Con estilo, así se pasean las damas y los caballeros en el Royal Ascot
“¡Vamos, Dover! ¡Mueve tu trasero!”
Con esa frase, la exquisitamente vestida Audrey Hepburn —que da vida a Eliza Doolittle en la cinta ganadora del Óscar de 1964, Mi bella dama— reduce a añicos su comportamiento cortés y horroriza a los lores y damas reunidos en la carrera más prestigiosa de Gran Bretaña.
Es tan escandaloso el legendario arranque de Hepburn, que uno de los aristócratas que estaban cerca casi se desmaya de la impresión.
Parecería una reacción exagerada —para los estándares actuales, Hepburn ni siquiera está maldiciendo—, pero en la famosa escena en el Royal Ascot se señala el estricto protocolo que aún permea la histórica carrera de caballos de 300 años de antigüedad .
Después de todo, se trata del festival de carreras que se inaugura cuando la reina Isabel II desfila alrededor de la pista a bordo de un elegante carro tirado por caballos.
¿Desde dónde observa Su Majestad la famosa competencia? Nada menos que desde el mismo palco en el que Hepburn profirió sus escandalosas obscenidades: el Recinto Real.
Como lo indica el nombre, el Recinto Real no es para cualquier muchedumbre. Es la zona exclusiva para la familia real, los lores y, desde luego, las bellas damas.
De las 280,000 personas que asisten el Ascot cada año, solo puedes encontrar a 12,000 personas codeándose en el lujoso Recinto Real cada día.
Para entrar a la zona de lujo, debes tener un patrocinador que haya asistido al menos en cuatro ocasiones.
Una vez dentro, puedes esperar codearte con la crema y nata de la alta sociedad británica: desde la familia real hasta magnates y estrellas de cine.
“Es un club privado”, dijo a CNN Nick Smith, director de comunicaciones del Royal Ascot.
“Entrar al Recinto Real no representa una brecha de clases”, insistió Smith. “De hecho, tratamos de animar a más personas, especialmente a los jóvenes, a que se unan”.
Otras personas consideran que el Ascot es la encarnación del sistema de clases británico: los lugares más baratos en el Recinto Silver Ring; los intermedios en el Grandstand y, finalmente, los mejores asientos de la casa, en el Recinto Real.
“Llegar al Royal Ascot es muy parecido a abordar un avión”, escribió el periodista británico, Andrew Baker. “Entras hacia la izquierda para llegar al lado caro —el Recinto Real y el entorno exclusivo del Grandstand— o hacia la derecha, hacia la clase turista, representada por el Silver Ring”.
Detrás de la cuerda de terciopelo
Entonces, ¿qué obtienes exactamente con un boleto de 560 dólares que te permite entrar cinco días al Recinto Real? Además del evidente derecho a alardear, la exclusiva sección cuenta con asientos en el cuarto piso del Grandstand, desde donde tendrás las mejores vistas de la pista. Luego, están las elegantes carpas del jardín, adornadas con candelabros y pinturas, además de almuerzos de cinco tiempos que incluyen manjares como huevos de codorniz en sal rosa con vinagreta de langosta.
Sin embargo, llamarlas “carpas” es inadecuado: estas elegantes estructuras blancas son tan grandes que cuentan con escaleras eléctricas y cocinas industriales.
Vestidos para impresionar
El día de la Copa de Oro es sinónimo de “Día de las Damas”: los vestidos de diseñador y los exquisitos sombreros son tan llamativos como las carreras.
Al igual que el icónico vestido de encaje blanco y el sombrero adornado con plumas de Hepburn, los invitados del Recinto Real deben seguir un estricto protocolo de vestir para no ser rechazados.
El elegante recinto tiene el código de vestimenta más estricto del hipódromo : las mujeres deben usar sombrero o por lo menos un tocado con una base de 10 centímetros.
Los “fascinadores” —pequeños adornos adheridos a una diadema— están prohibidos, al igual que las blusas sin tirantes, de un solo hombro o de cuello halter. Todos los tirantes deben tener al menos una pulgada de ancho.
De igual forma, se exige a los hombres que usen chaleco, corbata y sombrero de copa.
En comparación, el Recinto Silver Ring —que ofrece boletos por 45 dólares diarios— solo requiere que los asistentes usen prendas elegantes y les recuerda que “bajo ninguna circunstancia se permite que muestren el pecho”.
Una tradición magnífica
El Recinto Real data de la década de 1820 y originalmente era un palco de dos pisos que el rey Jorge IV mandó construir. Solo quienes recibían una invitación personal de Su Alteza podían echar un vistazo.
Tal era la exclusividad del recinto que no fue sino hasta 1955 que se permitió que las personas divorciadas entraran.
“Su encanto es que está asentado en la historia”, dijo Smith. “Empezó como un asunto muy privado para la familia real: básicamente era un palco individual con un jardín desde donde observar la carrera”.
“Hoy es más que una sola entidad: hay gradas, carpas, palcos privados. Probablemente verán allí a la reina. Su Majestad tiene su propio recinto oficial para invitados”.
¿Qué habría pensado la reina del arranque de Hepburn? Solo podemos adivinar que a Su Alteza no le habría parecido divertido.