Encontrar fresas en medio del más crudo invierno suizo, eso es el lujo para Charles Villoz y no el precio o la exclusividad con que se ofertan los productos. Para el vicepresidente y director de Ventas Internacionales de Longines, los relojes de la firma quieren ser esas fresas: un producto escaso, de gran calidad, pero disponible en cualquier lugar del mundo a un precio razonable.
En la relojería, ser un ‘objeto de deseo’ no está peleado con ofrecer a quien lo adquiere un precio accesible por un producto que puede trascender generaciones. Villoz explica que se trata de democratizar el lujo y entender los patrones de consumo en el mundo. Tener presencia en las principales capitales ha sido un elemento importante para entender al consumidor, que muchas veces está conformado por turistas de paso en estas grandes urbes.