La plaza Garibaldi festeja por primera vez el Día del Músico sin alcohol
Una ranchera suena medio apagada al fondo de Garibaldi. “Yo lo que quiero es que vuelva, que vuelva conmigo, la que se fue”. Acaba de anochecer y los hombres vestidos con trajes de charro se reúnen en grupos.
Policías caminan por los alrededores, unos a pie y otros montados en una, dos o hasta tres patrullas que dan vueltas continuamente dentro de la plaza. Algo cambió en este lugar tan típico de la Ciudad de México, que luce tan solo.
Desde el pasado 24 de octubre, un nuevo reglamento prohíbe la venta y el consumo de alcohol. Así que, por primera vez, este año los grupos de mariachi pasarán el Día del Músico -que se celebra este jueves- con sus familias, pero sin poder abrir una botella y brindar, como era costumbre.
Las autoridades locales hicieron desaparecer a los ambulantes que vendían cerveza y licor, aunque en los bares y restaurantes de la zona se puede seguir tomando.
En esta Catedral del Mariachi, la mayoría de los visitantes bebía en la plaza, convirtiéndola prácticamente en una cantina pública, donde a mayor alcohol, mayores pedidos de canciones. Por eso se quejan los músicos: sus ingresos han bajado.
“Nos ha afectado bastante porque sabemos que la copa va en combinación con la música, o sea, con el mariachi”, dice Antonio de Montecristo, un mariachi de barriga prominente que se cubre del frío con un sarape y un sombrero unas cinco veces más grande que su cabeza.
Montecristo dice que para cantarle al amor es necesario el alcohol, que el mejor ejemplo de esto son las canciones de José Alfredo Jiménez, el cantautor de melodías clásicas como El último trago, Cuatro copas o Sota de copas.
La culpa es de las bebidas adulteradas
El operativo se activó después de que una adolescente de 16 años murió tras "desvanecerse" y caer en las vías del Metro Garibaldi, explica el director de Seguridad Pública de la delegación Cuauhtémoc, Raúl Nieto.
Dice que habían detectado una serie de puestos que vendían alcohol adulterado y que la jovencita había tomado en uno de estos momentos antes de su accidente. Un dato como contexto: una de cada dos botellas en México están llenas a base de alcohol adulterado, según datos de la Procuraduría Federal del Consumidor.
A unos pasos del Museo del Tequila, que está en la misma plaza, un camión blindado y decenas de policías con sus armas al costado resguardan la zona. “Lo que hacemos es impedir que entren con botellas o que entren tomando, queremos darle seguridad al visitante”, dice el suboficial en turno, que “por seguridad” omite su nombre.
Del 24 de octubre a la fecha, han sido detenidas al menos cien personas, sobre todo por robo y narcomenudeo.
Manuel Cuevas García, un cantante de música norteña, se pregunta por qué las autoridades tardaron tanto en ordenar la plaza.
“Permitían que hubiera mucho malviviente. Y así como hay 'orita muchos policías, yo creo que con el 10% que hubiera habido, la delincuencia no se hubiera fomentado tanto”.
Pero la fiesta sigue
Un grupo de amigas ingresa a la plaza y una de ellas, al escuchar los primeros acordes, comienza a bailar como si tuviera un violín imaginario, cerrando los ojos y moviendo los pies de puntitas.
A unos metros, varios turistas asiáticos sonríen con uno de los conjuntos norteños: “Por Dios que borracho vengo, que me siga la tambora, que me toquen el quelite...”.
Y enseguida, unas mujeres, ya mayores, quedan rodeadas por los hombres de guitarrones, vihuelas, violines y trompetas: una de ellas grita “¡ay, ay, ay!”, todas ríen y siguen cantando a todo pulmón.
Estefanía López no había venido nunca a Garibaldi. “Voy llegando de Chiapas, y para ser la primera vez, me gusta cómo está. Se ve un poco tranquilo, pero está bonito y hay mucha seguridad”, dice.
“Antes la fiesta era por fuera y ahora es solo en los bares. La seguridad mejoró, pero para al ambiente mexicano le hace todavía un poco más, le falta”, opina Guillermo, el acompañante Estefanía, quien dice que conoce la plaza desde que era un niño y por eso puede comparar.
A pesar de que llega menos gente a buscar mariachi o el mercado de la plaza luce vacío, algunos músicos opinan que es mejor dar una imagen de más seguridad y limpieza, para generar un ambiente más familiar.
“Ahorita lo que falta es promoción”, dice el cantante Luis Guerrero. Otros más buscan alternativas, yéndose a distintas plazas públicas o cantando más en fiestas privadas.
La jefatura delegacional se comprometió a pagar 200 horas de mariachi en las plazas para que los mariacheros compensen un poco la pérdida de sus ganancias.
“Tenemos que adaptarnos a las nuevas condiciones. Hay baja de trabajo y la gente viene menos, pero lo que hay que decirle a la gente es que finalmente ahí se escucha al fondo un grupo de mariachi, por allá se escucha otro, entonces aquí la fiesta sigue”, dice Antonio Covarrubias, el Secretario general de la Unión Mexicana de Mariachis de Garibaldi.
Hay mariachis que opinan lo mismo, que la gente tomará confianza para acudir a Garibaldi, sobre todo familias que habían dejado de visitar la plaza porque era una zona más oscura, con indigentes acostados en las bancas, puestos de vendedores ambulantes y mucho menos policías. Eso, aún está por verse.