Joaquín Sabina llena el Auditorio Nacional con poesía y viejos amigos
Y nos dieron las 20:41. Arrancó el viaje del El penúltimo tren de Joaquín Sabina. Zapatos negros de tacón pequeño, pantalón rojo, playera, saco y el infaltable bombín también negro. Así lució el de Úbeda en su presentación en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México este viernes.
Los cerca de 10,000 asistentes vieron a un Sabina, de 62 años, que rejuvenecía a medida que avanzaba el concierto. En un principio poco baile, pero con la sonrisa pícara, los pases toreros y la lectura de poemas, el artista llenó el escenario con su sentimiento.
Con vagón lleno, el viaje inició con Esta noche contigo, y paró por primera vez pasada la cuarta canción. Después de pedir disculpas a quienes habían comprado boletos para los conciertos que se suspendieron en junio por su estado de salud, Joaquín Sabina contó que cuando se presentó en Estados Unidos hace unas semanas, la ciudad que más le gustó fue Los Ángeles porque “había muchos mexicanos. No eran hijos de la gringada, sino hijos de la chingada”. En otro guiño hacia los mexicanos, el cantautor aseguró que quería "devolver en forma de canciones calientes los abrazos de todos estos años".
A las 21:15, cuando Sabina entonó Peor para el sol, el público ya se animó a cantar de pie junto al artista. Poco después, el cantante reveló su secreto de la noche: Los Secretos, el grupo español de la Movida madrileña, que interpretaron dos canciones.
Con Llueve sobre mojado, el tema que compuso junto con el argentino Fito Páez, Sabina presentó a sus músicos, a los que el español les cedió en varias ocasiones el escenario como quien le encarga la casa a su mejor amigo. “Después de tantos años de engañar, tenía que haber alguien que supiera cantar”, dijo Sabina después de que Antonio García de Diego interpretara Tan joven y tan viejo.
La chica Sabina, Marita Barros, corista del grupo, se llevó las palmas cuando cantó Yo quiero ser una chica Almodóvar y demostró su gran tono de voz, “que se une al mío como un guante”, había dicho antes el cantante.
Cuando llegó la canción Y sin embargo, el escenario se invirtió en un momento. Sabina se convirtió en un músico más y cedió el micrófono a los asistentes. “Y me envenenan los besos que voy dando y, sin embargo, cuando duermo sin ti contigo sueño”, en una voz cantó el público del Auditorio Nacional.
“Este país me toca especialmente el corazón”, dijo al terminar la canción. Después se refirió a un libro que cuando lo leyó quiso conocer a la autora: Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta, que “no pudo ser mi señora porque ya tenía marido", en referencia a Héctor Aguilar Camín.
Y de nuevo del mundo de las letras, el concierto de este viernes tuvo un invitado especial, el escritor colombiano Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, "Gabito", dijo Sabina al anunciar su presencia. Y añadió “ahora todos sabemos que somos patriotas de Macondo", la ciudad ficticia de Cien años de soledad.
A las 22.15, Sabina encendió el recinto con sólo tocar una nota con su guitarra. El público de inmediato reconoció la canción que vendría. La tan española y tan sabinesca 19 días y 500 noches. Después vino Princesa y entonces la primera despedida de la noche. A su regreso, Sabina interpretó Noches de bodas, aquella que cantó a dúo con su “cuatacha” Chavela Vargas. Con esta canción dejó un recado: “Que los que esperan no cuenten las horas, que los que matan se mueran de miedo…. Y que dejen de matar de una puta vez”.
Y a las 22:45 nos dieron las diez. El artista cantó uno de sus más grandes éxitos. “Nos dijimos adiós, ojalá que volvamos a vernos”, dice la canción, y Sabina agregó en tono melancólico “ojalá, ojalá…”. Al terminar, las luces se prendieron, el cantante y sus músicos se fueron del escenario y algunos asistentes se dirigieron a la salida. Minutos después tuvieron que regresar cuando el ritmo rocanrolero de El caso de la rubia platino indicó que el concierto seguía.
Sin ir Por el boulevard de los sueños rotos, Sabina se dio un lujo y cantó una de “un tal José Alfredo”: La noche de mi mal. Le siguió La del pirata cojo y el concierto terminó con Pastillas para no soñar. A las 23:05 las luces se prendieron y la noche se apagó hasta este sábado, que volverá a actuar en el Auditorio, además del próximo lunes y martes.