El festival afrocaribeño con sabor internacional conquista Veracruz
Quedarse quieto es imposible y más aún tener un gesto de seriedad cuando algunos de los músicos más reconocidos del mundo invitan a saltar y bailar más que con los pies, con el corazón.
Así pueden describirse los conciertos que en el Auditorio Benito Juárez del puerto de Veracruz ofrecieron Totó la Composina, Carlinhos Brown y Eddie Palmieri en el marco del Festival Afrocaribeño que celebró su 17ª edición del 11 al 14 de agosto.
El cambio de sede de la explanada del malecón al auditorio, y el evidente aparato de seguridad montado dentro y fuera de éste, eran una clara señal de que en Veracruz, como en otras regiones del país, la tranquilidad ciudadana no pasa por su mejor momento. Lo que por fortuna no ha cambiado es la naturaleza festiva y bullanguera de los veracruzanos.
La noche del viernes, compartieron escenario Totó la Composina y Carlinhos Brown. La colombiana recordó que su presencia en el escenario tenía no sólo el propósito de divertir, sino mostrar que los ritmos heredados de los negros llegados a América son un lenguaje comprensible para todo el mundo cuando se escuchan desde el interior.
“Son una conexión con nuestra raíz y la madre tierra, con la naturaleza más pura de nuestro corazón”, dijo con esa voz descrita por muchos críticos como lo mejor de la colección Real World producida por Peter Gabriel, y que acompañada de tambores, bongos, maracas, guitarras y gaitas, ha levantado de sus asientos a públicos en toda América y Europa. Veracruz no fue la excepción, y demostró que la tercera sangre en las venas de los mexicanos es un legado compartido que no nos deja mal parados cuando se trata de sacudir la cadera.
Tocó el turno después a Carlinhos Brown, el músico brasileño que lleva los ritmos tribales al centro mismo de las pistas de baile de todo el mundo. Las sillas del auditorio estorbaron a la mayoría que sin pensarlo se unió al músico en una amalgama de cuerpos moviéndose frenéticos, sin parar, cada minuto que Brown estuvo en el escenario del que bajó una docena de veces a bailar entre los asistentes.
Un par de banderas brasileñas fueron el pretexto para que el músico recordara que a pesar de la diferencia lingüística con el público de esa noche, la música es un lenguaje universal y unificador contra el odio, la violencia y la discriminación de aquellos que no han aprendido a ver debajo del color de la piel para observar nada más que el alma. Pasada la media noche cuando Brown dio por terminada su actuación en el puerto de Veracruz, sitio que visitó por primera vez y en donde dijo haberse sentido “en familia, como en mi casa”.
Para el sábado, el plato fuerte fue la presencia de un músico excepcional. Nacido en Nueva York de padres puertorriqueños, Eddie Palmieri dejó claro que el ritmo se lleva en la sangre. Con más de medio siglo de trayectoria, seis premios Grammy y conciertos abarrotados en todo el mundo, Palmieri llegó por primera vez a Veracruz y dijo sentirse honrado por la invitación para hacer bailar a los jarochos.
Precisamente al grito de “¡Vamos a bailar Veracruz!”, el maestro del piano rumbero lanzó lo mejor de su repertorio acompañado de una docena de músicos que con su virtuosismo convirtieron su show en una sesión inolvidable de baile y jazz latino. Palmieri se niega a usar el término salsa para aglutinar todos los ritmos hermanados por su origen en los bailes y cantos de África asimilados por los pueblos de América, y lo hace porque esta música, asegura, “no es afrocaribeña. Es música afromundial”.