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EU: los recortes federales y su economía

Expertos advierten que detener el gasto gubernamental con el crecimiento estancado es un gran error; sin embargo, el especialista en presupuesto Shawn Tully ofrece otros puntos de vista sobre el tema.
mar 09 agosto 2011 06:00 AM
El argumento keynesiano de que el gasto gubernamental menor automáticamente frena el crecimiento del PIB, por ahora está lejos de ser un hecho.  (Foto: Photos to Go)
dólar PTG (Foto: Photos to Go)

El Congreso apenas escapó a un desastre de deuda la semana pasada, pero no se puso de acuerdo en suficientes recortes para satisfacer a Standard & Poor's, que degradó la deuda nacional de Estados Unidos después del acuerdo de 2.1 billones de dólares en recortes propuestos, quedando por debajo de los 4 billones de dólares que la agencia calificadora sintió necesarios para garantizar una calificación AAA. Aún así, es el inicio de un cambio muy necesario hacia la austeridad fiscal, pero los economistas y expertos advierten que frenar el gasto gubernamental ahora, con el crecimiento estancado, es un gran error. Es totalmente obvio por matemáticas económicas puras, dicen, que las descargas federales menores hundirán al PIB.

Los estadounidenses han escuchado este argumento por parte del columnista Paul Krugman , del diario The New York Times; de su colega de Princeton, Alan Blinder y del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, quien recientemente advirtió que las reducciones severas y veloces en las entregas gubernamentales podrían ser aniquiladoras para el crecimiento y para el trabajo. Quienes apoyan al presidente Obama -incluyendo a Howard Fineman, del Huffington Post- temen que cuando los recortes entren en vigor en 2012, el freno que produzcan inevitablemente podría poner en riesgo los prospectos de reelección del presidente.

Pero el argumento keynesiano de que el gasto gubernamental menor automáticamente frena el crecimiento del PIB, por ahora está lejos de ser un hecho.

Varias eminencias en economía, desde Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, hasta Allan Meltzer, de Carnegie Mellon, tienen una postura completamente distinta. Y el fracaso total del ‘estímulo' de 862,000 millones de dólares para producir una recuperación fuerte debería hacer que los estadounidenses escuchen con cuidado la visión de que un mayor gasto hizo poco o nada para elevar el PIB en los últimos dos años, y reducirlo no haría nada para frenar la expansión futura.

"Hemos estado llevando a cabo un experimento enorme y muy costoso desde hace tres años. Aunque el estímulo parece no haber producido ninguno de los efectos que predijeron sus defensores keynesianos, siguen tan firmes como siempre sobre sus prescripciones de políticas. Y cada vez más estudiosos y ciudadanos parecen estar creyendo estos argumentos. Uno se pregunta qué evidencia podría hacer que la gente cuestione la conclusión de que un mayor gasto gubernamental mejorará las condiciones económicas", dice Kenneth French, profesor en la facultad de negocios Tuck en Dartmouth.

De hecho, el exceso de confianza persistente de los keynesianos es importante por dos razones: la primera está en los malos resultados del plan de estímulo. La segunda es que aunque Keynes recomendó un gasto temporalmente más alto y déficits para salir de una recesión, nunca defendió los altos incrementos en entregas gubernamentales por encima de los enormes déficits estructurales de presupuesto.

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Es de suma importancia comprender la lógica detrás del argumento de "gasto igual a crecimiento". El PIB tiene cuatro componentes: gasto del consumidor: inversión privada, entregas gubernamentales y el exceso -o déficit- de exportaciones sobre importaciones.

Los keynesianos creen en algo llamado "el efecto multiplicador". Afirman que cada dólar que el Gobierno toma prestado y gasta, aumenta el PIB de una forma superior a como lo haría en la ausencia de préstamos y gastos nuevos.

Por ejemplo, si las nuevas entregas aumentan en 1 billón de dólares, y el efecto multiplicador es 1.2 (los defensores, incluyendo a la administración, juran que el múltiplo está por encima de 1), el PIB aumentará en 1.2 billones de dólares extra. En este escenario, los estadounidenses pueden tener más maestros, más subsidios para energía solar y más puentes sin sacrificar un centavo en inversiones corporativas o gasto del consumidor.

Mover el dinero

Pero estas matemáticas podrían ser un desastre. Definitivamente no suena correcto. En la física, la energía no puede ser ni creada ni destruida, simplemente cambia de forma. ¿Es realmente posible que el Gobierno genere dinero que de otra forma no existiría, si no fuera pidiéndolo prestado y gastándolo?

Los escépticos del estímulo aparecen en dos categorías: a la primera la consideramos ‘los rudos'. Entre ellos se encuentra Fama, uno de los economistas financieros más influyentes de los últimos 50 años, y su colega de la Universidad de Chicago,  John Cochrane, un macroeconomista prominente. Fama y Cochrane alegan, esencialmente, que el multiplicador no existe, y con estas cuentas, cada dólar en el gasto gubernamental debe reducir otra parte del PIB en una cantidad igual, lo que da como resultado un lavado.

"El dinero que prestas al Gobierno debe provenir de algún lugar. El estímulo solamente mueve el mismo dinero", dice Cochrane.

‘Los rudos' alegan que si los estadounidenses compran bonos gubernamentales, su propio gasto y ahorros caerán en cantidades iguales.

Lo que el Gobierno derrocha en subsidios a los estados o en trenes de alta velocidad está precisamente deducido por un menor gasto en autos o grúas. Cochrane enfatiza que los ahorros están completamente gastados. Fluyen en las inversiones corporativas en plantas o talleres, o para contratar a nuevos empleados. La transferencia de ahorros que podrían ser gastados en inversiones privadas para el Gobierno para gastar en sueldos y subsidios, no tiene ningún impacto en la producción.

¿Y si el Gobierno tomara prestado dinero del extranjero? Es la misma historia, según ‘los rudos'. Si los japoneses compran nuestros bonos, nosotros usaríamos su yen para comprar más semiconductores japoneses u otros productos japoneses -aumentando las importaciones- y reduciendo el PIB al mismo tiempo que se supone que el dinero prestado debería estar elevando el crecimiento. De hecho, ‘los rudos' sostienen que el gasto gubernamental no aumenta el PIB del todo, ni siquiera a corto plazo. El segundo grupo de economistas, a los que llamamos ‘halcones de productividad', aceptan que la toma de préstamo y entrega mayor podría aumentar el crecimiento temporalmente, pero afirman que el bache inmediato en la producción es mucho más débil de lo que suponen sus defensores, y los efectos a largo plazo de los préstamos y el gasto grande son extremadamente dañinos.

Tanto Robert Lucas, ganador del Premio Nobel de la Universidad de Chicago, como Robert Barro, de Harvard, desacreditan el poder del efecto multiplicador, y menosprecian la carga que imponen los préstamos en el crecimiento a futuro. Lucas dice que el estímulo y el efecto multiplicador se vendieron en exceso. "Alemania y Gran Bretaña están recortando el gasto, y lo están haciendo mejor que nosotros".

Otro escéptico prominente es Meltzer. Para este monetarista distinguido, la dependencia en el gasto está llevando a Estados Unidos en la dirección equivocada, aumentando el consumo cuando deberíamos de estar ahorrando más e invirtiendo esos ahorros en nuevas plantas y sistemas de logística.

"La toma de préstamos reduce los tipos productivos de gasto en el equipo esencial que Estados Unidos necesita ahora. Necesitamos aumentar nuestra competitividad y volvernos una economía guiada por las exportaciones y dirigida por ahorros e inversión más que por préstamos y consumo", dice Meltzer.  

Los escépticos son un grupo impresionante, y merecen un lugar prominente en este debate. Si estas personas no lo entienden, como afirman los defensores del gasto, ¿por qué todo el gasto no ha generado un mejor crecimiento y más empleos? Es muy probable que a los estadounidenses se les haya vendido un mito, y ahora sus campeones están vendiendo otro mito.   

*Shawn Tully escribe artículos de fondo para Fortune desde 1980. Se especializa en el sector bancario, presupuesto federal y el gasto.

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