Los museos involucran a sus vecinos con la vida de los recintos culturales
Dos veces a la semana, un grupo de habitantes del sur de la Ciudad de México se organizan para sacar basura de un terreno de 46,000 metros cuadrados que el pintor Diego Rivera ideó como un sitio para mezclar ecología, arte y arquitectura, y que durante décadas fue usado como basurero.
El terreno es parte del Museo Anahuacalli, y la intervención de los vecinos en él es reflejo de un intento de un grupo de recintos culturales de la Ciudad de México por dejar de ser ajenos a la vida de sus comunidades.
“Hace un par de años los museos era ajenos a la comunidad pero ahora hemos hecho un esfuerzo por acercarnos”, dice en entrevista con CNNMéxico la directora de los museos Anahuacalli y Frida Kalho, Hilda Trujillo Soto.
Hace dos años el Museo Anahucalli –planeado para albergar la colección de arte prehispánico de Rivera– comenzó a sacar la basura con maquinaria y a repartir volantes entre los vecinos para invitarlos a ayudar: “Apóyanos a limpiar tu espacio ecológico”, les proponían.
“A veces van 30 (personas a limpiar), a veces van cinco depende de si son vacaciones”, explica Trujillo Soto.
La limpieza del terreno forma parte del Programa de acercamiento a los vecinos establecido hace cuatro años por el Comité Técnico del Museo Anahuacalli y del Museo Frida Kalho.
A través del mismo programa, el Museo Frida Kahlo, también ubicado en Coyoacán, está organizando el mejoramiento de fachadas de las casas a su alrededor.
El artista Humberto Espíndola hizo un estudio para recuperar la fórmula de pintura a partir de cal cocida y baba de nopal con que se pintaban las falladas de esa zona en el siglo XIX. También se ha recuperado la paleta de colores que se empleaba en esa época.
El museo colabora con el estudio y se encargará de conseguir los permisos de la delegación y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para pintar las fachadas. Los vecinos harán su propia pintura, la pagarán y pintarán.
“Es 75 % más barato pintar con cal que con cualquier pintura”, dice Trujillo Soto.
“Se trata de recuperar el patrimonio histórico y el paisaje urbano que siempre había tenido Coyoacán y que a raíz de que se pinta con pinturas de aceite o industriales pierde ese encanto”, agrega.
Ambos museos organizan cocteles de inauguración de las exposiciones especiales para los vecinos, y los invitan a los conciertos, como el que recientemente dio la legendaria cantante estadounidense Patti Smith, en el Anahuacalli.
El Museo Frida Kalho atrae 300,000 visitantes al año, y el Anahuacalli, 40,000. Ambos son privados.
El Museo Dolores Olmedo, una hacienda de finales del siglo XVI y principios del XVII ubicada en Xochimilco, también está haciendo un esfuerzo por acercarse a sus vecinos, de acuerdo con Josefina García, directora de colecciones y servicios educativos del mismo.
Desde que abrió sus puertas en 1994 el museo organiza cada mes de octubre una ofrenda tradicional de muertos, que incluye elementos de altares propios de la región media del país.
El museo notó que en estas fechas era cuando más visitantes de los alrededores recibía por lo que en el 2009 lanzó una iniciativa similar. Ese año inauguró el Carnaval de tradiciones, una feria de tres semanas que abre sus puertas alrededor del 21 de marzo, y en la que artesanos de esa delegación venden sus productos: miel, amaranto, nieves, plantas y artesanías.
"De esa forma la comunidad se ha ido acercando al museo y viendo que está abierto a otras expresiones artísticas, no sólo es lugar de exposición de Diego y Frida”, dice García.
El museo alberga la colección más numerosa de Rivera y Kalho: 148 obras de él y 26 de ella. Antes de su muerte, Dolores Olmedo, coleccionista y amiga de Rivera, donó el museo a México pero estableció que debía ser administrado por particulares. Actualmente recibe entre 4,000 y 5,000 visitantes al mes.
El actual acercamiento de los museos con la vida de sus comunidades tiene que ver con que “se han vuelto espacios muy activos donde lo importante es que la gente venga, interactúe, y tenga un pensamiento crítico sobre lo que se está presentando”, dice García.
En su opinión, el valor de un museo radica en que “te permite darte cuenta de que el mundo de la cultura no es estático, siempre está en movimiento, siempre está generando proyectos, y muchos de estos espacios han dejado de ser sacralizados, antes tenías que entrar calladito, no tocar. Ya no es así”.
El museo de sitio arqueológico Huytlitlat, en el pueblo Los Reyes, en Coyoacán, es un caso distinto. Su acercamiento con la comunidad no fue planeado.
“No había espacios culturales, el museo fue el primer espacio. La gente se acostumbró a ir a preguntar su historia, a ver fotografías”, explica el etnohistoriador y uno de los fundadores del museo, Enrique Rivas.
El lugar fue inaugurado en el 2003, y está ubicado sobre un aljibe construido en torno a un manantial natural. Es un vestigio de un sistema hidráulico prehispánico encontrado por casualidad a mediados del siglo XX.
La comunidad decidió que el museo sería el centro de reunión de la Comisión de Festividades, es decir, los encargados de organizar la Fiesta de Santiago Apóstol, la representación de Semana Santa y la Fiesta del recibimiento.
Mientras los vecinos se encargan de mantener vivas las tradiciones del lugar, el museo cumple con su función de estudiar y registrar las costumbres gastronómicas y los rituales religiosos de los descendientes de tres etnias prehispánicas que habitaron la región, según Rivas.
En su opinión, la función de este museo es revalorar la importancia histórica y cultural de los lugares, y al igual que cualquier otro recinto cultural puede potenciar una red turística en torno a él.
Cada año, las zona arqueológicas, museos y monumentos del país reciben 17 millones 900,000 visitas, de acuerdo con información dada a conocer por el secretario de Educación Pública, José Ángel Córdova Villalobos.
En todo el país hay 1,210 museos, centros culturales tanto públicos como privados, de acuerdo con datos del Sistema de Información Cultural del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), entidad gubernamental encargada de la política cultural del país.
El INAH y el Conaculta no cuentan con una política pública que busque acercamiento con los vecinos, aunque algunos museos promueven este acercamiento, de acuerdo con las oficinas de prensa de ambas instituciones. Por ahora, el cambio de relación es sobre todo en museos privados.