La crisis de opioides 'daña' a la fuerza laboral de Estados Unidos
Un paquete de cigarrillos yace encima de una solicitud de empleo para Buffalo Wild Wings en la mesa de la cocina frente a Mike Harsanyi.
Después de seis años luchando contra la adicción a la heroína y dos periodos en prisión, Harsanyi lleva cinco meses viviendo en una casa para la recuperación de adictos en Maryland y está buscando un empleo estable.
“La búsqueda de trabajo no ha ido bien”, dijo Harsanyi, un hombre de 27 años con cara de niño y tatuajes que sobresalen del cuello de su camisa. “Creo que cuando eres un drogadicto en sobriedad con un delito grave en tu registro, te miran diferente, como si fueras a robar su tienda”.
Los empleos son abundantes en el condado de Anne Arundel, en Maryland, que presume una tasa de desempleo del 3.1%., pero después de cumplir un tiempo en prisión por un robo a mano armada cometido mientras estaba drogado en 2015, Harsanyi ha sido rechazado hasta ahora en empleos en Valvoline y Jiffy Lube, y solo puede trabajar ocasionalmente como colocador de azulejos para otro adicto en recuperación que conoció a través de un programa de 12 pasos.
La experiencia de Harsanyi no solo es dura para él. La crisis de los opioides se está convirtiendo en un verdadero problema para los empleadores, que tienen problemas para encontrar trabajadores en medio de uno de los mercados laborales más difíciles de las últimas décadas.
Hay casi 6 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos. Y la tasa de desempleo, en 4.1%, está en su nivel más bajo en 17 años. Pero la proporción de personas que trabajan o que buscan trabajo todavía no se ha recuperado a los niveles previos a la recesión. Parte del problema: el aumento en el uso indebido de analgésicos recetados, parcialmente responsable de las 64,000 muertes por sobredosis de drogas en 2016, ha incapacitado a miles de personas en edad de trabajar que los empleadores estarían ansiosos por contratar.
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Y esto está preocupando a los funcionarios en los niveles más altos del gobierno. “Contener la crisis de opioides es de vital importancia para garantizar una tasa de empleo estable o creciente entre las personas en edad de trabajar”, escribió el Consejo de Asesores Económicos del presidente de Estados unidos, Donald Trump, en su informe económico anual.
El otoño pasado, el economista de Princeton Alan Krueger descubrió que el aumento en las tasas de prescripción puede explicar entre 20% y 25% de la caída de aproximadamente cinco puntos en la participación en la fuerza laboral ocurrida ocurrió entre 1999 y 2015.
“Otros países tuvieron recesiones graves peores, en muchos casos, que la de Estados Unidos”, dijo Krueger. “Sin embargo, casi no enfrentan el tipo de crisis de opioides que enfrenta Estados Unidos. Por lo tanto, creo que este es —en este momento— un problema particularmente estadounidense”.
Un mapa en el estudio de Krueger, que muestra la intersección de las tasas de prescripción de opioides y la disminución de la participación en la fuerza laboral, colorea grandes franjas oscuras sobre gran parte de los Apalaches y el Cinturón Industrial (Rust Belt).
Esos lugares económicamente deprimidos se han convertido en sinónimo de una narrativa de la adicción a los opioides como una enfermedad de los oprimidos, alimentada por el desempleo y la desesperación.
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Pero el mapa también tiene puntos oscuros en áreas económicamente más saludables, como el estado costero de Washington, el noroeste de Arkansas y el centro de Maryland, donde las tasas de desempleo son bajas y las empresas se quejan cada vez con más frecuencia de que no pueden encontrar suficientes trabajadores.
Investigaciones recientes del economista de la Universidad de Virginia, Christopher Ruhm, sugieren que, si bien el desempleo puede haber creado condiciones fértiles para la adicción a los opioides, la propagación de la epidemia fue alimentada aún más por la disponibilidad de los medicamentos con receta. La excesiva prescripción ha afectado a las comunidades en todos los peldaños de la escala económica, y ahora se está convirtiendo en un problema particular para los lugares con más vacantes que trabajadores capacitados.
“Está surgiendo de áreas donde hay mucho dinero”, dijo Angel Traynor, quien comenzó una casa para la recuperación de mujeres adictas en Annapolis, Maryland, en 2012 y ahora dirige tres de ellas.
Muchos usuarios de drogas pueden trabajar durante un tiempo, pero las cosas generalmente se desmoronan cuando su hábito se vuelve demasiado costoso, lo cual produce periodos de abstinencia paralizantes. “Hacia el final de la adicción, no son capaces de mantener un trabajo”, dijo Traynor.
Maryland experimentó un aumento del 70% en las muertes relacionadas con los opioides en 2016, cuando murieron 1,856 personas. Aunque las agencias locales de la ley a menudo realizan un seguimiento de las sobredosis, pocos gobiernos tienen datos completos sobre el número de personas en tratamiento por adicción en un momento dado. Sin embargo, la evidencia anecdótica sugiere que la población ha crecido rápidamente.
Como resultado, algunos empleadores que generalmente filtran a los usuarios de drogas mediante pruebas comienzan a ser menos exigentes, de acuerdo con el presidente de la Central Maryland Chamber of Commerce, Raj Kudchadkar.
“Definitivamente hay un impacto directo en el ecosistema empresarial”, dijo Kudchadkar, quien notó cambios principalmente en los sectores de restaurantes y tiendas. “La gente ha expresado temor acerca de las pruebas de detección porque podrían afectar su capacidad para cubrir puestos”.
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Deena Bradbury, copropietaria del exitoso local de vecindario Grump's Cafe en Annapolis, dijo que sería difícil contar con personal completo en sus dos ubicaciones si este fuera contratado según los resultados de las pruebas de detección de drogas. Una de sus mayores fuentes de trabajo son las casas de recuperación cercanas, donde se requiere que los residentes encuentren un trabajo, y generalmente no tienen un vehículo para viajar lejos.
Bradbury contrata a las personas que indican esas direcciones reveladoras en sus solicitudes, pero debe tomar precauciones adicionales.
“Una vez que nos dimos cuenta de que había mucha gente con este conjunto de circunstancias, cambiamos la forma en que lo abordamos”, dijo Bradbury. Por ejemplo, ella se asegura de que los adictos en recuperación sean honestos acerca de sus antecedentes penales y no asigna más de uno a la vez al mismo turno, para asegurarse de que no se influyan negativamente entre sí.
No siempre funciona. Algunos empleados recaen y desaparecen. Pero los que se quedan, dijo Bradbury, pueden ser incluso mejores trabajadores que aquellos que nunca han tomado una píldora en sus vidas. “Creo que tienden a esforzarse más (...) No sienten que se les deba un trabajo. Tienden a ganárselo”, complementó.
Tal tolerancia no es una opción para todos los empleadores. Los trabajos que implican trabajar con niños suelen excluir a personas con antecedentes penales.
También es menos probable que las empresas de construcción se arriesguen a contratar a alguien que pueda llegar a trabajar en las alturas y cometer un error fatal mientras está en una escalera o usando equipo pesado. En Annapolis, donde se realizan muchos trabajos de construcción en propiedades gubernamentales, esas reglas se aplican con más frecuencia.
Pero las personas en la comunidad de recuperación enfatizan que hacer que los exadictos vuelvan al trabajo es una parte esencial de la recuperación, y quieren que más empleadores les den una oportunidad. Para Mike Harsanyi, es otra razón para continuar esforzándose.
“Cuando no estás pensando en ti mismo, y estás pensando en tu trabajo, y quieres mejorar y obtener dinero, simplemente te olvidas de ti y de tus problemas”, dijo.
“Realmente siento que los adictos y los alcohólicos, una vez que vuelves a estar sobrio y una vez que tienes la oportunidad, prosperas. Pero obtener esa oportunidad es el problema”.