El consumo de plástico es, hoy por hoy, inevitable: cada día, millones de personas alrededor del mundo lo utilizan desde que se levantan – para cepillarse los dientes, bañarse o desayunar— transportarse o comer. Sin embargo, de entre todos los utensilios de plástico, el popote ha sido el más estigmatizado. La culpa la tiene un video que se viralizó en 2015 en el que aparece una tortuga con lo que parece que es un popote atorado en sus orificios nasales.
¿Por qué odiamos al popote si otros plásticos contaminan igual?
En México, su mala reputación se acentuó el año pasado cuando la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) llevó a cabo una campaña a nivel nacional para restringir su uso, provocando que empresas multinacionales, nacionales, restaurantes y otros comercios de consumo –como Starbucks o Cooperativa Pascual– publicaran su posición de dejar de utilizar popotes o, en todo caso, utilizar popotes biodegrables.
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Pero, ¿qué tan culpable es de la contaminación en los océanos y del medio ambiente en general?
Según datos de este año de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) indican que cada minuto se compra un millón de botellas de plástico y, al año, se usan 500,000 millones de bolsas. Al final, 8 millones de toneladas acaban en los océanos cada año.
El problema con estos plásticos es que no se biodegradan, sino que se fragmentan lentamente en trozos más pequeños, hasta convertirse en microplásticos que pueden ser ingeridos por los peces y llegar así a nuestra cadena alimenticia. Se han encontrado en la sal de mesa comercial y los estudios muestran que 90% del agua embotellada y 83% del agua del grifo contienen partículas de plástico, añade la ONU.
En México, 60% del plástico que se consume proviene del consumo — el 47% de los plásticos son envases y embalajes, y un 21% del consumo en general—según datos de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico (Anipac). Así que, si bien el popote se ha vuelto un símbolo de la campaña contra el plástico, el uso como bolsas, cuchillos, cucharas o envases PET contamina igual.
Por ejemplo, en 2018, tres de cada cuatro hogares mexicanos consumieron agua embotellada o de garrafón, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). El consumo de estos productos aumentó de 70.8% en 2016 a 76.3% en 2017, de los cuáles solo el 43% de los hogares indicó aplicar alguna práctica de separación o clasificación de los materiales residuales.
“Si continúan los patrones de consumo y las prácticas de gestión actuales, para 2050 habrá alrededor de 12,000 millones de toneladas de basura plástica en los vertederos y espacios naturales. En este entonces, si el aumento en la producción de plástico mantiene su ritmo vigente, la industria de este polímero consumirá 20% de la producción global de petróleo”, detalla el reporte el 'Estado de los Plásticos' de la ONU, publicado en 2018.
En México ya suman 11 estados del país que han prohibido bolsas de plásticos, popotes y, recientemente la Ciudad de México se sumó con una iniciativa que prohíbe el uso de todos los plásticos de un solo uso.
“Hay muchos industriales preocupados por este tipo de legislaciones, principalmente porque forzarlos de migrar a materiales compostables implica un incremento en costos de producción o un cambio en sus procesos. Además, no hay muchos bioplasticos en México, la mayoría son importados”, comenta Ana Laborde, directora y fundadora de Biosolutions.
¿Qué medidas deben tomarse?
La ONU sugiere que, además de la prohibición de plásticos, los gobiernos deben mejorar los sistemas de gestión de residuos e introducir incentivos financieros para cambiar los hábitos de los consumidores, los minoristas y los fabricantes.
"(Se necesita) Inyectar más dinero en la investigación y el desarrollo de materiales alternativos, sensibilizar a los consumidores, financiar la innovación, garantizar que los productos de plástico estén debidamente etiquetados y sopesar cuidadosamente las posibles soluciones a la crisis actual", señala un reporte de la Organización.
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En el caso de los consumidores, sugiere una serie de actividades para ayudar a una economía de plástico. Sin embargo, esto requerirá que los gobiernos, los fabricantes y los minoristas garanticen que los productos esté debidamente etiquetados.
Entre estas medidas se encuentra separar los residuos para su reciclaje, evitar los productos de un solo uso, como cubiertos y sorbetes; no comprar productos con exceso de empaquetados; dejar de usar bolsas de plástico desechables o demandar a las empresas de entrega de alimentos que excluyan los cubiertos de plásticos de su servicios y opten por envases reutilizables.