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Los programas de realidad revolucionan la televisión árabe

El norte de África y Medio Oriente están siendo inundados por los programas de realidad
vie 06 abril 2012 06:42 AM
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Esta es la historia de siete extraños, seleccionados para vivir en una casa, trabajar juntos y grabar su vida para descubrir qué pasa cuando suníes y chiitas, cristianos y judíos, niños y niñas, gente de 20 años de todo el mundo árabe, dejan de odiarse y aprenden a llevarse bien.

Esta podría ser la entrada de una versión árabe de The Real World , el programa de MTV que salió al aire en 1992 y fue considerado como un experimento social innovador. Sus creadores apostaron que si jóvenes de distintos antecedentes vivían juntos, a través de peleas y abrazos, encontrarían un terreno común. Y la audiencia, al observarlo, también lo encontraría.

Mientras que los programas de realidad dominan el entretenimiento en  occidente, The Real World sigue siendo un proyecto pionero para un mercado floreciente de programas de realidad en Medio Oriente y el norte de África. Gracias a la proliferación de televisión satelital y la aceptación de medios sociales, más y más programas de realidad están apareciendo.

Algunos programas como Arab Idol son imitaciones de franquicias de occidente. Otras producciones son únicas en la cultura árabe. Million's Poet , por ejemplo, es una especie de Def Poetry Jam con ¿Quién quiere ser un millonario? donde jóvenes compiten por dinero para ver quién es el más talentoso poeta recitando versos tradicionales árabes. En su primera temporada, el programa tuvo más altos ratings que el deporte nacional de los Emiratos Árabes Unidos, el futbol.

"Los programas de realidad en el mundo árabe son importantes debido a que muestran gente real que son dignos de tener atención que quizá sólo un líder religioso o político tenga", dijo Joe Khalil, un profesor asistente de comunicación en la Universidad Northwestern en Catar. "La realidad no tiene nada que ver con un mensaje de control del estado".

Khalil dice que el público de los programas de realidad es la misma demográfica representada en los levantamientos de la Primavera Árabe.

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"Esta es una demográfica que ha sido ignorada por mucho tiempo, y los productores de los programas de realidad quieren eso en el mercado", dijo. "Los programas están tratando de decir a un grupo joven y vibrante que quiere aprender, quiere ser entretenido: 'Estos son ustedes. Esta es su cultura. Estos son sus valores y sus decisiones. Hagan que cuenten'".

¿La realidad como un arma de destrucción masiva?

Khalil ha hecho crónicas de la televisión de realidad árabe desde principios del 2000 cuando la revolución de realidad empezó con la Lebanese Broadcasting Corp. lanzando un concurso de belleza en tiempo real.

Miss Líbano permitía al público ver a gente que no era famosa; y a mujeres, lo que fue controversial, decir lo que quisieran sin sugerencias obvias", dijo. "Era entretenimiento ligero, pero era una nueva forma de acercarse a la televisión".

Los programas de realidad han avanzado desde entonces. Casi todos han tratado de empujar las barreras que involucran a la religión, género, política y guerra. Muchos son híbridos de programas occidentales, cultura árabe y temas de actualidad. Por ejemplo, una versión iraquí de Extreme Makeover: Home Edition , reconstruyó casas destruidas durante la guerra. Green Light, producida en Dubai, apuntaba a resaltar los valores islámicos con jóvenes árabes intentando hacer buenas obras sin dinero y con un tiempo límite.

Otro programa, parecido a The Bachelorette de Estados Unidos, es considerado el primer programa de realidad de drama en el mundo árabe. Era especialmente controversial porque tenía a una mujer tomando sus propias decisiones sobre el matrimonio en lugar de aceptar un matrimonio arreglado. Ala al-Hawa Sawa traducido como Nosotros en el Aire mostraba a mujeres viviendo juntas en una villa y conociendo hombres jóvenes que pasaban para hablar con ellas, dijo Khalil. El programa terminó cuando una de las concursantes impactó a la audiencia diciendo que no se quería casar.

El hecho de que muchos programas de realidad puedan seguir al aire para más de una temporada, a veces más que unos cuantos episodios, es una hazaña. El género tiene muchas críticas. Líderes islamistas influyentes han denunciado a los programas de realidad por envenenar la pureza del Islam mezclando géneros, permitiendo que los jóvenes hablen delante de los ancianos y otros perciben violaciones en el código religioso. Sheikh Abd al-Rahman al-Sudais, imán de la Gran Mezquita de la Meca, ha llamado a los programas "armas de destrucción masiva que matan los valores y las virtudes".

El verdadero Iraq

Hussam Hadi ríe cuando piensa que los programas de realidad son armas de destrucción masiva. El iraquí de 34 años trabajó en la televisión de niños antes de la guerra en Iraq, un conflicto que cambió su vida. Se mudó a Jordania brevemente y regresó a Iraq sólo para ser secuestrado, dijo. Cuando fue liberado, dejó Iraq de nuevo y se fue a Jordania para trabajar en Spacetoon, una serie y canal animado de transmisión gratuita en Medio Oriente.

Pero Hadi se sintió atraído de nuevo a Iraq cuando escuchó sobre un programa llamado Salam Shabab . Traducido como Juventud de Paz, la serie de realidad está filmada en Kurdistán y es protagonizada por adolescentes de todo Iraq, muchos de familias que pertenecen a sectas en conflicto. El programa requiere que niños y niñas trabajen juntos en equipos competitivos para superar retos físicos y académicos. Los ganadores se llevan trofeos y videocámaras, y se vuelven "Embajadores de la Paz" con la oportunidad de conocer y hablar con miembros del parlamento iraquí.

Creado por iraquíes con financiamiento de Estados Unidos, el programa debutó en 2010.

Hadi tiene dos hijos que viven en Jordania. Ser parte del programa le ha ayudado a enfocarse en ser un mejor, y más comprometido padre, dijo.

"Veo a los adolescentes en Salam, y sé cómo los han forzado a crecer rápido, a enfrentar cosas terribles de las que deberíamos protegerlos", dijo Hadi. "Para las niñas, es especialmente difícil porque se les enseña a no tener fe en ellas mismas simplemente porque son niñas. Verlas, a toda esta generación en realidad, confiando en su futuro de nuevo está más allá de todo lo que quiero lograr al trabajar en televisión".

Mishmish, una joven de 21 años de Bagdad, protagoniza Salam en sus últimos años de adolescencia cuando un líder de su comunidad la animó a participar. La guerra estaba en su esplendor, y dudó al participar.

Era difícil imaginar algo además de la violencia diaria.

"Ahora tengo mejores ideas en mi cabeza que esos momentos. Me siento más feliz", dijo.

La experiencia también le dio confianza para trabajar con hombres.

"No sabía cómo actuar alrededor de hombres en ese entonces", dijo. "Pero todos somos amigos ahora, y no pienso mucho sobre si alguien es un chico o una chica. Sólo pienso en que son humanos".

Mishmish todavía vive en Iraq. Por petición suya, su apellido ha sido omitido para proteger su seguridad. Ella ve un futuro menos violento para su país y está tomando clases en una academia de arte mientras trabaja medio tiempo en los medios. Ella y sus amigos aman los programas de realidad. Aman mirar programas que les permiten a la audiencia mandar mensajes con sus votos para determinar a los ganadores.

"Es democracia en acción", dijo Khalil, el profesor de Catar. "En algunos países, los votos no cuentan en la vida real. Pero en los programas de realidad, sí. Llámalo positivo o negativo, hemos visto a naciones más ricas tratar de superar en votos a las más pobres".

Naciones superándose en votos

Eso parece haber pasado en la versión árabe de American Idol . Hace algunas temporadas, una chica de Jordania llegó a la final. Competía contra dos hombres: uno de Siria, el otro de Líbano. Cuando las cámaras mostraban al público en los episodios finales, los fanáticos ondeaban las banderas de sus naciones. Mensajes patrióticos aparecían en un teletipo en vivo durante el programa. La competencia de canto se había centrado en las rivalidades internacionales, escribieron algunos críticos.

Mientras el final se acercaba, el rey Abdullah de Jordania pedía a todos en su nación que votaran por Jordania, y, dijo Khalil, prometió que su gobierno pagaría la cuenta. La chica ganó, y fue recibida en casa como una heroína.

"Uno consideraría lo bueno en esa situación; una joven, reverenciada en su país", dijo Khalil. "Lo malo es esta posibilidad de que los programas de realidad podrían fomentar el resentimiento y enojo entre las naciones".

No fue la primera controversia para el programa. Después de que los productores anunciaran el nombre de la serie, lanzaron una campaña para asegurar a la audiencia de que la palabra Idol (ídolo) no debía de entenderse como idolatría, dijo Khalil, para que no hubiera conflicto con el Corán.

El enojo del Big Brother

Esquivar las sensibilidades religiosas es parte del programa de realidad, dijo Leila Mroueh, una productora que dio sus primeros pasos en la industria en la versión de Bahréin de Big Brother del 2003.

Al-Ra'is (El Jefe) puso a 12 personas, seis hombres y seis mujeres, en una casa en las Islas Amwaj de Bahréin. "Teníamos a un cristiano en cuaresma cocinando lo mismo por varios días", recordó Mroueh. "Otro miembro del programa no entendía que significaba eso. Entonces tuvieron una discusión, una plática que nunca hubiera ocurrido fuera del programa. Fue un momento simple pero el tipo de magia que estábamos buscando".

Los creadores del programa trataron de evitar hacer enojar a su audiencia conservadora. Separaron a las mujeres y a los hombres, instalaron una habitación para rezar y tenían una llamada diaria para rezar. Pero no fue suficiente.

Multitudes de manifestantes fueron a las calles, denunciando el programa. Algunos opositores dijeron que el programa era parte de una estrategia estadounidense para apoderarse de Medio Oriente infiltrando los corazones y las mentes de los jóvenes árabes.

Al-Ra'is fue cancelado después de muy pocos episodios.

La realidad crea una nueva imagen

La experiencia fue tan desalentadora, que Mroueh dejó la industria de la televisión por algunos años. Regresó cuando escuchó sobre un nuevo programa que empezarían a grabar en Catar llamado Stars of Science (Estrellas de la Ciencia). El programa era financiado por la Fundación Catar . Parecía que Stars of Science podía hacer un bien en la región, dijo Mroueh.

El programa mostraba a 16 innovadores, de Túnez a Kuwait, compitiendo entre ellos para crear innovaciones que tenían que ver con la tecnología, el diseño y la ingeniería. El ganador y los finalistas compartían 600,000 dólares en premios y la oportunidad de grabar un comercial de sus productos. Los concursantes también obtenían la satisfacción de mostrar sus productos a pesar de que había reportes de que los jóvenes árabes dejaban la región para obtener oportunidades tecnológicas en otros lugares, al parecer hay muchos de ellos que son capaces de competir en el mercado tecnológico global y quieren innovar en casa.

Había inventos que incluían robots multitareas, estampas plásticas sensibles al tacto que convertían cualquier superficie en una interfaz digital y un monitor de corazón que podía predecir un infarto. SOS, como se conoce popularmente, está produciendo su cuarta temporada que se espere llegue al aire en septiembre.

Wahiba Chair , de familia argelina, protagonizó la primera temporada en 2008. Ganó por diseñar una aplicación telefónica, antes de que las aplicaciones fueran comunes, que está orientada a la conciencia de la salud. Su aplicación permite a los usuarios escanear códigos de barras en la comida y tener una respuesta en su teléfono indicando si la comida es una buena o mala opción, de acuerdo con el perfil de salud del usuario.

"No ha existido otra oportunidad que me demuestre más sobre mí que el programa", dijo.

"Al principio, me preguntaba si la gente estaría interesada por ver un grupo de geeks en un laboratorio. Pero fui inmediatamente contradicha por la cantidad de talento del programa, y todos estábamos determinados a hacer nuestro mejor trabajo".

"De repente, teníamos permiso para innovar de acuerdo a nuestra pasión por gente que quería escuchar nuestras ideas".

Chair dijo que se hizo amiga de otra concursante, una mujer de Bahréin. Aún mantenemos contacto.

"Si nos hubiéramos juzgado por nuestros antecedentes, no seríamos un par tan obvio", dijo.

"Pero nos conocimos como personas, como amigas, como mujeres. Para mí, no hay nada más significativo y real que eso".

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