Dos negocios que salvan a comunidades de la marginación
La relación ganar-ganar sí es posible en los negocios, se llama comercio justo. Consiste en detonar el crecimiento económico y el desarrollo sustentable desde las empresas cuando éstas se alían con proveedores de comunidades marginadas.
Implica insertar en la cadena de proveedores a cooperativas y organizaciones de pequeños productores en situaciones de pobreza o marginación y ofrecerles un precio razonable por los productos que te proveen. Este pago les permitirá continuar con su trabajo y mejorar sus condiciones de vida.
Las cooperativas destinan parte del pago que reciben (prima social) a crear un fondo que se invierte en mejorar los cultivos, escuelas, capacitación o servicios de salud para los trabajadores, explicó la directora de Ciudadanía Económica para Todos de Ashoka, Maria Luisa Luque.
Si bien al final del proceso, el precio del producto es hasta 50% más alto que el de un producto convencional, también es cierto que estos van enfocados a un cliente informado que se preocupa por el origen e impacto de su consumo.
“Hoy en día, los millennials buscan y prefieren marcas que les cuenten historias, que les digan como impactan sus productos en el ambiente y en las comunidades relacionadas “, dijo Luque.
La tendencia de comercio justo comenzó en México hace más de 20 años, pero aún le falta insertarse en las prácticas de los emprendedores y en la conciencia de los consumidores. Actualmente este esquema suele usarse en el sector turístico y alimentario.
“Para que las empresas incluyan estas prácticas en su relación con los proveedores, deben existir más consumidores que se cuestionen y demanden información sobre el origen de los productos”, agregó Luque.
Estos son dos ejemplos de emprendedores que ya lo lograron, sólo faltas tú:
Campo Vivo
Fue en 2007 cuando Mateo Dornier detectó el nacimiento de un mercado que buscaba productos orgánicos y respetuosos del medio ambiente , fue así como creó Campo Vivo, una empresa que vende más de 50 frutas y verduras y productos derivados como cereales y botanas.
Mateo comenzó a trabajar con comunidades de pequeños productores basando en la ética y honestidad en las transacciones. “El precio del producto que pagamos está en función de lo que cuesta producirlo”, explica Dornier.
En Tapachula, Chiapas, ya trabajan con 1,500 familias productoras de alimentos, así como Michoacán y Jalisco. Bajo este modelo Campo Vivo ha mantenido un crecimiento del 20% y 30% anual con ganancias netas entre 2 y 5%.
“Estas cifras pueden no ser altas, pero hemos crecido con nuestros productores, somos fieles en nuestras relaciones de trabajo y así reducimos el riesgo y los costos de cambiar de proveedores continuamente“, dijo Dornier.
Prospera
Gabriela Enrigue ha decidido ir más allá de generar condiciones de comercio justo entre mujeres en situaciones vulnerables y grandes empresas. A través de su empresa Prospera capacita y enseña a las microempresarias a encontrar a sus propios clientes y vender sus productos de calidad sin regalar su trabajo.
La zona turística de Jalisco ha sido la cuna de su proyecto. Actualmente 7,500 mujeres elaboran productos como bolsas, jabones, shampoos, cremas, tés, exfoliantes, libretas y suvenires para una red de 50 hoteles de la región.
“Las mujeres son familiares de los mismos empleados de los hoteles, así aseguramos que la rotación del personal sea menor”, dijo Enrigue.Los hoteles, por su parte, al comunicar que trabajan con estas comunidades atraen turistas y compiten con otros destinos turísticos como Cancún.
La emprendedora menciona que aún queda un reto para que más empresas inserten en sus procesos las prácticas de comercio justo y es que sean consientes de que bajo estas condiciones la regla de comprar “bueno, bonito y barato” no existe.
“Las comunidades no pueden proveer en un principio grandes volúmenes, a un precio barato y en tiempos cortos, ya que son productos elaborados a mano y estos nunca serán perfectos”, dijo Gabriela Enrigue.