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Inversión en ecología y bienes raíces

El fraccionamiento "Los Guayabos", es un refugio construido sólo con materiales naturales; para quien quiera vivir la experiencia "verde", hay terrenos en venta y también casas en alquil
vie 14 septiembre 2007 03:17 PM
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El fraccionamiento se ha conservado por 25 años. (Tonatiuh F

Traspasar el viejo portón de madera de Los Guayabos, un fraccionamiento ecológico en las afueras de Guadalajara, es como entrar a otro mundo. La colonia no se parece a ningún fraccionamiento bautizado como ‘ecológico’. Las cincuenta y tantas casas, construidas con materiales naturales, como adobe, madera, cantera, piedra, están diseminadas en el extenso terreno lleno de pinos, encinos y uno que otro guayabo, por lo que es difícil ver más de una casa de un solo golpe de vista. El terreno es plano, pero cuenta con algunos desniveles y  una pequeña barranca por la que corre, en tiempos de lluvias, un arroyo.

Los Guayabos está en el municipio de Zapopan, a seis kilómetros del Periférico tapatío y junto al Bosque del Nixticull. Es una de las primeras colonias totalmente bardeadas y con acceso controlado en la ciudad, y no por razones de seguridad, sino para preservar el ambiente.

No es un fraccionamiento más. Tampoco es un grupo de amigos que se juntó para pasarla bien, un grupo religioso o una comuna de hippies. Sus habitantes se definen en su página web (www.losguayabos.org) como una comunidad ecológica que “integra las modernas ventajas y tecnologías de la ciudad con las bondades naturales del campo”. Por esta razón, 50 familias conviven en este espacio de 13 hectáreas en el que han edificado desde hace más de 25 años un proyecto de vida ecológico.

Sus orígenes se ubican en los años 80 del siglo pasado. El arquitecto Miguel Aldana Martínez y su esposa Marucha de la Peña no encontraron un sitio que les gustara para vivir como ellos querían. Inspirados en experiencias comunitarias en India y los kibutz israelitas, compraron 13 hectáreas de terreno rural e invitaron a varios amigos que pensaban como ellos para construir su proyecto de vida comunitaria. “No había alternativa en la ciudad para vivir con esta idea”, recuerda Aldana Martínez, que actualmente ronda los 60 años y tiene una larga barba blanca que lo hace ver como un auténtico patriarca fundador.

A diferencia de las comunas hippies en Estados Unidos, que rechazaban los adelantos tecnológicos, los creadores de Los Guayabos pensaban que podía combinarse un entorno ecológico responsable con un estilo de vida comunitario y con el uso de los recursos tecnológicos disponibles. Al principio no tenían luz ni agua potable, pero con el tiempo y mucho trabajo comunitario pudieron ‘colonizar’ el territorio que, en este caso, significa, además de luz, agua y teléfono, también grandes árboles, plantas diversas y conservación de la fauna.

En los planes iniciales consideraron dedicar sólo la tercera parte de las 13 hectáreas de su superficie total a la zona habitacional. El resto (67%) está destinado a la conservación del espacio natural. “Nuestro reglamento de construcción establece que sólo se pueden construir viviendas en una tercera parte de la zona habitacional para mantener el máximo de una persona por cada 100 metros cuadrados de área privativa”, explican Javier Rivera y Consuelo Márquez, quienes se encargan de la atención a visitantes en Los Guayabos. Aquí se cumple sobradamente la norma. En el fraccionamiento viven 220 personas, de Alemania, Argentina, Canadá, Francia, Estados Unidos, Uruguay y Suiza, además de México.

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Un sueño en construcción
El proyecto original era mucho más ambicioso. La idea era fundar una comunidad que respetara el ambiente, autosustentable en lo económico y que promoviera relaciones humanas basadas en el apoyo mutuo más que en la competencia. Antes de crear Los Guayabos, Aldana, De la Peña y otros de los pioneros se reunían en una casona de Guadalajara para hacer pruebas de vida comunitaria. Conocieron la experiencia de Los Horcones –comunidad de Hermosillo organizada según el modelo Walden Dos– y establecieron un sistema de intercambio basado en horas de trabajo y no en el precio de sus habilidades en el mercado laboral ‘afuera’.

C0nsideraron que el patrimonio colectivo podría ser la base para actividades económicas para los guayabenses. Algunos se dedicaron a la apicultura, otros establecieron un vivero y otros más están experimentando con la lombricultura. “En este tiempo ha cambiado la composición del grupo –cuenta Aldana–, unos se van, otros llegan y a veces como que ya no tenemos ánimo, pero luego renace la esperanza y seguimos adelante. Queremos llegar al ideal de que la mayor parte de los guayabenses tengan proyectos económicos internos que les generen recursos para vivir”.

La vida comunitaria es esencial para los guayabenses. Aunque la mayor parte de sus pobladores adultos salen todos los días a la ciudad para trabajar, hay en la colonia diversos servicios en las áreas comunes, como canchas deportivas, alberca, biblioteca, auditorio de usos múltiples, caballerizas, anfiteatro al aire libre y área para temascal. También es fundamental la participación de los colonos en las frecuentes reuniones para discutir y decidir los temas en común. La máxima autoridad es la asamblea, que se reúne anualmente, pero lo que hace funcionar a esta comunidad son las comisiones de trabajo. Hay de construcción, ecología, proyectos, relaciones públicas y una administración colegiada que se hace cargo de los aspectos legales.

Cada dueño es propietario de un porcentaje del total de la colonia. Por ejemplo, un terreno de 800 metros cuadrados de área privativa (para vivienda) implica también la propiedad de aproximadamente el doble para áreas comunes.

Vivir en Los Guayabos no es tan caro como pudiera pensarse. Hay algunos terrenos a la venta –de particulares– y el precio anda por los 1,000 pesos el metro cuadrado; sólo se pagan los metros adquiridos para el área privativa y el resto (dos tantos más) son de las áreas comunes y la conservación del entorno natural. Para la construcción se usan materiales naturales. Hay una decena de casas en renta para los que quieran vivir la experiencia verde en Los Guayabos, pero no estén muy convencidos o no dispongan del capital para construir. En promedio, una casa de dos plantas con dos o tres recámaras con baños, cocina, sala y comedor, todo en 200 metros cuadrados de construcción, puede costar entre 8,000 o 10,000 pesos de renta, que incluye cuota de mantenimiento. En el sitio www.losguayabos.com hay información sobre viviendas disponibles.

A los guayabenses les preocupa que el crecimiento de la ciudad y la insensibilidad ecológica de los constructores de vivienda lleguen a amenazar el entorno exterior de Los Guayabos; “estamos luchando por conseguir que el bosque junto a nosotros se declare como territorio protegido”, dice Consuelo. Por su parte, Marucha se pregunta si tendrán que mudarse más lejos, “porque esta forma de vida no la cambio por nada”.

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