Profesionales del turismo mundial actúan frente al turismo excesivo
La preocupación por la plaga del “turismo excesivo” lleva a los profesionales del sector a tomar medidas en el marco de la Feria de Turismo de Berlín (ITB).
Aunque el turismo representa el 10% del PIB mundial, ante el llamado “turismo excesivo” ciudades como Venecia, Italia, se deshacen de los barcos de crucero; Barcelona, España, controla los alquileres y Dubrovnik, Croacia, impone cuotas a sus visitantes.
"En 2030 habrá 1,800 millones de turistas en el mundo. Algo es seguro: este crecimiento infinito es imposible en un espacio que es limitado, lo que genera cada vez más conflictos visibles", dijo Roland Conrady, director científico del ITB, cónclave anual de los profesionales del turismo.
De 1995 a 2016, el número de viajeros internacionales pasó de 525 millones a más de 1,200 millones gracias a las compañías aéreas de bajo costo, y a los turistas de mercados emergentes como China, India o los países del Golfo.
El año pasado estuvo marcado por un alza récord de 7% en el número de turistas en el mundo, y por inéditos movimientos de rechazo al turismo de masa, que desfigura o expulsa a las poblaciones locales de sus lugares de vida.
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Ante este panorama las primeras consecuencias o medidas no han tardado en caer: en Tailandia, los corales de la célebre Maya Bay no han sobrevivido a los turistas y el lugar está amenazado de cierre, en Bután el gobierno impone cuotas y en Dubrovnik el alcalde impide que ingresen al recinto de la ciudad histórica más de 8,000 personas por día.
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"Se habla mucho hoy de 'turismo excesivo', pues ha aumentado en varios destinos, principalmente debido a los cruceros", explica el profesor de economía del turismo, Torsten Kirstges, que cita el caso de Mallorca, donde pueden desembarcar "cinco barcos de 4,000 pasajeros que acostan al mismo tiempo para visitar la catedral".
El sector vislumbra al menos cuatro pistas para asegurarse que el turismo no se autodestruirá: la más evidente, y la más positiva para las economías locales, es repartir mejor el flujo de visitantes.
Por ejemplo, Venecia --con 265,000 habitantes frente a 24 millones de visitantes anuales--, limita el acceso de su laguna a los inmensos barcos de crucero.
La ciudad edita asimismo una audaz guía mensual llamada "Deturismo", que destaca otros sitios secundarios con la esperanza de disuadir a los turistas de que se congreguen masivamente en la plaza San Marcos.
"Siempre son los mismos 'tours', siempre los mismos lugares... En México, la gente sólo pensaba en Cancún, pero finalmente conseguimos llevarlos a la ruta de los mayas", explica en el ITB Gloria Guevara, presidenta de la federación internacional del turismo (WTTC).
Guevara recuerda que el turismo representa 10% del PIB mundial, y que "el barrio invadido por uno supone una fuente de ingresos para otro".
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Otra solución tiene que ver con incidir en los precios para disuadir. La Torre Eiffel financió sus obras de renovación aumentando un 50% el costo de las entradas; su gemela de Dubái, la inmensa torre Burj Jalifa, propone cuatro tarifas diferentes según la hora de la jornada, la más cara es la puesta del sol.
La tecnología permite asimismo regular los flujos, en especial en Ámsterdam, Holanda, donde un sitio de internet informa en tiempo real a los visitantes del tiempo de espera que hay en las filas. Pronto, una nueva aplicación les indicará los lugares a evitar.
Pero internet también ha impulsado los alquileres temporales del tipo Airbnb, provocando que se disparen los precios inmobiliarios, suscitando rechazo extremo entre la población local, como ocurre en Barcelona. Así, el movimiento de “turismofobia” se ha extendido como reguero de pólvora.
Según el primer estudio sobre el "turismo excesivo", llevado a cabo por el gabinete McKinsey, 36% de los habitantes de las zonas que sufren este fenómeno consideran que "los visitantes internacionales" generan una "excesiva presión". Hace seis meses, eran solamente 18%.
Hay esperanzas depositadas entre los turistas de entre 18 y 35 años, generación más aventurera que la de los baby-boomers, la cual "se dispersará más, por miedo a estar decepcionada si visita un sólo lugar", o por el temor a que demasiadas personas acudan al mismo tiempo a ese lugar, según el análisis de McKinsey.