Acuerdo de CFE e Iberdrola
Los negociadores fueron cautos, pese a que las pláticas duraron cerca de año y medio, según una fuente cercana al proceso. Iberdrola fue la que se acercó a la administración mexicana, explica el funcionario, que pidió el anonimato. La española buscaba una alternativa a sus negocios que estaban siendo amenazados por los cambios legales, algunas de sus centrales estaban detenidas y las acusaciones desde el estrado de Palacio Nacional no cesaban. A la par, la multinacional comenzaba a orientar su operación en activos que abonaran a la descarbonización. Y entonces hizo la propuesta con un listado de centrales, que se fue modificando con el tiempo, hasta llegar a lo anunciado.
Los primeros coqueteos se dieron en marzo de 2021, cuando se negociaba qué sucedería con el modelo de autoabasto y se discutía la reforma constitucional que no pasó en el Congreso. Después, la sanción histórica de más de 9,000 millones de pesos a uno de sus complejos de Nuevo León detonó la seriedad de las pláticas, que subieron a un grado más formal, en agosto del año pasado.
El acuerdo no se ha cerrado del todo, según los anuncios oficiales. Pero en la narrativa política ya hay un ganador y es el gobierno federal: la administración se anotó una batalla y dará –al menos, en lo discursivo– mayor capacidad de generación a la CFE. Ese era el objetivo que había perseguido López Obrador desde el inicio del sexenio: buscaba que al menos el 56% del mercado de generación eléctrica estuviera en manos de la compañía. Ahora, con el acuerdo, y según los números oficiales, la capacidad de generación de la estatal aumentará del 39.6 al 55.5%. Pero los analistas dudan de estas cifras.
La compañía no será la dueña de los activos y puede que poco cambie en su operación: 10 de las centrales que Iberdrola traspasará funcionan bajo el esquema de Productor Independiente de Energía, un modelo diseñado para que los privados vendieran electricidad a la CFE y que esta no tuviera que desembolsar capital en la construcción de infraestructura. Así, la mayoría de estas plantas ya venden toda su producción eléctrica a la estatal. Con el acuerdo, la dinámica se mantendría, al menos, hasta el cese de los contratos actuales.
El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) afirma en un análisis que “contar con un financiamiento del sector público no cambia que legalmente la propiedad de las centrales se mantendrá privada”. La CFE será ahora la que opere las plantas –aún no queda claro si será con su propio personal o con la plantilla de la española–, pero, en el fondo, la dinámica continuará siendo similar a la vista hasta ahora, solo que la facturación –de la compra de energía– será de parte de otra entidad privada. El gobierno federal defiende que la transacción beneficia a la compañía porque no le agrega deuda y le “da una masa crítica de operación mucho mayor a la que hoy tiene”, según la explicación que dio, en su momento, Rogelio Ramírez de la O, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
El financiamiento del acuerdo ha abierto otra grieta: la ausencia de claridad sobre el origen de los recursos para la compra. La operación se efectuaría a través de un vehículo de inversión diseñado y manejado por México Infraestructure Partners, que contendrá capital del Fondo Nacional de Infraestructura (Fonadin) –otorgado por la SHCP– y, muy probablemente, recursos de las Administradoras de Fondos para el Retiro. Eso solo cubriría una parte de la compra, el resto sería financiado mediante deuda. Bancos como BBVA y Santander están en la lista de posibles prestamistas.