La compañía ya arrastraba graves problemas financieros, entre estos una deuda mayor a 100,000 millones de dólares, pero la pandemia llegó a profundizar aún más esa crisis.
La empresa se ha visto envuelta en un desafortunado escenario resultado de la disminución en la demanda de hidrocarburos en el mercado interno y externo, la baja en la cotización del petróleo en los primeros meses de la emergencia sanitaria y la decisión por mantener una estrategia rígida en un momento en que el mercado petrolero vivió grandes sacudidas.
“Cuando el mercado está en mal estado uno pisa el freno, como todas las otras petroleras. Aquí, por la presión autoimpuesta de dar resultados, no hicieron eso y a la larga ponen en peor estado a la empresa”, dice Adrián Calcaneo, de IHS Markit.
El primer signo de una negativa a cambiar la estrategia se vivió en abril, cuando los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo y aliados (OPEP+) realizaron una reunión virtual histórica en la que México se convirtió en el protagonista.
Las naciones buscaban llegar a un acuerdo para disminuir los efectos derivados de la pandemia y la guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia. México se negó a recortar en 400,00 barriles su producción diaria, lo que alargó la reunión durante todo el fin de semana.
El domingo, el tercer día de la negociación y tras un no tan claro acuerdo con Estados Unidos, los países de la OPEP aceptaron que México recortara su producción en sólo 100,000 barriles diarios.
La negativa de Nahle tenía una razón: aceptar el recorte iba en contra de una de las principales metas de la administración, que consiste en aumentar la producción de crudo, en este año hasta 1.9 millones de barriles.