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Productos para los países en desarrollo

La apuesta de una nueva generación de tecnólogos son los objetos baratos para el tercer mundo; una empresa que vende lámparas solares en África puede aspirar a convertirse en un negocio rentable.
vie 03 abril 2009 06:00 AM
Los fundadores de D.Light, Nedjip Tozun y Sam Goldman, se conocieron en Stanford. (Foto: CNNMoney.com)
lamparas-dlight-CNN (Foto: CNNMoney.com)

Jim Patell es tal vez el único miembro del profesorado de la Escuela de Negocios de Stanford que llega a clase luciendo pantalones militares y un cuchillo negro Benchmade adherido al bolsillo frontal derecho.

Patell también difiere de sus colegas de la escuela de negocios en otra cosa: En lugar de enseñar en una sala de conferencias llena de estudiantes diligentes que teclean sin cesar en sus laptops, opera fuera de la escuela de diseño de Stanford, donde enseña una clase llamada Diseño Empresarial para la Asequibilidad Extrema. Su salón de clases parece una mezcla entre la típica carpintería de preparatoria estadounidense y el vestíbulo de las Naciones Unidas. Los pizarrones están cubiertos con fotografías de escenas de vida y agricultura de subsistencia en aldeas de Etiopía, India, Nepal, Rwanda, y partes del sureste de Asia.

Las fotografías son un recordatorio de la misión de la clase: enseñarle a una nueva generación de emprendedores a usar su ingenio en los negocios y la ingeniería para diseñar y vender productos -de manera rentable- en el mundo en vías de desarrollo.

No son simples filántropos

Dos emprendedores principiantes, Nedjip Tozun y Sam Goldman, fundaron D.light Design . D.light fabrica lámparas solares baratas para reemplazar las lámparas de queroseno y diesel tan comunes en los países en desarrollo de Asia y África. Tozun y Goldman se conocieron en la clase de Patell en el 2006 y pronto descubrieron que compartían su pasión por ayudar a que las comunidades más pobres puedan acceder a los servicios básicos, como la luz, que el mundo desarrollado da por sentados.

Para los inteligentes y ambiciosos estudiantes de la generación de Tozun y Goldman (ambos tienen 29 años) el éxito profesional y la salvación del planeta no se excluyen mutuamente. La clase de Patell es muy competitiva; mucha gente es rechazada debido a que no hay suficiente espacio. Algunos de los estudiantes -una mezcla de futuros administradores, ingenieros y diseñadores- son verdaderos filántropos, pero otros piensan que la habilidad para fabricar productos buenos y baratos es algo que cualquier corporación valoraría.

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"Los ejecutivos de General Electric no son tontos -también ven esos mercados", dice Seth Silverman, un estudiante de posgrado de la carrera de ingeniería civil y ambiental cuyo objetivo es crear tecnologías para Etiopía. "Pero es tan difícil trabajar en estos ambientes, que su atención se enfoca a otra cosa. Podemos llenar ese hueco, con una visión que vaya más allá de la obtención inmediata de ingresos".

Con frecuencia, esa visión involucra una combinación de tecnología de punta con productos de bajo costo ampliamente disponibles. D.light, por ejemplo, une diodos emisores de luz (LEDs) de próxima generación, herramientas patentadas de administración de energía y los cada vez más baratos paneles solares.

Como resultado, D.light puede ofrecerles a las comunidades pobres una alternativa asequible para el queroseno, que es ubicuo pero riesgoso. La calidad de la luz no es buena, emite contaminantes, y es, en pocas palabras, peligroso. "Cuando viajas por estas aldeas, todos tienen una historia de un niño que se quemó o una casa destruida por el fuego", cuenta Tozun en una entrevista telefónica desde su oficina en Shenzhen, China. "Y sin embargo, vemos que en algunos lugares la gente debe invertir entre un 15 y un 20% de sus ingresos en luz". De acuerdo con la Corporación Internacional de Finanzas, los pobres del mundo gastan alrededor de 38,000 millones de dólares anuales en queroseno para la iluminación.

Las lámparas de D.light se venden en alrededor de 25 dólares. Una cifra excesiva para algunos que ganan 1 dólar al día, pero el equipo de D.light pronto descubrió que la calidad de la luz era tan buena que la gente con lámparas D.light podía trabajar de noche y aumentar sus ingresos. Dos familias en Nueva Keringa, una aldea de 47 familias en el sur de la India, se arriesgaron a comprar lámparas D.light. Tozun dice: "De pronto, las dos familias podían trabajar de noche", tejían platos con hojas de plátano. "Sus ingresos mensuales promedio aumentaron de 12 a 18 dólares, y comenzaron a ahorrarse el tiempo que gastaban en viajes para comprar más queroseno". Unos días más tarde, toda la aldea se abalanzó sobre las lámparas. "Estas personas son clientes geniales si les das una proposición cuyo valor esté claro", dice Tozun.

Darles poder a los futuros clientes es uno de los mantras de la clase de Patell. Cada año algunos estudiantes, como Goldman y Tozun, toman sus ideas e intentan construir negocios. Patell no espera que todos los estudiantes comiencen una compañía, pero sí les pide que todo producto creado en la clase les ofrezca a los consumidores herramientas para comenzar sus propias microempresas. "Queremos diseñar cosas para que un agricultor pueda decidir dejar su cultivo y mantener a su familia a través de la venta de bombas de agua o tuberías de riego por goteo", dice Patell. "Queremos que las cosas se vendan a un precio que cubra el costo de fabricación y distribución".

El próximo celular

Los capitalistas de Silicon Valley comienzan a notar los proyectos que surgen del curso de Stanford. En noviembre, D.light se aseguró un financiamiento de 6 millones de dólares por parte de Draper Fisher Jurvetson, Garage Technology Ventures y otras firmas de capital de riesgo. El dinero le permitirá a la compañía aumentar su producción y llevar sus lámparas a los mercados de India y África, para empezar.

En principio, 6 millones de dólares no parecen mucho dinero. Y vender lámparas solares de 25 dólares en los mercados del mundo en vías de desarrollo no es algo típico para firmas como Draper Fisher Jurvetson, conocida por apoyar a Hotmail y Skype. Pero los financieros piensan que D.light puede seguir los pasos de otra exitosa empresa en el mundo en desarrollo: la industria de los celulares. Los fabricantes de dispositivos -Nokia en particular- venden millones de teléfonos en poblaciones rurales de India, China y África, lugares que en muchos casos no tienen electricidad centralizada. Pero incluso algunos de los más pobres entre los pobres entregan varios meses de salario a cambio de los beneficios de la conectividad.

"Se han hecho fortunas a raíz del negocio de los celulares", dice Bill Reichert, director ejecutivo de Garage Technology Ventures. "Hace una década no te hubieras imaginado que podías enfocarte a estas poblaciones, pero hay oportunidades de negocio reales si se introducen las tecnologías correctas".

Reichert cree que las lámparas de D.light son sólo el principio: La compañía podría expandirse para incluir otros dispositivos solares, incluso adentrarse en el negocio de la energía. "¿Se trata de un negocio multimillonario? Probablemente no", admite Reichert. ¿Pero podría D.light convertirse en una empresa organizada y rentable? Esa es la meta absoluta de la clase de Patell: D.light y compañías semejantes están ahí para mejorar vidas y ganar dinero. Si logran enriquecer a sus inversionistas en el proceso, es sólo una cereza sobre el pastel.

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