Diego Rivera vive en sus pinturas, a 54 años de su fallecimiento
A 54 años de su fallecimiento, el muralista mexicano Diego Rivera permanece vigente, como lo demuestra la actual exposición en el Museo de Arte Moderno (MOMA, por sus siglas en inglés), en Nueva York, y un homenaje preparado por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) de México.
Su carrera sintetiza un encuentro entre las corrientes clásicas de la pintura mexicana, que se remontan a sus primeros años en la Academia de San Carlos y las vanguardias del siglo XX que observó de cerca en Europa.
La propuesta artística y social de Rivera evolucionó, hasta consolidar junto a David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco el Muralismo Mexicano de mitad del siglo pasado, caracterizado por la crítica social y el nacionalismo basado en la historia prehispánica.
En su aniversario luctuoso, la Alianza Francesa de la Ciudad de México inaugurará la exposición fotográfica Diego y Frida. Una sonrisa a mitad de camino, en la que exhibe la vida de estas dos grandes personalidades de la pintura mexicana.
La exposición abarca 96 fotografías, de la infancia, juventud y vida en pareja de ambos artistas, y plantea los contrastes en su relación, definida por las fuertes personalidades de cada uno.
Mientras, en Nueva York es exhibida la muestra Diego Rivera: Murales para el Museo de Arte Moderno , que incluye cinco murales portátiles que el artista elaboró durante una estancia en el MOMA, en diciembre de 1931, la cual culminará el 14 de mayo de 2012.
Durante su prolífica vida, Rivera se mantuvo en contacto con grandes personalidades de la pintura mundial. En la academia aprendió del paisajista José María Velasco, y poco después viajó a Europa donde observó de cerca el trabajo de Goya, El Greco y Brueghel. También entabló relaciones el intelectual regiomontano Alfonso Reyes, el cubista Pablo Picasso y el escritor Ramón del Valle-Inclán.
Militó en el Partido Comunista Mexicano y participó en Moscú en los festejos por los 10 primeros años de la revolución rusa que formó la Unión Soviética.
Su mayor apuesta artística fue el Muralismo Mexicano, una corriente preexistente que reforzó y reinventó junto a otros maestros de la pintura nacional a petición de funcionarios progresistas de educación. El movimiento trató de plasmar pasajes históricos en los principales edificios públicos con fines educativos. Sus temas más recurrentes fueron la historia prehispánica, la revolución, el indigenismo, el reparto agrario y la inequidad social.
Entre sus trabajos más destacados se encuentra el mural que pintó que el Hotel del Prado en la Ciudad de México, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, una obra de casi 15 metros de largo y cuatro de ancho donde retrata a distintas figuras de la historia de México como Porfirio Díaz, Sor Juana, La Catrina, Maximiliano de Habsburgo y Frida Kahlo. Rivera se incluye en la obra como un niño.
El INBA rindió este jueves un homenaje en su última morada en la Rotonda de las Personas Ilustres del Panteón de Dolores, en el poniente de la Ciudad de México. El maestro nacido en Guanajuato reposa bajo un sepulcro hecho en roca volcánica con grabados aztecas alusivos a la muerte, entre los que sobresale su figura mortuoria, informó Notimex.