Nervios de acero para invertir
NOTA DEL EDITOR: Este texto fue originalmente publicado en la edición 1201 de la Revista Expansión publicada el 15 de noviembre de 2016.
Warren Buffett utilizó en 2013 una granja que compró en 1986 para explicar su mantra de inversión.
“No sabía operar una granja, pero tengo un hijo al que le encanta y aprendí de él cuántos sacos de maíz y soya produciría, así como los costos”, escribió en su carta de ese año a los inversionistas de su firma Berkshire Hathaway.
Por ello, Buffett pudo pronosticar retornos de 10% de su inversión en la propiedad, y más de 20 años después, la granja triplicó sus ganancias.
Para las inversiones sucede algo similar. Buffett analiza los fundamentos de las compañías y estima las ganancias, por cinco años o más, sin dejar que interfieran el ambiente político o el económico.
El foco en el largo plazo no es exclusivo de Buffett. Bill Gross, “el rey de los bonos”, dice que es vital evitar la bilis que puede traer el miedo, que usualmente, acecha a los mercados.
Para él, hay dos fundamentos para invertir: hacer una previsión de tres a cinco años que obligue a pensar en el largo plazo y evitar emociones destructivas para tener una composición adecuada en el portafolio.
Más atrás en la historia hay otro inversionista nombrado por la prensa especializada “el campeón indiscutible del largo plazo”, John Bogle, fundador de Vanguard Group, la firma que creó en 1974 el primer fondo en replicar el índice S&P 500. La razón detrás de su apodo está en que, para Bogle, el tiempo es el mejor amigo de un inversionista y el impulso, su enemigo. Por ello, confía en que, con el tiempo, el mercado vuelve a mirar a sus fundamentos.
Es una idea similar a la de John Templeton, cuyo apellido está en la firma de inversiones Franklin Templeton, y quien buscaba compañías alrededor del mundo que se vendieran barato y ofrecieran buenas perspectivas en el largo plazo.
Si bien Gross y Buffett trataban de evitar el impacto de las emociones humanas en los mercados, otros inversionistas lo aprovechaban. Es el caso de George Soros, conocido como el hombre que venció al Banco de Inglaterra tras una apuesta en contra de la libra esterlina que le generó cuantiosas ganancias a inicios de los 90, y de Carl Icahn, quien con una fortuna estimada en más de 15,000 millones de dólares admite en Twitter hacer dinero a partir de lo que llama “la estupidez natural”.
Estos son algunos de los grandes inversionistas que han pasado a la historia por estas filosofía.
John Templeton, inversionista, 1912–2008
“Compra barato, vende caro”, fue la estrategia que siguió este inversionista. Prueba de ello fue que, cuando inició la Segunda Guerra Mundial, eligió 104 empresas de las que compró acciones que se vendían a un dólar o menos, para una inversión total de poco más de 10,000 dólares de la época. Cuatro años después, las vendió por más de 40,000 dólares.
Parte de su éxito se debe a que confiaba en que sus elecciones tendrían un buen desempeño en el largo plazo. Por ello, uno de sus consejos es que, en muchas ocasiones, los inversionistas eviten el pánico, tomen un respiro y mantengan su portafolio.
Bill Gross, cofundador de PIMCO
“El rey de los bonos” es el apodo que Bill Gross se ganó con las decisiones que tomó mientras manejó el fondo insignia de PIMCO. Parte de su experiencia la ganó en las mesas de blackjack, en donde jugó y aprendió a convivir con el riesgo Por ello, su fondo sobrevivió a varias crisis en los mercados dando rendimientos.
“La primera lección es que si te aplicas con trabajo duro y matemáticas, puedes vencer al sistema”, recuerda.
Cada mes, sus palabras son leídas por miles de personas en las cartas que escribe como gerente de la firma Janus Capital.
George Soros, inversionista
Fue una apuesta sobre la libra esterlina la que puso los reflectores sobre George Soros en 1992. “El hombre que quebró al Banco de Inglaterra es el apodo que se ganó tras apostar a que la moneda británica caería frente al marco alemán, lo que le generó ganancias por 1,000 millones de dólares.
Soros sobrevivió a la ocupación nazi en Hungría y abandono su país natal tras la Segunda Guerra Mundial para escapar del comunismo.
Soros, quien tiene una fortuna estimada de más de 24,000 millones de dólares, es también conocido como un especulador que aprovechaba la volatilidad de corto plazo. Parte de esa percepción obedece a que para él, los mercados están gobernador por la pasión humana.
Warren Buffett, presidente de Berkshire Hathaway
“El Oráculo de Omaha” es el apodo que dice suficiente sobre la reputación de Buffett en Wall Street. Buffett sugiere que los inversionistas se concentren en la productividad y las ganancias que tendrán a futuro los activos que compran. “Cuando te prometan resultados fáciles, simplemente di que no” es uno de los consejos que dio hace apenas un par de años.
Carl Icahn
“Tengo una gran participación en AIG y mandé esta carta al CEO”, es un tuit del propio Carl Icahn que resume la forma en la que opera y por la que ha labrado su fama: el inversionista que es activista. Icahn compra participaciones en empresas importantes en las que cree debe haber cambios para así lograr mayor valor a los accionistas.
John Bogle
A pocos entusiasmó un fondo que replicara el índice referencial S&P 500 como el que Vanguard lanzó en 1976. Sin embargo, el tiempo le dio la razón a John Bogle, fundador de esa firma de inversiones.
En 2016, el índice cumplió 40 años y dio un rendimiento acumulado de poco más del 7%. Bogle aconseja que un inversionista se enfoque en el largo plazo a través de decisiones de bajo costo como las que permite un índice referenciado. También sugiere evitar emociones al tomar decisiones de inversión.