Leopoldo Brizuela mantiene viva la ficción en América Latina
Leopoldo Brizuela está nervioso. En una semana pasó de ser un novelista reconocido en Argentina a ser famoso a nivel iberoamericano.
A sus 48 años le llegó de improviso el éxito y sin que lo quisiera en demasía. Dice que aún no sabe cómo manejarlo y que le aterra y le fascina al mismo tiempo que sus libros vayan a estar a la venta en los anaqueles de la mayor parte de los países de habla hispana.
La historia de Brizuela es similar a la de cualquier escritor latinoamericano: años de trabajo, de estar en la sombra, de traducir a grandes autores como Henry James o Bernardo Carvalho y de buscar oportunidades. El premio que lo consagró en Argentina fue el Clarín de Novela. Ahora, tras ganar el premio Alfaguara, su carrera inicia una nueva etapa.
“Estoy igual de nervioso con la salida de la novela en estos países que cuando salió por primera vez en Argentina. La seguridad que te da ganar un premio así va acompañada del terror de que el libro llegue a muchas más personas”, señaló el autor en entrevista con CNNMéxico.
La obra con la que obtuvo el galardón es Una misma noche , una novela que lo mismo es una reflexión sobre la dictadura argentina que un viaje por la culpa, el miedo y la posibilidad de cambiar el pasado.
Descrita como un “thriller existencial” por la escritora Rosa Montero, presidenta del jurado del Alfaguara 2012, la obra de Brizuela es, en sus propias palabras, "una novela de suspense, de narrativa policial, pero con la diferencia de que el protagonista es a la vez el criminal, el muerto y el propio detective”. Además, “es existencial en el sentido más profundo y elemental: un personaje que, al hacer una investigación en el presente, se pregunta quién era en el pasado”.
Como novela policial es una obra distinta. En ese género el protagonista casi siempre es un hombre sin miedo, arrojado e impetuoso. Aquí el miedo del personaje es evidente. Brizuela señala que “la cobardía no solo es del héroe, sino de todos los personajes. La novela trabaja sobre todo con el miedo”.
La obra transcurre en el presente y el pasado. Entre la Argentina actual y la que estuvo sumergida en la dictadura que inició en 1976 , con el golpe de la Junta Militar, y que gobernó hasta 1983. Brizuela toma como hilo conductor a un escritor que de niño vio cómo la casa de uno de sus vecinos era atacada por la policía de la dictadura. Ese niño, décadas después convertido en hombre, vive un episodio similar que lo hace recordar esa noche.
Cuando se le pregunta a Brizuela si el episodio de las dictaduras en América Latina , recurrente en muchas novelas, es una herida que nunca cerrará, su tono de voz cambia de cordial a serio.
“No se trata simplemente de un recuerdo o de superar traumas personales. Aún hay estructuras enteras en nuestra sociedad que siguen actuando de la misma forma e incluso están formadas por la misma gente de esos tiempos. La novela se desarrolla a partir de un asalto que realizan personas que pertenecieron a la dictadura. No es una novela del recuerdo simplemente, es una novela sobre el presente. Sucede en 1976, pero también en 2010”.
En esta novela, Brizuela tomó como referencia experiencias personales, pero el autor argentino insiste en que no es una obra autobiográfica.
“La obra parte de dos vivencias que fueron reales. Sobre esas experiencias inventé la historia exagerando los caracteres de cada uno de los personajes. Lo que hice básicamente fue investigar, en mí, anécdotas concretas de aquella época. En algún punto todas las cosas que cuento en el libro son reales, solo que se las atribuí a personajes imaginarios”, señaló el escritor.
La novela también habla de una forma sutil sobre el mar, un tema que apasiona a Brizuela.
“Mis influencias literarias vienen sobre todo de los narradores del mar: Jack London y Joseph Conrad. Esta novela tiene mucho que ver con la revisión de estos autores. Durante mucho tiempo me encantaron las historias sobre el mar”, dijo.
El pasado, la memoria y los sueños son temas clásicos en Borges. Y al preguntarle a Brizuela sobre la influencia de este en su obra, la respuesta es casi obvia: “Decir que soy fanático de Borges sería poco, porque el fanático siempre sabe que lo es. Pero cuando uno 'lleva puesto' a un autor no se da cuenta que está ahí y, sin embargo, lo está. Hay conceptos de la novela muy ligados a él, como la construcción del recuerdo, de que el pasado no es una entidad inmodificable. Sí, el maestro está ahí, en mi texto”.
Antes de obtener el Alfaguara, Brizuela ya tenía prestigio en Argentina. En 1999 había ganado el premio Clarín de novela y su trabajo como traductor era reconocido, y ahora, asegura que ganar este nuevo galardón representa una nueva puerta de entrada.
“Cada premio tiene su particularidad. Cuando gané el premio Clarín fue muy importante porque implicó la entrada al gremio. Es algo que nunca se dice de los premios, pero al final lo que más importa es que los escritores del jurado digan: 'Esto es una novela, este es uno de los nuestros'”.
“El Alfaguara implica que voy a poder escribir más tranquilo y también la llegada del libro a Latinoamérica y España, lo cual no había ocurrido con otros premios. Me encanta que mi libro vaya a vivir a otro país y pueda hablar con otros lectores, que un lector ecuatoriano o peruano pueda sentirse identificado con la novela. Eso va a ser muy fructífero”.
El escritor afirma que el trabajo del traductor, muchas de las veces, está menospreciado. Que no se toma en cuenta el trabajo que implica poner en orden las ideas y el lenguaje de un escritor y transferirlo a otro idioma. Pero dice que la influencia de ese trabajo es fundamental en su obra.
Cuando se le pregunta si hubo algún libro que al traducirlo lo haya inspirado, dice que son muchos, pero que en esta novela en particular “fueron dos libros, uno es de Laura Alcoba, una argentina que vive en París, quien tuvo una experiencia muy dura con la dictadura porque sus padres eran militantes. Escribió una novela autobiográfica, La casa de los conejos, que yo traduje en 2007. Después traduje del portugués Nueve noches, de Bernardo Carvalho. En ella, también con base autobiográfica, se analiza la relación de un hijo con su padre”.
En los últimos años el periodismo narrativo ha cobrado fuerza en Latinoamérica. Una reciente antología publicada por Alfaguara y una más por Anagrama dan cuenta de este fenómeno. Brizuela defiende la ficción a toda costa.
“Confío mucho en las herramientas de la ficción y en que pueden aportar más de lo que los datos reales dicen. Tiene que ver con el hecho de inventar, con poder jugar con lo que podría haber sido; eso no te lo puede dar la investigación sino solo la especulación, la imaginación”.
En España, país sede de la editorial Alfaguara, los críticos literarios dicen que el nuevo boom latinoamericano —en referencia a la época dorada de la literatura del siglo XX en el subcontinente, encabezada por Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa— está en la crónica periodística más que en la ficción.
Brizuela también ha escrito crónicas periodísticas y es colaborador habitual de periódicos de su país. Sin embargo, dice que no cree en que el futuro de Latinoamérica esté alejado de la ficción.
“Me gusta mucho la crónica pero desconfío de este boom. Creo en la imaginación y el derecho a imaginar. En un mundo como este, en el que prácticamente no quedan espacios para que el yo hable con el yo, me irrita esa reivindicación de no ficción. ¿Para qué escribir una novela? Para que pasen cosas que no pasan en ningún otro lado”.
Este fin de semana, en el marco de la Feria del Libro de Madrid, Brizuela tendrá cuatro firmas de libros y después recibirá el premio Alfaguara 2012. “¿Qué pienso de eso? Me aterra pero a la vez me fascina”, repite.