Mexicanos aprenden el espíritu del mariachi desde las aulas
Una trompeta suena desde el Callejón de la Amargura, a unos metros de la Plaza Garibaldi. La música ranchera invita a entrar al edificio recién pintado, donde más de un centenar de alumnos toman clases en la primera escuela de mariachi que existe en México.
Por más extraño que parezca en el país cuna de José Alfredo Jiménez, Pedro Infante y Jorge Negrete, la Escuela de Mariachi Ollin Yoliztli nació en octubre pasado después de conseguir fondos de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, dice Leticia Soto, la directora de este centro de estudios.
Los mariachis de Garibaldi habían soñado durante años con una escuela donde no solo se enseñara a tocar la trompeta, el violín, la vihuela o el guitarrón, sino que los jóvenes tuvieran un programa educativo formal que los certificara como músicos, y donde aprendieran la historia de la música en general y las raíces del mariachi, considerado Patrimonio de la Humanidad .
“Yo pienso que llegó 50 años tarde esto, desde cuando deberían haberlo hecho”, dice Miguel Martínez, el primer trompetista del Mariachi Vargas de Tecalitlán, un músico de 91 años que a lo largo de su carrera tocó con “todos los grandes” y que guarda el recuerdo especial de una visita a París, donde el ex primer ministro británico Winston Churchill los felicitó.
Como muchos músicos de mariachi, Martínez aprendió por cuenta propia.
“En más de media Europa y Asia, de Japón, me preguntaron que por qué no había escuelas aquí o universidad. ¿Por qué? ¿Qué hacía nuestro gobierno? ¿Estaba dormido, o qué? Donde quiera hay músicos graduados de universidad. ¿Y aquí cuándo?”.
Ciento diez alumnos forman la primera generación que inició clases el pasado 15 de octubre. Hace unos días tuvieron su primera presentación en un concierto donde también participaron sus profesores, lo que significa que durante los seis semestres que dura la carrera podrán combinar la teoría y la práctica. Después de los tres años cursados, obtendrán un certificado como técnicos profesionales.
“Esto es un sueño”, dice Jonathan Clark, un californiano que vivió en Garibaldi tocando el guitarrón y que ha dirigido programas de mariachi en la Universidad de San Marcos y en la Universidad de Stanford.
“Es una ironía que las principales escuelas y festivales de mariachi estén en Estados Unidos; el mariachi durante años ha sido como el patito feo de los músicos”, agrega Clark, quien se autodenomina como el único “ gringo mariachero en Garibaldi”.
La enseñanza en la Ollin Yoliztli
El primer reto fue hacer el plan de estudios, cuenta la directora de esta escuela que arrancó con 2.8 millones de presupuesto, y el segundo reto traer a los mejores maestros y tener la formación que tendrían los alumnos en un Conservatorio Nacional.
El trompetista Federico Torres es uno de los 14 profesores: “Yo lo que trato de hacer es primero hacer músicos y después ya siendo músicos ahora sí que ¿tú quieres ser mariachi? Pues ya agarras el estilo del mariachi”.
Torres, junto con su papá, un legendario músico del Mariachi Vargas de Tecalitlán, crearon un método de enseñanza con el apoyo de la universidad de San Marcos, en Texas; en México, dice, no se interesaron por su libro.
Otros profesores son el violinista Aarón Jiménez, que ha trabajado con Luis Miguel, Alejandro Fernández, Luis Fonsi o José José. Víctor Cárdenas, quien estuvo por más de 50 años con el Mariachi Vargas de Tecalitlán, enseña vihuela. Erick Mora es el profesor de guitarra, él ha grabado con Pepe Aguilar, Joan Sebastian, Rocío Durcal o Ana Gabriel, su guitarra se escucha, por ejemplo, en esa canción de Para siempre, de Vicente Fernández. David Rivera, que ha tocado también con algunos de estos artistas, da clases de guitarrón.
“Son excelentes maestros, de primera calidad todos, es una escuela de primera”, dice Juan Alfredo Juárez, un alumno que tiene 20 años y vive en el pueblo de Xochimilco, al sur de la Ciudad de México. Su papá toca la vihuela en un mariachi y su hermana canta ranchero, pero él prefiere el guitarrón y en la escuela quiere perfeccionar su técnica.
La Ollin Yoliztli también cuenta con un consejo honorario formado por músicos que comenzaron a tocar en los grupos de mariachi entre los años 1940 y 1950, entre ellos el trompetista Miguel Martínez.
Los alumnos, un mundo con pocas mujeres
La voz de Abigahil Espinosa destaca en el ensamble que han armado los alumnos. Cuando canta “Cucurrucucú, Paloma”, su voz afinada y potente hace callar a todos. Ella es una de las 12 estudiantes en la nueva escuela de mariachi.
“Estar en esta escuela es querer recibir un aplauso bien merecido”, dice esta jovencita de 23 años.
La directora Leticia Soto espera que para el próximo año académico, que iniciará en septiembre de 2013, puedan llegar más mujeres, que muchas veces no entran por miedo, porque piensan que es un mundo de hombres.
Los alumnos, que son mayores de 14 años, deben tener conocimientos de algún instrumento, que en el caso de Abigahil es su propia voz.
Además de las clases, la Escuela de Mariachi Ollin Yoliztli tiene un centro de investigación y documentación.
“No solo queremos transmitir conocimientos, sino también investigar sobre el mariachi, porque hay todo un desdén a esta música, piensan que no es digna de estudiarse”, lamenta Soto, una mujer de ojos negros y pelo largo que toca el violín desde pequeña y que acaba de estudiar un doctorado en Estados Unidos sobre la música del mariachi.
La aspiración de la directora es que en pocos años esta escuela deje de dar certificados solo a nivel técnico profesional y se convierta en una licenciatura, lo que sería una buena manera de reivindicar esta música, que ha sido más valorada en otros países que en el propio México.