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El arte "juguetón, pero serio" del mexicano Gabriel Orozco llega a Londres

El "más importante artista mexicano vivo" exhibe en Londres parte de su trabajo. Incluye juegos y objetos cotidianos: su paso por la vida
mar 01 febrero 2011 09:03 AM

Un cráneo humano cubierto por un patrón de tablero de ajedrez, el tercio central de un auto removido con precisión quirúrgica, un elevador claustrofóbico con un techo bajo.

Se trata de obras creadas por el multidisciplinario artista mexicano, Gabriel Orozco, que actualmente están en exhibición en el museo Tate Modern en Londres.

El artista es reconocido por su irónico trabajo conceptual, que juega con las percepciones del espectador frente a objetos cotidianos y de la vida urbana, como un auto partido, que desde los lados parece normal, pero visto de frente no tiene sentido.

“Es cierto que hay una parte de mi trabajo que quizás es algo infantil”, dijo Orozco con respecto al uso de juegos en sus obras, como un tablero de ajedrez de cuatro veces su tamaño normal, cubierto sólo de caballos, y mesas de billar ovales con una bola suspendida sobre ella.

Pero sus juguetonas obras son apuntaladas por un interés en el cuerpo y en la forma en la que se mueve en el espacio. Los juegos son un medio para intentar entender el mundo y su propia posición en él, dijo Orozco.

La pieza del cráneo, por ejemplo, llamada Papalotes negros, fue creada mientras el artista se recuperaba de un pulmón colapsado.

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“Hay dos materiales muy naturales y ambos son reales. El grafito es real, la cabeza es una cabeza real”, explicó. “Todo es cuestión del proceso de pensar y percibir todo, la vida, la muerte”.

Menos dramático que el cráneo de diamantes incrustados de 80 millones de dólares de Damien Hirst , Papalotes negros es una exploración silenciosa pero impactante de lo que el artista considera “un material cotidiano”.

“Toda la materia es social, y toda la materia tiene una implicación política, pero creo que son dos materias primordiales que encuentras en cualquier lugar, y no se trata de algo fantástico o religioso o algo que no sea real”, dijo.

Orozco es considerado “el artista mexicano vivo más importante” según The Economist, y el curador Franceso Bonami lo considera “una especie de Zorro del arte mexicano contemporáneo”.

Pero su obra no está ligada a su país natal.

Según Jessica Morgan, curadora de la exhibición en Tate Modern, el trabajo de Orozco trata de la navegación a una escala urbana y global. “Se mueve con su propia vida, ya sea una transferencia permanente a Nueva York en los 90 cuando fue a residir ahí, su casa en México, sus periodos pasados en Costa Rica, Brasil, París… estos lugares han contribuido mucho a su trabajo”.

Piedra que cede, una bola de plastilina que pesa lo mismo que el artista, fue creada en las calles de Monterrey, México, y después en Nueva York, acumulando mugre y polvo y las huellas de la ciudad, y ahora se encuentra exhibida en la galería.

La instalación Chicotes, hecha especialmente para el Tate Modern, es una galería entera llena de trozos y restos de llantas de auto destrozadas en las carreteras mexicanas.

Mientras tanto, Hasta que encuentre otra Schwalbe amarilla, es una serie de fotografías que tomó el artista mientras estaba en Berlín. En 1995, Orozco paseó por la ciudad en una motoneta Schwalbe, buscando el mismo modelo, y después unió las fotografías.

“Casi puedes imaginar Berlín como un enorme tablero de ajedrez, quizás”, dijo Morgan.

“Mientras se mueve, coloca su propia pieza, que es la Shwalbe, junto a otra, cada vez que se topa con una”, dijo.

Como paseante cotidiano de la ciudad, Orozco explicó que entró a los estudios desde muy joven y también encontró inspiración en la ciudad, sobre todo incorporando objetos de la calle, o alterándolos sutilmente.

“Incluso en la escuela, pero justo después de salir, me sentía muy infeliz en la burbuja del estudio, y me aburría”, dijo. “No soy una persona amante de los paisajes vacíos. Me gusta la vida de la ciudad, simplemente caminar”.

El propósito de su práctica es generar conciencia a varios niveles, dijo.

“No sólo en cuestión ambiental, sino en términos de geometría, de gravedad, de comportamiento social, de percepción de la vida cotidiana”, dijo.

Agregó que es cuestión de generar un sistema o práctica de conciencia que pueda ser transmitido, “y establecer una comunicación con alguien más”.

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