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‘Súper impuestos’: cuestión de justicia

Las altas tasas para los ricos son una declaración política sobre equidad, opina Joseph Thorndike; pero la tributación progresiva, agrega el columnista, puede alentar la evasión y ser adversa.
lun 01 octubre 2012 01:25 PM
Fitch reconoció en un comunicado que el triunfo de Hollande representaba un cambio importante en el liderazgo de Francia y de Europa. (Foto: AP)
Francois Hollande (Foto: AP)

El presidente socialista francés François Hollande es la comidilla de Europa por su propuesta de aplicar una tasa impositiva del 75% sobre los ingresos individuales superiores a un millón de euros . Cuando se promulgue, la nueva tasa catapultaría a Francia a la cabeza de los países con impuestos elevados.

Hollande ha defendido la nueva tasa como parte de su esfuerzo para reducir el déficit presupuestario de Francia. Pero el nuevo "súper impuesto" busca algo más que recaudar dinero. También está diseñado para enviar un mensaje. "Es simbólico", ha dicho Hollande. "Dará ejemplo".

De hecho, esa es la naturaleza esencial de las tasas muy altas para las personas muy ricas. Realmente no consisten tanto en la recaudación de dinero, aunque a veces pueden lograrlo muy bien. Más bien, están diseñadas para hacer una declaración política sobre la equidad y la justicia económica.

En Washington, por supuesto, el debate se centra en si debe elevarse la tasa máxima a un nivel un poco más modesto -apenas por encima de la mitad del porcentaje que están discutiendo en Francia- de 35% a 39.6%.

En cambio, muchos países tienen tasas tributarias superiores que rondan entre el 50% y 55%, incluyendo Austria, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Japón y Suecia. La tasa más alta del mundo se impone en la soleada Aruba, donde las personas que ganan más de 171,000 dólares afrontan una tasa máxima de 58.95%, según los datos recopilados por KPMG.

Con todo, esa presión fiscal está muy lejos del 75% de Hollande. Pero la historia de Estados Unidos ofrece un precedente para Hollande y otros partidarios de los "súper impuestos" a los ricos. Estados Unidos tenía una tasa máxima de 70% en fecha tan reciente como 1980.

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En una célebre decisión, el presidente Reagan convenció al Congreso de reducir esa tasa (y otras) de forma dramática. Las altas tasas eran un lastre para la economía y un obstáculo para la prosperidad, argumentó el mandatario. Para el final del segundo mandato de Reagan, la economía estaba en auge y la tasa máxima era de sólo 28%. ¿Coincidencia?

Bueno, sí, al menos de acuerdo a los partidarios de aumentar los impuestos a los ricos. Ellos aluden a la década de 1950, cuando las tasas eran tan altas como el 90% y el crecimiento económico era sólido. El presidente Eisenhower era un auténtico halcón del presupuesto, y convenció a sus colegas del Partido Republicano para ceder y aceptar altas tasas impositivas como una necesidad fiscal.

Entonces, las tasas tributarias altas son buenas para el país, al menos de cara a los déficit, ¿cierto?

No exactamente. La mayoría de los economistas en la década de 1950 pensaban que las tasas elevadas eran profundamente perjudiciales. Claro, las personas ricas seguirían trabajando pese a las tasas elevadas, pero no con tanto ahínco. En su lugar, centrarían sus esfuerzos en encontrar la manera de evitar las altas tasas impositivas.

Peor aún, las altas tasas hacían que el público fuera más tolerante a la evasión fiscal y alentaban a los legisladores a promulgar más lagunas fiscales.

Hoy en día, nadie está abogando por volver a las tasas de 90% de la era de Eisenhower. Y la gente razonable puede discrepar sobre el techo donde los efectos negativos de las altas tasas realmente comienzan a aparecer. ¿Es en un 40%, un 50%, un 75%?

No hay una respuesta fácil ni definitiva, aunque algunas investigaciones recientes elaboradas por economistas de mentalidad progresiva sugieren que el número podría estar, sorprendentemente, cerca del 75% de Hollande.

En última instancia, sin embargo, este tipo de estudios son irrelevantes, por lo menos en términos políticos.

El argumento a favor de elevar las tasas impositivas a los ricos nunca ha gravitado realmente alrededor de los ingresos o incentivos fiscales, o incluso del crecimiento. Se basa en la equidad, así de simple.

Los entusiastas de "exprimir a los ricos" están felices de aceptar estudios que apoyan su agenda política. Pero parece justo decir que todavía favorecerían los "súper impuestos" incluso si éstos ralentizaran el crecimiento.

Ciertamente esa ha sido la lección de la historia estadounidense. Incluso los economistas que elaboraron el ‘New Deal' de Franklin D. Roosevelt en la década de 1930 entendieron que las grandes alzas impositivas a los ricos tenían un precio. Pero, en general, también creían que dichas tasas eran necesarias , políticamente si es que no fiscalmente.

Al final, esas altas tasas bajaron. Pero tuvo que pasar mucho tiempo, y el daño causado por esas tasas jugó un papel clave en la configuración del renacimiento del partido conservador en la década de 1970. A finales de 1960, los republicanos estaban dispuestos a desafiar ese sistema, y ​​el nuevo partido republicano se montó en una ola anti-impuestos que lo llevó al poder.

Así que si buscas las raíces de la moderna política contra los impuestos, puedes empezar con las tasas impositivas progresivas de la década de 1930. Exprimir a los ricos puede parecer una buena idea, especialmente cuando los tiempos son difíciles. Pero es una agenda peligrosa, al menos para los amantes de la tributación progresiva.

Joseph J. Thorndike es editor colaborador de Tax Analysts y columnista de la revista Tax Notes. Su nuevo libro, "The Fair Share: Taxing the Rich in the Age of FDR", será publicado a finales de este año por el Urban Institute Press.

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