Paros de producción
Cartier explicó que la marca japonesa está “bien hasta la primera semana de noviembre” en términos de suministro, lo que deja un margen de apenas unos días antes de enfrentar posibles interrupciones. En América del Norte, Honda ya suspendió la producción en una planta de México y comenzó a ajustar operaciones en Estados Unidos y Canadá.
El fantasma de 2021 —cuando la pandemia provocó una escasez global de chips— vuelve a rondar las líneas de producción. En aquel entonces, el cierre de fábricas en Asia y la súbita recuperación del consumo electrónico paralizaron al sector automotor, generando retrasos de meses y pérdidas millonarias.
Ahora, el desafío es distinto, pero igual de preocupante. Si bien muchas automotrices aprendieron de aquella experiencia y reforzaron sus reservas, la dependencia de proveedores de segundo y tercer nivel sigue siendo una vulnerabilidad. “Incluso si las automotrices hubieran hecho acopio de chips, seguirían estando a merced de sus proveedores”, advirtió Cartier.
En Brasil, funcionarios del gobierno alertaron que algunos fabricantes podrían verse obligados a detener operaciones en “dos o tres semanas” si la crisis se prolonga. La presión se extiende por toda la cadena de valor, afectando tanto a ensambladoras como a proveedores de autopartes.
La alemana Mercedes-Benz también está en modo de emergencia. “No hace falta decir que estamos recorriendo el mundo en busca de alternativas”, reconoció Ola Källenius, su presidente ejecutivo. El directivo aseguró que el fabricante “está cubierto a corto plazo”, aunque admitió que la situación “es distinta a la de la última crisis de chips, porque ahora el problema tiene raíces políticas y requerirá una solución política”.
Para Källenius, la lección es clara: la globalización de las cadenas de suministro hace que cualquier roce comercial se convierta en un riesgo sistémico. “En un coche moderno de alta tecnología están presentes prácticamente los cinco continentes”, afirmó.
Los analistas advierten que esta nueva escasez pone en evidencia la fragilidad del modelo productivo globalizado, donde un componente fabricado en una planta específica puede detener la producción de millones de vehículos.
Según Klaus Schmitz, socio de la consultora Arthur D. Little, las automotrices ya están evaluando medidas de contingencia. “Están estudiando paralizaciones de la producción o el uso de piezas alternativas para paliar la escasez”, explicó.
Sin embargo, las opciones son limitadas. Los chips de Nexperia son altamente especializados y su sustitución no es inmediata. “Sin duda, las empresas negociarán ahora con China. Los gobiernos están negociando con China, sobre todo Estados Unidos”, añadió Schmitz. “El impacto real está por verse, pero es muy probable que sea una situación bastante crítica”.
La incertidumbre también golpea a los mercados financieros. Los inversionistas siguen de cerca la evolución del conflicto, temiendo que la crisis escale y afecte la recuperación de la industria automotriz global, una de las más importantes en empleo y exportaciones.
En paralelo, los gobiernos europeos y asiáticos analizan cómo equilibrar la seguridad tecnológica con la continuidad industrial. Los Países Bajos, al igual que Japón y Corea del Sur, se encuentran en medio de una disputa por el control de tecnologías sensibles que podrían redefinir el mapa de la manufactura mundial.
Para los fabricantes, el reto inmediato es mantener sus plantas en marcha. Cada semana sin producción representa miles de unidades menos en inventario, justo cuando la demanda global comienza a estabilizarse tras años de turbulencia.
A largo plazo, el episodio refuerza la urgencia de diversificar proveedores y repatriar parte de la fabricación de semiconductores. En Europa y América del Norte ya se están destinando miles de millones de dólares a nuevos proyectos de producción local.
Sin embargo, esos esfuerzos tomarán años en rendir frutos. Mientras tanto, las automotrices tendrán que navegar entre la escasez, las tensiones geopolíticas y la presión por mantener la rentabilidad.
La segunda crisis de chips no solo amenaza con retrasar entregas y elevar costos, sino con recordar al sector que la tecnología —su mayor aliada en la transición hacia la movilidad eléctrica y autónoma— también puede ser su punto más débil.
Con información de Reuters