Las manufacturas, la minería, la electricidad, el agua y la construcción, los cinco grandes pilares de la industria, reportaron retrocesos. El mayor desplome se registró en el sector de la construcción, con una caída de 207%, justo cuando el país necesita más que nunca la inversión privada extranjera, con el Mundial a la vuelta de la esquina.
Le siguieron los sectores de electricidad y agua, con una baja de 47.8%; manufactura, con 28.9%; y minería, con 9.4%.
Las cifras revelan algo más que un tropezón cíclico. Reflejan la desconfianza que empaña las decisiones de inversión. De acuerdo con el Banco de México, las amenazas arancelarias lanzadas desde Washington provocaron que múltiples empresas frenaran sus proyectos de relocalización. La mayoría prefiere esperar el desenlace de las negociaciones entre gobiernos antes de anclar sus planes en territorio mexicano.
El freno se siente en todo el país
El reporte de Banxico sobre las economías regionales del primer trimestre detalla que, en todas las regiones del país, los directivos enfrentaron un entorno cargado de incertidumbre. La preocupación más repetida entre ellos fue el riesgo de aranceles impuestos por Estados Unidos sobre productos mexicanos. Esta tensión redujo la demanda de servicios de construcción, en especial por parte de sectores productivos directamente afectados por las barreras comerciales.
El efecto dominó llegó también a los desarrolladores privados. El miedo a un entorno inestable provocó cautela en la toma de decisiones. Varios proyectos industriales quedaron en pausa. La construcción de naves destinadas al sector manufacturero exportador perdió tracción, justo cuando la demanda internacional exigía más espacio para escalar operaciones.
Pese a la tormenta, algunos estados intentaron mantener el ritmo. Según el mismo reporte, hubo esfuerzos por sostener el dinamismo con proyectos habitacionales, comerciales e industriales. Sin embargo, esos intentos no alcanzaron para revertir la caída en la inversión estructural.
Los empresarios también apuntaron a otro cuello de botella: la disponibilidad de energía. En regiones donde ya existía demanda de espacios industriales, la falta de suministro eléctrico suficiente impidió la llegada de nuevas inversiones. Tampoco permitió la expansión de empresas que ya operaban en México y buscaban crecer en medio del prometido nearshoring.
El golpe se concentra en sectores clave para la integración comercial con Estados Unidos. La manufactura, centro neurálgico del modelo exportador mexicano, sufrió su peor arranque de año en más de un lustro. La electricidad y el agua, indispensables para el funcionamiento de nuevas plantas, también perdieron atractivo ante el panorama incierto.
Al inicio, las cifras entusiasmaron. La Secretaría de Economía reportó un récord histórico de inversión extranjera directa para un primer trimestre. El crecimiento preliminar alcanzaba 5.4%, un dato que encendió optimismo. Pero la ilusión duró poco. Con la actualización oficial, el panorama se oscureció: el flujo total de capital cayó 21% frente al año anterior. La corrección dejó claro que las amenazas comerciales de Trump sí tuvieron un impacto.
La IED industrial fue la más afectada, pero no todos los sectores terminaron en números rojos. Algunos rubros de servicios mostraron un dinamismo inesperado. La inversión en servicios corporativos se disparó, con un crecimiento de 73.5 veces respecto al año anterior. Los servicios de apoyo a negocios también sorprendieron, al multiplicarse por 5.5.
En menor escala, otros segmentos mantuvieron el pulso. El sector de información en medios masivos reportó un aumento de 40.7%, mientras que el comercio al por mayor creció 18.1%.
Frente al retroceso industrial, estos sectores funcionaron como válvulas de escape. Pero sus cifras no alcanzaron para revertir la caída general.