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Caballos de mimbre y tela conquista los escenarios del mundo

Mientras relinchan, reparan y pisotean, es imposible no sentir que estos animales en el escenario son seres vivos que respiran
mié 01 junio 2011 10:13 AM
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Mientras relinchan, reparan y pisotean, es imposible no sentir que estos animales en el escenario son seres vivos que respiran.

Estos títeres de tamaño real de la aclamada obra War Horse fueron creados con mimbre, tela y aluminio, en un diseño crudo y simple.

Ésta exitosa obra fue producida por el Teatro Nacional del Reino Unido, y ahora Steven Spielberg la está adaptando para la pantalla grande. La obra sigue la vida de un joven granjero llamado Albert y su corcel favorito, Joey, quienes son separados cuando estalla la Primera Guerra Mundial y Joey es reclutado para irse al campo de batalla de Francia.

Su capacidad para hacer llorar tanto a adultos como niños fue un éxito en West End, en Londres, el mes pasado, y una segunda producción abrió en Lincoln Center, en Broadway. Ya se anunció que su trabajo de títeres recibirá un Tony especial.

La compañía sudafricana Hadspring, que ha sido pionera en la creación de títeres a gran escala para adultos desde 1985, diseñó y fabricó los caballos en un estilo intencionalmente recortado.

“Tienen una cualidad de boceto”, dice Basil Jones, de Hadspring. “Sus proporciones son naturales, pero los detalles son abstractos; el realismo surge del movimiento”.

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Los artistas en Nueva York que deben manipular los títeres de 2.4 metros —cada uno de los cuales debe ser operado por tres personas—, tuvieron que seguir los pasos de sus contrapartes en Londres para aprender las gracias equinas.

“Viajamos con la policía montada para darnos una idea de lo reales que son los movimientos de los caballos”, dice Adrian Kohler, quien fundó Hadspring junto con Jones.

“Es crucial hacer que las piernas se muevan en la secuencia correcta, para que el sonido de las pezuñas dé realismo al caballo incluso con los ojos cerrados. Eso toma un tiempo. Debes aprender a caminar, después a trotar, después a galopar. Lo único que no podemos hacer es medio galope, porque implica tener tres pies fuera del piso al mismo tiempo”.  

Lo siguiente es aprender el vocabulario físico del animal, para poder expresar emociones y pensamientos sin usar el habla. “Las orejas y la cola son los indicadores de emociones más visibles para el público. Si las orejas apuntan hacia atrás, implican miedo o ira, y si se mueven, el caballo está tranquilo”, dijo Kohler.

“Cuando la cola está levantada, el caballo está emocionado, y cuando se asustan la meten entre las patas como un perro”.

Los directores de la obra dieron a los titiriteros libertad de estar de forma impredecible en el escenario, permitiendo que el espíritu del animal dictara la actuación precisa cada noche. La espontaneidad de las acciones de los caballos es mucho más increíble considerando que los titiriteros trabajan con cada animal: hay dos dentro del cuerpo y uno operando la cabeza. Ni siquiera pueden susurrarse entre sí porque usan micrófonos.

“Se comunican con inhalaciones”, explica Kohler. “Un respiro profundo repentino de aire significa ‘voy a algún lado’ y los otros dos lo siguen. Pensarías que la cabeza toma todas las decisiones, pero todos toman decisiones distintas todo el tiempo”.

La clave para hacer que el movimiento sea realista es manteniendo la simpleza. “Somos minimalistas; el secreto de la manipulación de títeres es que hacemos muy poco”, dice Jones. “Nuestra filosofía está en los respiros; debes creer que aunque haya sólo una persona sentada en la parte trasera del auditorio, pueden ver respirar al títere. Es la capacidad de confiar en la presencia de tu títere en el escenario y saber que no debes hacer mucho para darle vida. Estar quieto es un indicador de vida, tanto como el movimiento”.

Pero el control es limitado. Los titiriteros descubrieron que las patas de los caballos se aflojan durante las presentaciones. Un equipo de gente espera tras bambalinas para hacer ajustes y remplazar partes rotas durante los cambios de escenario.

La producción en el Reino Unido ya lleva cuatro años; la mayoría de las partes del cuerpo ya no son originales. En Nueva York, los diseños cambiaron un poco para hacerlos más ligeros (para fortuna de quienes están bajo la silla, quienes también deben cargar a los jinetes humanos).

La producción abrirá en Toronto y hará una gira en Estados Unidos el año entrante, por lo que los talleres de Hadsprings en Ciudad del Cabo están trabajando horas extra para terminar los caballos. Parece que la caña y la tela pueden hechizar a gente de todo el mundo.

“Creo que el público quiere ver una criatura que lucha por ser como ellos, por un objeto muerto que busca vivir”, explica Kohler. “Esa lucha es lo que les permite tener empatía hacia un títere de forma distinta a como lo harían con un actor”. 

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