militares de Uruguay lo encarcelaron en la década de 1970).

Galeano detestaba la "corporatización" del futbol y del dinero que está detrás.

Cuando hablaba del jugador moderno, se quejaba: "los empresarios lo compran, lo venden, lo prestan; y él se deja llevar a cambio de la promesa de más fama y dinero". Excepto Messi, claro está.

Grass estaba de acuerdo con él y dijo a un diario alemán en 2006: "Me parece que la comercialización del futbol es terrible. Ya no hay competencia leal ni en la primera ni en la segunda división de Alemania".

Grass también criticaba la forma en la que la FIFA, el órgano rector del futbol, dirige el deporte. "Se ha asegurado de que el futbol ya no sea un deporte para el pueblo, sino meramente un gran negocio".

Grass escribió mucho menos sobre futbol que Galeano, pero lo usó como símbolo de la lucha de Alemania con la identidad en la posguerra.

Un punto de inflexión para él y para muchos de sus compatriotas fue la final del Mundial de 1954, en la que Alemania Occidental derrotó 3-2 al gran favorito, Hungría, y levantó el ansiado trofeo por primera vez. Fue motivo de una rara celebración en un país que aún estaba en shock por el nazismo y la guerra.

"Qué habría pasado con el futbol alemán", pregunta uno de los personajes que Grass creó, si no se hubiera anulado el tardío gol de Hungría "y una vez más hubiéramos dejado la cancha derrotados, en vez de campeones del mundo…".

Veinte años más tarde, Grass usó el primer (y único) partido oficial entre las dos selecciones alemanas, en el Mundial de 1974, para hacer comentarios sobre sus respectivos sistemas políticos y se preguntó maliciosamente a quién le habría ido un espía que trabajaba para Alemania Oriental, al que habían atrapado en el oeste hacía poco.

"¿A quién le voy? ¿A quién apoyaría?", se pregunta el espía desde su celda, "mientras reacciona hasta a las decisiones del árbitro uruguayo con comentarios tendenciosos, favoreciendo ahora a una, ahora a la otra Alemania".

Grass y Galeano no han sido los únicos gigantes literarios del siglo pasado que han dejado la pluma para ver un partido de futbol. Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez y Albert Camus también eran aficionados, por nombrar solo a tres.

Entonces, ¿cómo es posible que un balón y cuatro palos moldeen a una gran mente?

La última palabra la tiene Camus, excelente portero además de notable existencialista: "todo lo que sé con más certeza acerca de la moralidad y de las obligaciones del hombre, se lo debo al futbol".

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