Nelson Mandela toca corazones en política y en la actuación
Dos semanas antes del cumpleaños número 93 de Nelson Mandela el 18 de julio, la actriz Alfre Woodard se sienta en un sofá cerca de su casa en Santa Mónica, California, recordando la primera vez que lo conoció.
Ya como activista y una voz líder contra el apartheid, Woodard presentó a Mandela en un evento de recaudación de fondos en 1990 durante su primer viaje a Estados Unidos después de su salida de prisión.
“En el momento en que subió al escenario, literalmente yo comencé a saltar alrededor... No podía detener la electricidad en mi cuerpo”, dice.
“Así que fui y lo envolví en mis brazos, y le dije al oído: “¡Oh Madiba, Madiba. ¿Cómo estás? ¿Has comido? ¿Has dormido? Y se convirtió en algo muy divertido porque 'Nadie me ha preguntado eso, Alfre, en todos mis viajes'”, dice Woodard con una sonrisa. “Así que eso más o menos se convirtió en la base de nuestra relación”.
Mucho antes de que se conocieran, la pasión de Woodard por la justicia social en Sudáfrica había crecido desde que era una estudiante en la Universidad de Boston.
En 1989, se unió a un puñado de artistas y actores, como Danny Glover y Mary Steenburgen, para fundar lo que ahora se llama Artists for a New South Africa (ANSA) . Utilizaban su fama como plataforma para arrojar luz sobre el apartheid y abogar por sanciones contra el régimen.
“Una vez que el apartheid fue aplastado... una de las cosas que Madiba nos dijo fue: 'Nos han ayudado en nuestra lucha para derrotar al apartheid, pero ahora nos enfrentamos a otro enemigo formidable que es la pandemia del VIH/sida '”, recuerda. “Así que nos hemos transformado a través de los años para ser de ayuda”.
ANSA cambió su misión y en 2005 creó un programa de atención a los huérfanos llamado It Takes a Village para ayudar a unos 3,500 huérfanos del Sida en Sudáfrica.
Mientras trabaja para combatir la enfermedad, la relación de Woodard con Mandela ha crecido como activista y como amiga.
Ella recuerda haber recibido una invitación para una cena de Estado en la Casa Blanca cuando Bill Clinton era presidente; no de parte del propio Clinton, sino de Mandela, quien fue honrado allí.
“Estábamos en la fila de recepción... y él me ve a una distancia de tres personas, se inclina y dice: '¡Alfre, Alfre! ¿Te acuerdas de mí? Soy Nelson'”, comenta. “Y yo dije: ' Madiba, no creo que nadie pueda olvidarte , y ciertamente yo no'”.
Otras veces, sus cenas eran menos formales.
“Continuamos realizando trabajo político en conjunto... y siempre tuve la bendición y la suerte de poder tener una comida privada con él. La primera fue después de que él se convirtió en presidente.
“La cuestión con Madiba es que de inmediato es como tener una audiencia con tus antepasados... porque te reconoce como una persona joven, pero habla contigo, y espera cosas de ti, de igual a igual. Y creo que cuando la gente espera cosas de ti , te das cuenta de que eres capaz de ello y lo puedes hacer”.
Durante uno de sus viajes a Sudáfrica, Woodard realizó una gira por la isla de Robben, donde Mandela pasó muchos de sus 27 años en prisión.
“Después de escuchar tanto acerca de ella, acerca de esta gran y malvada fortaleza que absorbe la vida de gente buena... yo pensaba que iba a enojarme apenas al llegar”, explica.
“Mientras Ahmed Kathrada (un político sudafricano que pasó 18 años en la prisión de Robben Island) nos llevaba a través de los pabellones y nos hablaba acerca de la vida allí, transformó por completo la noción entera de estar prisionero. Me di cuenta de que no puedes ser prisionero. Puedes ser retenido. Sin embargo, estos hombres decidieron no estar en prisión. Y para mí, casi se convirtió en un lugar sagrado.
“Creo que lo que Madiba nos ha demostrado a todos nosotros, no es de lo que él era capaz, sino de lo que cada persona es capaz... no importa en qué circunstancia se encuentre. Es cómo respondas a las circunstancias.
“El nos da eso, no como un icono, sino como un ser humano, como hombre, como un abuelo, como un padre, como persona, como un Madiba para todo el mundo”.