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Admiradores de Frida Kahlo celebran su cumpleaños 104 con una foto

El museo Dolores Olmedo celebra el cumpleaños de la pintora mexicana con un regalo para sus admiradores que visitan su colección
lun 11 julio 2011 08:35 PM

El mediodía del domingo, el cielo de la Ciudad de México tenía un color grisáceo y las nubes hacían pensar que, de un momento a otro, las reminiscencias del huracán Calvin , que se alejaba de las costas del Pacífico caerían sobre los 32,000 metros cuadrados de terreno del Museo Dolores Olmedo, recinto creado por la coleccionista y mecenas del mismo nombre, en 1994.

“Dolores Olmedo solía decir: 'Si tienes algo, tienes la obligación de compartirlo con tus semejantes. Y esa lección nunca la he olvidado ni la olvidaré'. Es así que Lola Olmedo hace la donación de su casa y sus colecciones de arte al pueblo de México”, comentó Carlos Phillips Olmedo, director general del museo.

Las dos puertas de madera con refuerzos de hierro abrían paso a las decenas de visitantes que querían cruzar la barda de piedra volcánica que rodea al terreno, muchos de los cuales tenían un objetivo: llegar a la sala Claudia Madrazo y Roberto Hernández R., donde les esperaba la colección más grande e importante del mundo de obras de la pintora mexicana Frida Kahlo.

“La Colección Frida Kahlo del Museo Dolores Olmedo es ampliamente solicitada para formar parte de magnas exposiciones individuales en el extranjero y siempre rompe récords de asistencia. En 2005 se presentó en la Tate Gallery de Londres; en 2007 y 2008 en Estados Unidos, en el Walker Art Center de Minnesota, el Museo de Arte de Filadelfia y en el Museo de Arte Moderno de San Francisco. Durante 2010 se exhibió en Europa, en Bruselas, Berlín y Viena”, agregó Phillips.

La conmemoración de los aniversarios 104 del nacimiento (6 de julio de 1907) y 57 luctuoso (13 de julio de 1954) de la artista le dieron a sus seguidores la oportunidad de romper las reglas y llevarse un recuerdo excepcional: durante los ocho días que separan una fecha de la otra podrían entrar a la sala y tomarse una foto con tres de las 24 obras expuestas.

El recorrido hacia la sala comenzó al cruzar los arcos de seguridad. Citadinos y turistas avanzaban por el andador de piedra que a los costados se engalana con dos jardines excepcionales: el de la izquierda exhibe una pequeña escultura donada por la estadounidense Carol Miller y, frente a ella, un pasillo más angosto conduce hacia la estatua de Dolores Olmedo, que les da la bienvenida a su otrora hogar.

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A la derecha, enormes magueyes pulqueros son sólo el preámbulo de lo que podrán encontrar más adelante; en ambos jardines, la presencia de 80 pavorreales, tanto adultos como recién nacidos, sorprendió a más de uno, los tonos azules y verdes de sus plumas a veces se perdían entre la flora, que comprende más de 20 especies de árboles y flores.

“Doña Lola no sólo era una gran coleccionista de arte, sino una amante de la fauna, la flora, y la naturaleza en general, por eso hay tantos animales y plantas en todo el terreno”, explicó Luis Hernández Velásquez, arquitecto del museo.

Más adelante, los curiosos observaron a los xoloizcuintles, 10 perros de antigua tradición mexicana que han sido parte del museo desde que el muralista Diego Rivera, conociendo el amor que su íntima amiga Dolores Olmedo le tenía a la fauna, le regalara a Nahual y Citlali, iniciadores de la familia actual.

“Antes había faisanes y pelícanos; los pavorreales son aves fuertes y sobrevivieron, ahora quedan ellos, pero también tenemos gansos y patos”, apuntó Adriana Jaramillo, directora de Comunicación del recinto.

La meta seguía siendo la sala dedicada a Frida, pero algo los invitó a dejar lo mejor para el final. Entraron a ver las 148 obras de caballete de Diego Rivera (algunas son regalo del pintor a Olmedo, otras adquiridas a lo largo de la vida de la coleccionista) , las 900 piezas de arte prehispánico, las 3,000 de arte popular e incluso se dirigieron a ver un espectáculo de música tradicional en el anfiteatro.

Al final, se decidieron a entrar al casco de la ex Hacienda de La Noria, cuya historia data del siglo XVI, que fue adquirido restaurado por Olmedo en 1962, primero, para vivir ahí, después, para construir el museo que hoy es orgullo de la gente de Xochimilco y que años antes incluso había servido como refugio para las tropas del general Emiliano Zapata.

Ahí están las obras de Kahlo, ahí la sala que resguarda La Columna Rota, Hospital Henry Ford, Autorretrato con Changuito, Unos Cuantos Piquetitos y Mi Nana y Yo, lienzos característicos de la pintora que, junto con 22 más, fueron adquirido por Dolores Olmedo a recomendación de Diego Rivera, a partir de 1955 y en años siguientes.

Los visitantes entraron con cautela, como si fuera algo extraño, y recorrieron el cuarto de un lado a otro para escoger con cuidado las obras que querían para su álbum, pues sólo les estaba permitido retratarse con tres; en el recinto había hombres y mujeres, adultos, jóvenes y niños, todos maravillados por las imágenes que colgaban en las paredes y que por única ocasión podrían conservar.

“La obra de Frida Kahlo cuenta con derechos de autor. El copyright es propiedad del Banco de México, fiduciario en el Fideicomiso relativo a los Museos Diego Rivera y Frida Kahlo. Las imágenes de las obras sólo se pueden reproducir con autorización del fiduciario y del coleccionista. La dinámica Autorretrato con Frida  tiene el objetivo de acercar al público al museo Dolores Olmedo y a la obra que forma parte de nuestra colección”, dijo Carlos Phillips.

No les era fácil escoger, pero finalmente se decidieron, le quitaron el flash a sus cámaras para no dañar la obra, patrimonio cultural de México , y posaron, sonrieron, se pusieron serios o solo obedecieron a su padres, e inmortalizaron el momento, algunos usaron una cámara digital, otros, a falta de ella, sacaron su celular e inmediatamente después subieron su nueva foto a Facebook o tuitearon la experiencia.

La sala lució repleta, los pequeños preguntaron a sus padres por qué había sangre en las pinturas; los jóvenes discutieron la violencia y el surrealismo que Kahlo contradecía diciendo que pintaba su realidad. Otros solo miraron sin hablar, pero todos, al final, se tomaron una foto con Frida, guardaron para sí el espíritu de una de las pintoras mexicanas más reconocidas a nivel internacional y lo inmortalizaban en una imagen suya.

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