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China, lecciones de la desaceleración

El país abandonó paulatinamente su idea de crecer a cualquier costo, frente a otros beneficios; el Gobierno chino parece cómodo con un crecimiento de 7% este año, menor a la estimación oficial.
mié 17 julio 2013 06:03 AM
China podría soportar un crecimiento anual del PIB de 2% mientras mantenga un buen nivel de empleo. (Foto: Reuters)
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Para China 2013 se está convirtiendo en el año de la reducción creíble de la meta de crecimiento del PIB. A principios de año, el viejo estándar de 8% fue recortado a una estimación oficial de 7.5% por el Consejo de Estado de China. La semana pasada, el ministro de Finanzas, Lou Jiwei, la cambió a 7% y dijo que era posible una cifra aún menor.

La desaceleración de China es real, pero relativa. Aunque el presidente Xi Jinping ha dicho a los funcionarios de China que se preocupen menos por el PIB y más por la calidad de vida, los inversores siguen enfocándose en el indicador aproximado. La meta oficial de un aumento del 7.5% ya sería el crecimiento más lento de China desde 1990. La aceptación oficial de una cifra más baja indica que la vieja creencia popular -de que cualquier cosa por debajo del 8% coloca a China en riesgo de un aumento del desempleo y del malestar social- ha sido descartada.

Para los observadores de China, un crecimiento del 6% suena extraño. No fue hace tanto tiempo que los dos dígitos eran normales. Pero, bajo los estándares de los demás países de mediano ingreso, China todavía está desempeñándose excepcionalmente bien. El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé un crecimiento del PIB del 3% este año, tanto en América Latina como en Oriente Medio.

Esto tiene tres causas. En primer lugar, la demanda por las exportaciones de China se está desacelerando. La disminución de 3% en junio es especialmente débil, pero el aumento promedio durante los últimos doce meses es la tasa más baja desde principios de 2010. Una moneda fuerte perjudica, al igual que una demanda débil. Pero a medida que China se hace más rica, es natural que la moneda suba y que las exportaciones basadas en la mano de obra barata se reduzcan.

En segundo lugar, la gravedad económica está alcanzando al país. La mano de obra china ya no está aumentando y el ritmo de la urbanización se está desacelerando debido a que muchas personas ya han abandonado las granjas. Algo más preocupante es el rendimiento decreciente de la inversión. Hace unos años, solo un yuan de inversión era necesario para añadir un yuan al PIB. Ahora se requiere de casi cuatro yuanes.

Por último, las autoridades no están tratando de luchar contra la gravedad. El Gobierno conoce los estímulos; realizó uno enorme en 2009. Con un déficit fiscal de solo 2% del PIB y el control total de los grandes bancos, cuenta con los medios para hacerlo. También controla las estadísticas, por lo que, básicamente, puede reportar cualquier cifra que sea adecuada. Claramente, las autoridades se sienten cómodas con las menores cifras de crecimiento del PIB.

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El crecimiento de China ha sido impulsado por los préstamos. Pero no hay señales de que la desaceleración haya sido causada por una contracción del crédito. El esfuerzo oficial por frenar la "banca en la sombra", los préstamos que no aparecen en los libros contables de los bancos, podría afectar; y el financiamiento social total, la medida favorecida por el Gobierno para el nuevo dinero inyectado a la economía, ha descendido recientemente. Sin embargo, el promedio de seis meses del financiamiento social, una buena medida de lo que está afectando al PIB en la actualidad, está en aumento.

Sin embargo, hay un problema monetario. Debido a que la rentabilidad está cayendo y a que el apalancamiento se ha incrementado, las empresas tienen que destinar más de sus ganancias a cubrir la deuda y menos a la inversión. El Gobierno no parece demasiado preocupado. Las autoridades parecen haber aprendido la lección del último estímulo: los megapréstamos forzosos conducen al despilfarro y a la imprudencia.

La cuestión clave no es el ritmo de crecimiento, sino el efecto sobre la sociedad. Hay un buen argumento de que, bajo esa medida, el crecimiento reciente de China ha sido demasiado rápido. El esfuerzo supremo por más producción condujo a una grave degradación ambiental y probablemente fomentó una actitud laxa hacia la corrupción.

Una economía de crecimiento más lento podría permitir una mayor inversión en las cosas que harán de China un lugar más feliz y más saludable en el largo plazo. Estas incluirían producción más limpia, innovación genuina y capital humano. Sin embargo, algunos proyectos anunciados recientemente -el edificio autónomo más grande del mundo, el túnel más largo bajo el mar, y un extravagante programa espacial- sugieren que los viejos hábitos tardan en morir.

Las conversaciones de los inversores sobre un aterrizaje económico brusco en China no son útiles. Incluso un crecimiento del PIB de 2% anual sería bastante aceptable, siempre y cuando el empleo se mantuviera en un nivel adecuado y la agitación social, en un nivel bajo. Por el contrario, un crecimiento del 7%, con un aumento en las bancarrotas y en las protestas laborales sería difícil.

Tal vez la mejor prueba de la posibilidad de un aterrizaje brusco es si las autoridades parecen mantener el control. Deducir eso es en gran medida una cuestión de analizar la retórica política. Es alentador que el primer ministro Li Keqiang diga que el crecimiento no ha caído por debajo de la tasa mínima aceptable, cualquiera que ésta sea.

Lo que parece más probable es que las autoridades estén esperando el momento oportuno. Las herramientas que tienen -los préstamos forzosos, la depreciación de la moneda, los grandes mandatos de infraestructura- son poderosas, pero también son duras, y vienen con consecuencias inciertas. Por ahora, la mentalidad de "dejar que se arregle solo" luce bastante bien.

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