La farmacéutica acordó trabajar con la Universidad de Oxford en su inyección de COVID-19 el año pasado a pesar de no tener experiencia previa en vacunas, y hasta el momento la dupla ha distribuido más de 1,000 millones de dosis en unos 170 países.
El esquema de vacunación considera dos dosis y AstraZeneca aún no está segura de si será necesaria una tercera para la protección continua contra el virus.
“La data que tenemos hasta el momento es que la eficacia y la difusión de la vacuna se mantiene consistente y bien sólida hasta los seis meses o inclusive más”, dice Varela.
Hay dos dimensiones en la inmunidad que genera una vacuna: una de ellas son los anticuerpos que genera la vacuna pero que disminuyen con el tiempo, pero la segunda dimensión son las llamadas células, que tienden a proteger a las personas contra enfermedades graves, pero también brindan durabilidad. Pero aún no está claro si se requerirá una tercera dosis o no este año.
Pero Varela ya vislumbra que pudieran requerirse refuerzos anuales hacia adelante. “Prevemos que el COVID-19 se va a empezar a comportar como una enfermedad estacional tipo influenza, por lo que probablemente se requerirán refuerzos anuales”, añade.
Mientras siguen las investigaciones sobre la inmunidad que genera la vacuna y la presunta relación con casos de trombosis, la compañía continúa con la distribución de las primeras dos dosis de la vacuna en México. Para finales de agosto, AstraZeneca habrá entregado 37 millones de dosis a México, la meta para el cierre de año son 77.4 millones de dosis.
Para agilizar las entregas de las dosis, la farmacéutica acortó sus procesos de transferencia de tecnología de 36 a nueve meses, además de elevar la capacidad productiva a través de alianzas de manufactura.
A nivel mundial estableció 12 cadenas de manufactura con más de 20 socios. En América Latina, la farmacéutica cuenta con dos cadenas de producción, una en Brasil y la otra entre Argentina y México. Aunque con el ritmo de contagios a la baja, esto podría cambiar. “Estamos en un proceso de evaluar cuál es realmente la capacidad productiva que vamos a necesitar en los años siguientes ante un escenario de COVID-19 más controlado o en una situación de alta criticidad bajando a una situación más normal”, comenta Varela.