Actualmente, 60% de la electricidad en México se genera con gas natural, casi todo importado desde Estados Unidos. Pero depender de un solo insumo –y de un solo proveedor extranjero– representa una vulnerabilidad latente.
"Cuando ves la demanda que está creciendo tanto en todo el mundo ,con respecto de los centros de data, con respecto de las fábricas, de los autos eléctricos; es que sigue incrementando la demanda de electricidad y se necesita más energía asequible y confiable”, explica Gregory Romero, vicepresidente senior de Mexico Natural Gas Pipelines en TC Energy. La empresa es una de las principales transportistas de gas desde Texas hacia el centro y occidente del país.
Carlos García, director general de Banero México y presidente de Amtrak México, detalla que la matriz energética mexicana es frágil y poco diversificada. “En el mejor escenario, el 80% de la inversión pública está concentrada en la CFE, pero eso no es suficiente. Se necesitan nuevas inversiones privadas, particularmente en renovables, para cerrar la brecha que viene”, dice.
Mientras tanto, la integración energética regional ya es una realidad operativa. Estados Unidos importa electricidad desde México y mantiene un superávit energético cercano a los 20,000 millones de dólares con su vecino del sur. Canadá, por su parte, aporta generación hidroeléctrica para el noreste estadounidense.
"Nosotros tenemos operaciones en Canadá, los Estados Unidos y México", dice Romero. "Entonces cuando nosotros estamos hablando sobre la integración energética, ya es un hecho. Entonces nosotros, los tres países, están conectados por redes muy importantes de ductos, de cables... Yo creo que la región integrada es mucho más fuerte junto desde la perspectiva energética que cada uno de los países solos", añade.
De la dependencia peligrosa a la integración regional
Los especialistas coinciden en que México, Estados Unidos y Canadá poseen una combinación energética complementaria que podría convertirse en la base de una matriz regional integrada y más resiliente. México destaca por su enorme potencial solar y eólico, especialmente en regiones como el norte del país y el Istmo de Tehuantepec; Estados Unidos lidera en producción de gas natural y es el mayor exportador de gas natural licuado del mundo; y Canadá cuenta con vastas reservas hídricas que alimentan su capacidad hidroeléctrica.
Además de aprovechar sus ventajas naturales, los tres países podrían impulsar una red de infraestructura energética conjunta para abastecer no solo a sus propios mercados, sino también a otras naciones del continente. Interconectar gasoductos y terminales de exportación permitiría transportar energía de manera más eficiente y competitiva, reducir vulnerabilidades frente a crisis externas y consolidar a la región como un bloque exportador clave.
“El caso del gas natural licuado (GNL) es paradigmático”, opina Ana Zamora, presidenta para México del Centro de Infraestructura. “El Pacífico mexicano puede convertirse en una plataforma de exportación de GNL que sirva a intereses energéticos comunes. Eso puede alinear objetivos de soberanía con integración regional”.
Zamora explica que varios proyectos de terminales de licuefacción están en desarrollo en las costas de Baja California y Sonora, con miras a abastecer a países asiáticos y, potencialmente, a socios de América del Norte. “La infraestructura está, pero hace falta voluntad política para que esto trascienda la coyuntura”, insiste.
Actualmente existen ocho interconexiones eléctricas entre México y Estados Unidos, concentradas principalmente en Texas y California. Algunas centrales ubicadas en México ya exportan electricidad a clientes estadounidenses, y el flujo también ocurre en sentido contrario. Lo mismo sucede con Guatemala y Belice, países a los que México abastece parcialmente en momentos de alta demanda.
No obstante, los analistas advierten que esta complementariedad no sustituye una política nacional sólida. “México debe fortalecer su propia generación eléctrica, y eso implica inversiones urgentes en transmisión, almacenamiento y energías limpias”, sostiene Valeria Moy. “La transición energética estuvo en pausa por años. Ahora se tiene que acelerar”.
La presidenta Claudia Sheinbaum esbozó un plan para reactivar esa transición con base en fuentes renovables y mejoras en la eficiencia energética. Pero todavía no se conocen los montos presupuestarios ni el cronograma específico de ejecución. “Hablar de futuro industrial sin asegurar energía es como construir castillos en el aire”, apunta García.
Romero añadió que, incluso con nuevas plantas solares o eólicas, mantener una matriz diversificada seguirá siendo necesario. “Yo creo que aún que hay un camino muy importante aquí en México, con el Plan México, de incrementar la energía renovable, yo creo que el gas natural va a seguir como una parte muy importante... Yo tengo mucha confianza que gas natural va a continuar como una parte importante del de la mezcla energética de México", señala.
Esta visión también se extiende a la región, que enfrenta desafíos similares ante una demanda energética en constante crecimiento. El problema no radica en la falta de recursos —la región cuenta con lo necesario para satisfacerla—, sino en la ausencia de una visión compartida que permita hacerlo de manera competitiva.
"La región tiene que competir con otras regiones en Asia y en Europa. Y juntos México, los Estados Unidos y Canadá tiene el beneficio de utilizar las ventajas de cada país", señala Romero.