Michaela DePrince: De huérfana de guerra a estrella del ballet
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(CNN) — La bailarina profesional de ballet Michaela DePrince tenía solo 3 años cuando vio por primera vez a una bailarina de ballet.
Estaba parada cerca de la puerta del orfanato en donde vivía, en Sierra Leona, país localizado en el oeste de África, cuando encontró una revista que tenía en la portada la foto de una bailarina.
La imagen de la bella bailarina, tan sonriente, hipnotizó a la pequeña huérfana, quien acababa de perder a sus padres.
“Sentí tanta fascinación por esta persona, por lo hermosa que era, por el precioso atuendo que llevaba puesto”, recuerda. “Así que arranqué la portada y la guardé en mi ropa interior”.
En ese entonces, DePrince —o Mabinty Bangura como la llamaban— no tenía ni idea de lo que era el ballet. Pero se aferró a esa foto, soñando en algún día convertirse en alguien tan feliz como lo era esa bailarina de la portada.
“Representaba la libertad, la esperanza; representaba el deseo de vivir un poco más”, recuerda. “Estaba tan triste en el orfanatorio, no tengo idea de cómo logré sobrevivir a él, pero el ver esta foto me salvó por completo”.
Poco después, DePrince fue adoptada por una pareja de estadounidenses y comenzó una nueva vida en Estados Unidos. Hoy en día, a los 17 años, ella es una de las figuras que empiezan a sobresalir en el ballet a nivel mundial , el mes pasado viajó a Sudáfrica para su debut profesional en Johannesburgo.
“Trabajé muy duro, y para los 7 años ya estaba en forma”, dice DePrince. “Simplemente me movía deprisa ya que estaba determinada a convertirme en esa persona que salía en la revista, y eso fue lo que me motivó a convertirme en una mejor bailarina, en una mejor persona; ser como ella era lo que realmente deseaba”.
Cientos de miles de personas murieron durante la brutal guerra civil de Sierra Leona, que duró de 1991 a 2002. Los horrores provocados por esa década de conflictos definieron los primeros recuerdos de DePrince: su padre fue asesinado por los rebeldes, mientras que su madre murió de hambre poco después.
Uno de sus tíos la llevó al orfanato con la esperanza que fuera adoptada y llevada a un lugar más seguro.
Pero la vida en un orfanatorio puede ser muy dura para una niña de 3 años.
Recuerda que la llamaban la hija del diablo y que fue maltratada por los responsables del lugar debido a que padecía de vitiligo: una enfermedad de la piel que provoca que zonas de la misma pierdan pigmentación. Los niños en el orfanatorio recibían calificaciones que los colocaban en una categoría que iba de los más favorecidos, hasta los menos favorecidos: DePrince recibió el lugar 27 entre 27 niños.
“No recibía comida suficiente, no tenía la mejor ropa, siempre me tocaba lo que sobraba de los juguetes”, dice. “Estaba hasta el fondo y realmente no les importaba si moría, o si algo me pasaba”.
La desesperación se apoderó aún más de DePrince cuando fue testigo del asesinato de una de sus maestras en el orfanatorio, una mujer embarazada “que era la única persona que en realidad se tomó el tiempo de preocuparse por mí”, dice.
“Iba saliendo por la reja e iba yo caminando con ella, iba a despedirme y de la nada salieron 3 rebeldes —dos eran mayores y el otro era más joven— y al ver que estaba embarazada se interesaron, ya que lo que hacían era que si el bebé era un niño se lo quedaban, y si era una niña mataban al bebé y a la mamá”, dice.
“Así que le abrieron la panza, y al ver que el bebé era una niña se molestaron y le cortaron las piernas y los brazos, y la abandonaron a ella y a su bebé ahí. Yo intentaba salvarla, así que me metí debajo de la reja, y el chico más joven vio cómo los dos más grandes hacian estas cosas, así que para impresionarlos, creo, me apuñaló, por lo que tengo una cicatriz, y después de eso me desmayé. No tengo idea de cómo sobreviví, fue espantoso”.
Pero la vida de DePrince cambió de una vez por todas en 1999 cuando, a los 4 años, fue adoptada por una pareja de Nueva Jersey, Estados Unidos.
Apasionada del baile, ganó una beca completa para estudiar durante el verano en el prestigioso Teatro de Ballet Americano, un curso intensivo en Nueva York, Estados Unidos, cuando tenía 13 años.
Un año después formó parte del Gran Premio Americano de la Juventud, la competencia de ballet más importante del mundo, a donde llegó también con ayuda de una beca.
La bailarina adolescente también se convirtió en el centro de atención de First Position, un documental galardonado sobre el competitivo concurso, y participó en el programa Dancing with the Stars.
Bendecida con gracia y talento, DePrince dice que ella ha tenido que trabajar aún más duro para ser aceptada dentro del extraño mundo del ballet, que es un lugar en donde predominan las chicas de raza blanca.
Dice que casi renuncia al baile cuando tenía 10 años, después de que una maestra le dijo a su madre que “ tal vez no debería poner tanto dinero y esfuerzo en las bailarinas negras , ya que ellas con el tiempo solo engordan, les crecen grandes senos y enormes caderas”.
Pero esas palabras solo ayudaron a que DePrince fuera aún más determinada.
“Aún intento cambiar la forma en la que la gente percibe a los bailarines de raza negra, que nos podemos convertir en bailarinas delicadas, que realmente podemos ser bailarinas de ballet”.
DePrince también dijo que le gustaría abrir una escuela de arte en Sierra Leona. Desea utilizar su increíble historia para enseñarles a las pequeñas niñas de ese contienente que si tienen un sueño, realmente pueden alcanzarlo.
“Aunque pudieras tener un pasado terrible, y aunque pudieras haber vivido, o aun estar viviendo cosas muy duras, si existe algo que ames y te haga feliz y te haga sentir eso que te impulse a seguir creciendo y desear tener un gran futuro, entonces debes enfocarte es eso y dejar lo negativo a un lado”.