El delicado equilibrio energético
El cálculo, compartido durante el foro 2025 México Commodity Insights Briefing, pone en evidencia una realidad poco discutida, que Estados Unidos necesita a México tanto como México depende de él. La integración energética del T-MEC no es solo una fórmula comercial, sino un delicado equilibrio entre oferta, demanda y refinerías que ya no encuentran nuevos clientes.
En México se consumen más de 700,000 barriles diarios de gasolinas. Casi dos tercios llegan desde el norte, lo que ha convertido a los ductos, terminales marítimas y trenes de combustibles en una arteria invisible que mantiene viva la movilidad nacional. Si esa arteria se cerrara, el impacto sería doble: México ganaría soberanía, pero Estados Unidos perdería mercado.
“Sería un impacto muy significativo para Estados Unidos, porque si no es en México y pensamos en que se puede enviar más a Brasil o a África, pues eso no es suficiente para todos los refinadores de EU. Y llegaría un punto en donde habría refinerías, que quizá no sean las más fuertes en términos económicos y estratégicos, que tendrían que cerrar”, advirtió Pérez en entrevista.
El planteamiento es hipotético, pero las cifras lo sostienen. México representa el destino de casi una cuarta parte de las exportaciones de combustibles estadounidenses. Y aunque la demanda local de gasolina ha crecido poco, su dependencia del exterior ha sido un salvavidas para la industria refinadora en Texas y Luisiana.
En sentido inverso, la política energética mexicana busca que esa dependencia desaparezca. Desde la administración de Andrés Manuel López Obrador, el discurso de “soberanía energética” prometió reducir importaciones, aumentar la capacidad de Pemex y “dejar el petróleo en casa”. El mensaje era claro: cada barril procesado en México equivaldría a menos vulnerabilidad frente a su principal socio comercial.
El plan no era nuevo, pero sí ambicioso. Después de la apertura energética de 2013, las importaciones de gasolina se dispararon, y Pemex perdió terreno frente a compañías privadas. La apuesta del sexenio pasado fue revertir esa tendencia con más control estatal, dos nuevas refinerías —una comprada, otra construida— y un discurso de autosuficiencia.
En el papel, la estrategia buscaba que los mexicanos consumieran combustibles producidos en territorio nacional. En la práctica, el reto fue más complejo: el sistema de refinación operaba al 40% de su capacidad y requería inversiones multimillonarias para procesar crudo pesado, el tipo que domina la mezcla mexicana.
¿Una amenaza para el Golfo estadounidense?
Hoy Pemex tiene siete refinerías, incluidas Deer Park, en Texas, y Olmeca, en Dos Bocas, Tabasco. La primera, pese a su eficiencia, mantiene contratos de venta en Estados Unidos; la segunda, inaugurada en 2021, aún no produce a escala comercial.
Mientras el gobierno presume avances en producción, los volúmenes importados apenas se reducen. En 2024, México siguió comprando más de 400,000 barriles diarios de combustibles. La razón no es solo productiva, sino logística. “No hay nada más caro que el combustible que no se tiene”, señaló Víctor Hugo Arellano, director técnico y normativo de Onexpo Nacional.
Arellano advierte que la infraestructura para almacenamiento y distribución es un talón de Aquiles: México no cuenta con más de tres días de inventario de combustibles en caso de una contingencia. La autosuficiencia, en ese sentido, no solo requiere refinar más, sino mover y guardar mejor.
Aun con esos límites, la posibilidad de un México autosuficiente inquieta a los analistas. Si el país lograra abastecer su mercado interno sin importar gasolina estadounidense, los efectos en la Costa del Golfo serían inmediatos. Refinerías medianas, con márgenes ajustados y sin nuevos destinos, quedarían fuera del mercado.
El cierre de tres o cuatro plantas podría parecer marginal frente a las más de 120 que operan en Estados Unidos, pero su concentración en Texas —justo donde también se ubica Deer Park— generaría una disrupción en el empleo, el transporte marítimo y la cadena de exportación del Golfo.
El problema, explica S&P Global, no sería tanto el excedente, sino la falta de nuevos clientes. “La demanda local ya no presenta cifras de crecimiento, y son pocas las regiones en el mundo donde se tiene un aumento en su demanda de energéticos”, apuntó Pérez. En otras palabras, el mercado mexicano es una excepción valiosa en un entorno de consumo plano.
En términos geopolíticos, México se ha convertido en la válvula de escape del sistema refinador estadounidense. Cada litro que cruza la frontera mantiene activa una industria que, sin ese flujo, enfrentaría una reducción estructural.