Grupo Yangjiang: los iconoclastas chinos de la caligrafía
Es probable que Ai Weiwei acapare los titulares en términos de arte underground, pero es tan sólo uno de los artistas que conforman una galaxia de obras osadas y provocativas que han surgido en la escena del arte contemporáneo en China, durante más de una década.
Está Ou Zhihang, mejor conocido como Naked Push-up Brother, un artista del performance que se desnuda en los escenarios de los escándalos y catástrofes de interés periodístico y hace una serie de lagartijas.
También están los Gao Brothers, cuya escultura de un grupo de clones de Mao Zedong apuntando a la figura de Jesús, los colocó en el lado equivocado de las autoridades que están cada vez más nerviosas.
Y en Yangjiang, al sur de China –una ciudad industrial famosa por producir uno de cada 10 cuchillos y tijeras que hay en los hogares estadounidenses– se encuentra el Grupo Yangjiang, un trío de bebedores de temporada cuyo trabajo, aunque no es abiertamente político, ataca a una de las tradiciones chinas más sagradas: la caligrafía.
“Cuando estaba en la escuela, mi profesor solía decir que mi caligrafía era malísima”, comenta Zheng Guogu, un artista que por derecho propio está fuera del grupo pero que ha trabajado con los otros dos miembros (Chen Zaiyan y Sun Qinglin) durante 10 años. “Pero luego pensé ¿Quién puede decir que mi caligrafía es mala?”.
En China, la escritura es considerada una forma de arte que es tan importante para el significado de las palabras, que el poder lírico de un poema, por ejemplo, se encuentra en el estilo de la caligrafía.
Al Grupo Yangjiang le gusta tirar por la borda miles de años de cultura.
“Cuando comenzamos a trabajar juntos, solíamos beber y, entonces, por accidente vimos cosas que habíamos escrito y que no recordábamos haberlo hecho”, señala Zheng.
Dice que el poder y la claridad de este trabajo caligráfico lo impresionó de tal manera, que el beber se convirtió en requisito para su arte tipo Jackson Pollock, lo cual a veces requería sesiones en las que bebían hasta tres días seguidos en cada una.
“Cuando estás en ese estado mental, no recuerdas lo que hiciste”, explica Zheng. “Es precisamente esta distancia y falta de familiaridad entre tu estado mental y lo que estás haciendo lo que te lleva a un nivel más alto de arte”.
Los resultados son tan hilarantes que te inquietan.
Usualmente utilizan sucesos ocurridos o los medios de comunicación para inspirarse. Una de sus piezas se titula The Morning After: Masterpieces Written While Drunk, No. 1: 'I Need a New Kidney to Kill Bin Laden’, que hace referencia a Gary Brook Faulkner el supuesto asesino y paciente de diálisis que emprendió una misión privada para asesinar a Osama Bin Laden.
Otra de sus obras Bloodwritten Letter on Imprisonment with the Opposite Sex utiliza la caligrafía para volver a contar la historia de una adolescente de 16 años quien, en 1996, fue llevada a prisión durante una semana, junto con doce sospechosos varones que abusaron sexualmente de ella. Zheng escribe el texto sobre una fotografía ajena a los hechos que muestra lo que parece ser un grupo de juerguistas ebrios.
En cuanto a la escritura, los caracteres están tan mal hechos que el espectador está forzado a leer la etiqueta para saber de qué trata la obra.
El grupo señala que las autoridades no están interesadas en lo que hacen y que su trabajo es poco más que un diario personal. No obstante, su arte no sólo desafía la herencia cultural china, sino que pone la atención en las estructuras de poder y en cómo funcionan, pues también están en la caligrafía, de la que se sabe tiene sus “Diez reglas”.
“Ni siquiera puedo recordarlas”, dice Zheng, riendo. “Lo único que recuerdo es que aparecían en nuestros libros escolares”.
Chen Zaiya afirma que la escritura en China aún es una fuente de conflicto, con caracteres simplificados –un sistema que introdujo Mao Zedong y que redujo de forma drástica la cantidad de trazos y caracteres en un intento por elevar la alfabetización– y que aún no se comprenden consolidan por completo en el país, luego de 50 años.
“Antes de la revolución, la gente utilizaba los caracteres tradicionales y el resto ni siquiera conocía los caracteres chinos”, comenta Chen, quien estudió caligrafía en la universidad. “Hoy en día te obligan a llenar los formatos oficiales con caracteres simplificados”.
Dice que hay una fuerza gravitacional que te empuja hacia la escritura tradicional puesto que los caracteres tienen un sentido cultural más profundo que, según él, destella de los caracteres “como un espejismo”.
“La mayoría de los calígrafos tienden a escribir de la forma tradicional”, dice Chen. “Creo que en 20 años o más, China regresará a la forma tradicional”.
No contento con hacer sus trabajos en papel, el grupo ha extendido su anárquico mundo a la arquitectura, construyendo un estudio en la zona urbana de Yangjiang que semeja un iceberg. El edificio, una obra en proceso, se construyó sin planos, las habitaciones, escaleras y espacios del jardín se dibujan día con día, dependiendo de las pláticas con los constructores.
En el campo, sus proyectos arquitectónicos son más ambiciosos.
En un complejo inspirado en el videojuego Age of Empires, el grupo trabaja en una serie de espacios para exhibición, habitaciones y jardines interconectados que requieren de un equipo de 10 trabajadores de tiempo completo.
El grupo no tiene muchos problemas con los permisos oficiales, aunque sí los tiene en cuanto a lidiar con los problemas conforme van surgiendo.
Zheng comenta que, en una ocasión, incluso tuvo que pagar extorsiones a diversas autoridades para poder terminar su proyecto arquitectónico. En China, las extorsiones que se exigen por medios semioficiales están relacionadas básicamente con los rigurosos estándares de seguridad y cosas parecidas.
El grupo cuenta con una audiencia en aumento, tanto en galerías de América como en las de Europa, por lo que ahora recauda fondos para sus proyectos directamente de sus exhibiciones. En la actualidad, muestran su trabajo en Birmingham, Reino Unido.
Ling-Yun Tang, profesora adjunta de Sociología de la Universidad de Hong Kong, cuyo trabajo se especializa en la respuesta de los chinos ante el arte contemporáneo, afirma que el mercado internacional de obras provocativas de China es tan grande que se ha convertido en una industria en crecimiento que las autoridades detestan interrumpir.
“A final de cuentas, no detienen este crecimiento y no quieren hacerlo”, continúa Tang. “Hay muchas lagunas extrañas que los artistas son expertos en explotar. Es casi como jugar al gato y al ratón, pero es más complicado de lo que parece desde fuera”.
“Ai Weiwei es quizá la excepción a la regla, aunque es una excepción de mucha relevancia”, agrega.
Entretanto, el Grupo Yangjiang encara peligros provenientes más de ellos mismos que de parte de los censores del Partido Comunista chino.
Zheng comenta que sólo los otros dos miembros del grupo siguen bebiendo. Él dejó de beber alcohol hace casi 18 meses luego de un accidente automovilístico por conducir en estado de ebriedad, del que salió milagrosamente ileso.
“Sentí que Dios estaba sentado a mi derecha, de copiloto”, recuerda. “Pensé que si seguía bebiendo de esta manera, quizá no me ayudaría en una segunda ocasión”.