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Seguridad energética en juego: el gas natural presiona por una transformación

México es deficitario en la producción de gas natural, por lo que es indispensable reestructurar la estrategia para su aprovechamiento.
vie 13 junio 2025 08:45 AM
México quema su propio gas mientras importa el 70% del que consume
México es un país deficitario en la producción de gas natural, por lo que si se quiere reducir la necesidad del gas natural de exportación, es indispensable reestructurar la estrategia para su aprovechamiento.

México enfrenta un dilema estructural en materia energética: su creciente dependencia del gas natural importado choca con una producción nacional en descenso y una infraestructura insuficiente para aprovechar los recursos disponibles en su propio territorio. A pesar de que el país cuenta con reservas y campos potenciales, la falta de planeación, inversión y regulación ha limitado la posibilidad de convertir al gas natural en una fuente confiable y sostenible para el desarrollo económico y energético.

“Puede ser factible, pero se requiere de un rediseño en México, que sea estratégico, robusto y basado en criterios de sostenibilidad”, advierte Alejandro De Jesús, socio del Environmental Resources Management (ERM), al referirse a la posibilidad de fortalecer la producción nacional de gas. Y es que en la actualidad, México no solo importa más del 70% del gas que consume, sino que gran parte del que sí produce se desperdicia o se quema.

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La producción nacional alcanzó en enero pasado apenas 4,377 millones de pies cúbicos diarios, según el último reporte de la extinta Comisión Nacional de Hidrocarburos. Esta cifra representa una caída frente a los 4,801 millones registrados un año antes. En contraste, el consumo al cierre de 2024 fue de casi nueve millones de pies cúbicos diarios, de acuerdo con la Secretaría de Energía (Sener). El déficit estructural es evidente.

La dependencia del gas importado, principalmente desde Texas, se ha vuelto crítica. Aunque existen planes para diversificar las fuentes y mejorar el abasto, estos no han avanzado al ritmo que exige la demanda ni han respondido al desafío de fondo: desarrollar una política integral que incentive la producción nacional bajo criterios de sustentabilidad.

De Jesús resume el reto en cuatro ejes: mayor integración del sector privado, inversión en infraestructura de transporte y almacenamiento, aprovechamiento del gas ocioso —el que se pierde durante la producción de petróleo— y un marco regulatorio que asegure el cumplimiento. “Si no cumplimos con todo esto, nos ponemos en peligro de que México no pueda cumplir con sus compromisos climáticos”, advierte.

El objetivo es alcanzar una generación de energías limpias de entre el 38 y 45 por ciento hacia 2030.

Uno de los principales cuellos de botella es la infraestructura. Hoy en día no existe una red completa que permita llevar la molécula a todas las regiones del país, ni mucho menos exportarla. Esta carencia afecta no solo la distribución sino también la viabilidad de nuevos proyectos de generación eléctrica y la instalación de industrias que dependen del gas como insumo clave.

Además, el enfoque histórico del sector energético ha sido extraer gas como un subproducto del petróleo, sin una estrategia específica para su aprovechamiento. Esto ha llevado a que el gas asociado sea quemado o venteado, ante la falta de infraestructura para captarlo. “La gestión responsable del gas es que realmente tenemos que prohibir la quema innecesaria, es un reto, pero hay que lograrlo”, señala el especialista.

México está entre los diez países que más gas queman en el mundo. “Es muy poco el gas se utiliza para consumo nacional, básicamente ese gas se pierde o se quema”, reconoce De Jesús con base en datos del Banco Mundial. Esta práctica no solo representa una pérdida económica, sino también un fuerte impacto ambiental.

El Centro Nacional de Control del Gas Natural (Cenagas) ha promovido consultas públicas para identificar los desafíos del sector, pero los ejercicios no se han traducido en soluciones tangibles. A la fecha, no se han materializado nuevos esquemas de almacenamiento ni proyectos relevantes en gasoductos, lo que refleja una desconexión entre el diagnóstico y la ejecución.

La actual administración ha prometido aumentar la producción y aprovechar el gas asociado, pero los avances son limitados. Aunque existen proyectos en marcha, como los gasoductos para la Península de Yucatán y Baja California, estos siguen dependiendo de gas importado. El ducto Puerta al Sureste, desarrollado por TC Energía, y la ampliación del gasoducto Mayakan, a cargo de Engie, son ejemplos de ello.

En el norte, Grupo Carso construirá el gasoducto Centauro del Norte, con el que se busca llevar gas a Baja California, una región históricamente desconectada de la red nacional. Ahí, la CFE planea instalar dos plantas de ciclo combinado. Sin embargo, estos proyectos son paliativos que no atacan la raíz del problema, que es la necesidad de producir más gas nacional.

El Plan México, en su apartado de Soberanía Energética, contempla un objetivo modesto: elevar la producción nacional de gas natural a cinco millones de pies cúbicos diarios. Aunque representa un avance frente al nivel actual, sigue muy por debajo de la demanda total del país, que prácticamente duplica esa cifra.

Para De Jesús, la solución pasa por una reestructura integral del sector. No se trata únicamente de perforar más pozos, sino de establecer reglas claras, asegurar inversiones, aprovechar mejor el gas asociado y construir la infraestructura necesaria. Sin estos elementos, México seguirá dependiendo del exterior, con los riesgos que ello implica en términos de seguridad energética y precios.

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