La industria química participa en el 60% al 80% de la proveeduría de materiales básicos que otras industrias consumen, desde empaques y alimentos hasta farmacéuticos y autopartes. Sin embargo, su integración energética está comprometida. “La petroquímica en México no está en sus mejores condiciones”, reconoce Pons. La insuficiente producción de materias primas por parte de Pemex ha generado una dependencia crónica de las importaciones, particularmente desde Estados Unidos.
Actualmente, muchas empresas del sector optan por frenar decisiones estratégicas ante la incertidumbre del abasto. Según la ANIQ, los retos van más allá del etano: también afectan el suministro de gas, agua y energía, insumos imprescindibles para operar cualquier planta química. “El primer reto es el suministro. El segundo es contar con electricidad confiable, segura y competitiva, es decir, a precios justos y sin cortes”, resume Pons.
El tercer desafío es estructural: la necesidad de importar productos químicos que deberían producirse localmente. Esta dependencia, advierte la ANIQ, hace inviable pensar en proyectos de largo plazo. El cuarto punto crítico es el entorno regulatorio: trámites lentos, preverificaciones innecesarias y restricciones logísticas que afectan el tránsito de materiales por puertos y aduanas.
La industria ha planteado estos problemas directamente al gobierno federal. Desde la ANIQ, se mantiene un diálogo con las secretarías de Energía y de Economía, así como con otras entidades clave. “Estamos trabajando en conjunto con las autoridades para detallar áreas prioritarias, con acciones específicas para incrementar la producción de materias primas de Pemex”, explica Pons.
Además, el sector privado ha propuesto esquemas de coinversión con el Estado para acelerar el desarrollo de la petroquímica nacional. “Estamos dispuestos a hacer coinversiones con Pemex en varios sectores. Ese es el trabajo que estamos haciendo ahora”, puntualiza.
El Plan México
Uno de los espacios de colaboración es el llamado Plan México, la estrategia industrial impulsada por el nuevo gobierno encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum. El plan contempla el desarrollo de la industria química y petroquímica como una prioridad nacional e identifica regiones con potencial de crecimiento, como Sonora, Coahuila, Hidalgo y el Golfo de California.
También plantea medidas concretas, como eliminar preverificaciones para precursores químicos, evitar la retención prolongada de embarques en aduanas, modernizar los accesos portuarios de Veracruz y Coatzacoalcos, y flexibilizar la entrada de insumos por otras vías. Para la ANIQ, estos ajustes son indispensables para volver competitiva a la industria.
“No hay industria manufacturera sin industria química”, subraya Pons. La producción local de químicos es, según el líder gremial, una condición necesaria para que el nearshoring en México se traduzca en cadenas de valor real. “Si logramos fortalecer la industria química, podremos habilitar otras cadenas de manufactura de valor agregado”, afirma.
El sector ya elaboró un diagnóstico técnico y financiero sobre las condiciones necesarias para recuperar su nivel de operación. En conjunto con una consultora especializada, la ANIQ estimó que se requiere una inversión de al menos 50 mil millones de dólares para modernizar instalaciones, mejorar la eficiencia de plantas existentes y atraer nuevas operaciones.
Si ese plan se concreta, el impacto sería relevante no solo para el sector, sino para la economía nacional. “Podríamos representar hasta el 4% del PIB, con lo que aseguraríamos una competitividad de largo plazo”, sostiene Pons. Actualmente, la industria química representa el 2% del producto interno bruto.