En la cultura pop, los suburbios están en todos lados
Nota del editor: Esta es parte de una serie de historias sobre el cambio de los suburbios en Estados Unidos.
(CNN) — Los suburbios en la cultura pop: Haz tu elección.
Niños felices. Impuestos bajos. Caminos sin problemas. Ventanales. Calles tranquilas. Centros comerciales.
O: Adolescentes aburridos. Expansión estéril. Tráfico interminable. Vecinos repulsivos. Secretos enconados. Centros comerciales.
Para algunos, la tierra prometida. Para otros, un poblado aburrido infestado de gusanos.
¿Por qué esa división?
Tal vez es la reacción natural a la desilusión, dice el profesor de Cultura Pop de Syracuse, Robert Thompson.
Los suburbios “fueron promocionados como la manera perfecta para acoger al estilo de vida estadounidense en la era utópica que se esperaba al final de la Segunda Guerra Mundial”, dice. “Estamos en la era espacial. Surge la televisión. El aire acondicionado y los lavavajillas y todas esas cosas. Los suburbios representaban el lugar en donde este estilo de vida perfecto se iba a disfrutar”.
El suburbio no era un concepto nuevo, las personas intentaron alejarse de las ciudades atestadas desde el momento que existieron las ciudades demasiado pobladas, y los servicios ferroviarios y los tranvías hicieron posible la construcción de las comunidades en las afueras de las ciudades. “Suburbios de tranvía”, como Inman Park de Atlanta, Squirrel Hill en Pittsburgh y Houston Heights en Houston, empezaron a brotar en el siglo XIX.
Pero fue el automóvil, con su promesa de movilidad personal, lo que fomentó el auge de los suburbios. La exhibición más popular de la Feria Mundial de Nueva York de 1939 fue Futurama de Norman Bel Geddes —patrocinada por General Motors—, que postulaba un futuro de autopistas que llevaban a los consumidores a través de las principales ciudades y los pueblos campestres.
“Vi el futuro”, se leía en los botones de souvenir.
El futuro originalmente se veía como algo del pasado. ¿Cansado de caminar seis pisos? En los suburbios puedes tener tu propia casa con cerca, justo como la de los pueblos pequeños de antaño. ¿Cansado del transporte subterráneo? En los suburbios puedes viajar cómodamente en un tren suburbano, o, incluso algo mejor, viajar al trabajo en la veloz autopista en tu propio automóvil .
La televisión fue el mejor reflejo esta época optimista. Los Cleaver de Mayfield (Leave it to Beaver), los Anderson de Springfield (Father Knows Best, menos biting que la versión de radio) y los Stone de Hilldale (The Donna Reed Show) todos vivían en municipios libres de delincuencia, lo suficientemente urbanos como para tener los últimos electrodomésticos (como, bueno, un televisor), pero lo suficiente retirados para que sus hijos pudieran jugar y andar en bicicleta sin las preocupaciones de la atestada ciudad, como el tráfico, los grupos étnicos y los pobres.
En este periodo, fueron los escritores los que hicieron los agujeros en la perfección suburbana. John Cheever, con su calladamente desesperados fugitivos de Nueva York, fue el amo de la insatisfacción suburbana, pero otros —el novelista Richard Yates (Revolutionary Road) y el periodista Vance Packard (The Status Seekers) entre otros— apuntaron a la sociedad consumista que se entrelazaba con los suburbios. En la televisión, sólo La dimensión desconocida de Rod Serling —en el fondo un escritor— parecía estar de acuerdo con ellos.
Con el tiempo sus puntos de vista tomaron el control. Si las ciudades estaban podridas —tan sólo ve las películas de principios de la década de los 70 como Contacto en Francia y Shaft como muestra de lo acabado— los suburbios no tenían alma, lugares hechos en serie que habitaban personas con secretos. El sur de California, que a menudo se describe como un enorme suburbio, era el centro de ese vacío (no hace daño que la principal industria de la región es la fantasía), pero es una imagen que se transfiere a cualquier lugar, desde Chicago (Gente como uno) hasta Elm Street (Pesadilla en la Calle del Infierno). De hecho, las películas de terror como las de Pesadilla de la calle del infierno, el Amanecer de los muertos y Poltergeist, encontraron en los suburbios muchas cosas para trabajar.
En estos días, se mantiene la división en la cultura pop. Para algunos —Woody Allen viene a la mente— la ciudad, con todos sus defectos es vibrante y animada, y los suburbios de Belleza Americana son callejones sin salida. Para otros, particularmente para los productores de televisión, los suburbios son —donde la mayoría de nosotros vivimos, después de todo— en donde ocurre la vida real, y la ciudad es para los ricos, los que están más a la moda, los delincuentes y los turistas.
La verdad, por supuesto no está ni aquí ni allá. Los suburbios de hoy cada vez son más multiculturales y, en algunos casos desarrollaron sus propios rascacielos en las “edge cities” , un término que popularizó el periodista Joel Garreau. Describir con exactitud ese entorno tan complejo es tan difícil como describir con exactitud a las personas que lo habitan, aunque algunos (el autor Tom Perrotta, y los productores de My So Called Life, Marshall Herskovitz y Edward Zwick) lo intentan.
Al final, los suburbios son lo que nuestra imaginación quiere que sea, y no encajarán en esas pequeñas cajas de cartón .
“Sabemos que en el interior de cada una de esas casas idénticas, con su automóvil Dodge estacionado al frente, y con su pan blanco en la mesa, y su televisor brillando en color azul en el atardecer, había personas con historias”, concluía el piloto de la serie Los años maravillosos. “Había familias unidas en el dolor y en la lucha del amor. Hubieron momentos que nos hicieron llorar de risa. Y hubo momentos (…) de tristeza y asombro”.