Los economistas estrenan código de ética

Los profesionistas de EU deberán adoptar normativas para evitar futuros conflictos de interés; sin embargo, el código no será garante a la hora de predecir desastres financieros.
lehman brothers (Foto: AP)

Desde

, la imagen del noble economista dedicado a resolver los problemas del mundo dio un giro de 360 grados. Por ello, el mes pasado, la American Economic Association (AEA), la organización de economistas más grande del planeta, adoptó normativas para la regulación de los conflictos de intereses. Esta medida se debió, en parte, a las críticas dirigidas contra ellos, quienes no sólo no pudieron predecir la crisis financiera, sino que tal vez también contribuyeron a su formación. Muchos en la profesión, aparte de su labor académica, suelen ejercer como consultores de compañías, gobiernos y otros grupos ajenos al claustro. Parece algo inocuo, pero esas relaciones (con frecuencia lucrativas y algunas veces ocultas) pueden volverse problemáticas cuando estos profesionales recomiendan políticas que favorecen los intereses particulares de sus clientes a costa de la economía en su conjunto.

Esto fue sugerido en el documental ‘Inside Job', que denunciaba los vínculos entre prominentes economistas y compañías que después colapsaron durante la crisis financiera. Bajo las nuevas regulaciones de la AEA, los profesionistas deben dar a conocer sus nexos financieros y otros potenciales conflictos de interés en documentos publicados en revistas académicas.

La disposición puede, en efecto, recuperar parte de la fe perdida en la profesión, pero en realidad no va a la raíz del problema. Esto es, evitar los conflictos de interés en primer lugar, opina George DeMartino, profesor de la Universidad de Denver y autor del libro ‘The Economist's Oath: On the need for and content of professional economic ethics' (El juramento del economista: sobre la necesidad de una deontología profesional en el campo de la economía).

"El problema es añejo", explica DeMartino, agregando que la preocupación surge desde 1920, cuando los economistas académicos percibían ingresos de intereses externos, en especial de la industria de los servicios públicos. De Martino advierte que el tema se volvió tan acuciante que la Asociación Americana de Profesores Universitarios, una entidad conformada por académicos y docentes, creó un comité para investigar el problema. Y sugirió un código de ética relacionado con los fondos provenientes de la industria privada, pero la AEA nunca retomó la cuestión.

Y al parecer, poco ha cambiado con los años. En 2010, un estudio demostró que un grupo de economistas asesores de la ley Dodd-Frank, que

l, raras veces revelaban sus afiliaciones en su trabajo académico. El estudio, elaborado por el Political Economy Research Institute de la Universidad de Massachusetts en Amherst, descubrió que los economistas detrás del Informe Squam Lake, que sugería una serie de reformas regulatorias para el sector financiero, sólo mencionaban sus afiliaciones con negocios externos el 2.3% de las veces. En las apariciones en los medios, sólo divulgaron sus afiliaciones el 28% de las veces. Y los que se mostraron más transparentes al respecto, únicamente desvelaron sus afiliaciones el 71% de las veces.

Pero para ser justos, los economistas no merecen toda esa mala reputación.  El campo de la economía es útil, pero es también una ciencia imperfecta, y con los años el público espera cada vez más de ella para

que son extraordinariamente difíciles de predecir.

Los economistas por lo general predicen la conducta de las empresas basándose en un conjunto específico de condiciones, como costos de materiales, costos de trabajo y factores similares. Pero

cómo se comportará esa misma firma cuando incluyes en la ecuación todo tipo de reacciones psicológicas y emocionales. 

No es que la profesión no lo reconozca. Como lo dijo un economista y columnista del New York Times: "Como yo lo veo, la profesión económica se extravió porque los economistas, como grupo, confundieron la belleza, revestida de matemáticas de apariencia impresionante, con la verdad".

Por tanto, incluso si la AEA adopta un comprensivo código de ética (que es necesario y mejorará la profesión), ello no siempre se traducirá en que los economistas hagan un mejor trabajo a la hora de predecir desastres inminentes. Y eso es algo que el público espera cada vez más.