Autoridades se contradicen sobre el nivel del daño que sufrió El Caballito
El rostro de Carlos IV, las patas del caballo que monta y las ropas del monarca inmortalizado en la escultura conocida como El Caballito dan muestras en estos días de que algo no está bien con el monumento del siglo XVIII, según las autoridades encargadas de su resguardo.
Tanto el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), como el Gobierno del Distrito Federal (GDF), reconocieron este martes que el monumento ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México sufrió daños a causa de una restauración fallida, aunque se contradicen sobre la gravedad de los mismos.
Manchas “color rosa salmón”, “rojo tornasol” y “verde pulverulento” reflejan el daño "irreparable" sufrido en 50% del monumento debido a que la empresa Marina, Restauración de Monumentos usó ácido nítrico para limpiarlo pese a que esta sustancia se dejó de usar para estos trabajos desde 1950 por su efecto corrosivo, de acuerdo con un dictamen elaborado por el INAH y dado a conocer el martes.
Pero el Fidecomiso Centro Histórico de la Ciudad de México y la Autoridad del Centro Histórico, organismos encargados de la restauración del monumento, ofrecieron una versión diferente.
“Los especialistas del Instituto (INAH) han concluido que todos los deterioros pueden ser corregidos”, señala un comunicado firmado por el director del Fideicomiso, Inti Muñoz Santini, y la responsable de la Autoridad del Centro Histórico, Alejandra Moreno Toscano, emitido horas después del dictamen del INAH.
Moreno Toscano, declaró este miércoles en rueda de prensa que los daños a la escultura tienen remedio.
"La escultura como tal no tuvo ninguna afectación", dijo y explicó que el monumento se compone de tres partes, la escultura, la pátina y el basamento.
“Tenemos que en una parte, la pátina, es irreversible recuperarla, pero se puede restablecer una (nueva) pátina, que es lo que va a hacer el INAH”, dijo Moreno Toscano. "El Caballito se va a recuperar en óptimas condiciones", añadió.
La pátina es un barniz que se forma en el bronce por la acción de la humedad como un tono obtenido de forma artificial para dar un aspecto de antiguo a un objeto.
El secretario de Gobierno del Distrito Federal, Héctor Serrano, adelantó en la rueda de prensa conjunta con Moreno Toscano que "la empresa (que efectuó la restauración) actuó sin contrato" y que por lo tanto "no debía haber iniciado nigún tipo de obra".
El INAH sostiene que Arturo Javier Marina Othón, responsable de Marina, Restauración de Monumentos, fue "presuntamente contratado por funcionarios del Centro Histórico de la Ciudad de México".
El Instituto suspendió las obras de restauración en septiembre pasado tras confirmar que la empresa de Marina Othón no tenía autorización para llevar a cabo el trabajo.
“Los documentos presentados por el Fideicomiso del Centro Histórico de la Ciudad de México y por el Sr. Arturo Javier Marina Othón, mediante los cuales se pretendió obtener solicitud de autorización por parte del INAH de manera extemporánea están incompletos“, señala el dictamen del instituto.
Hasta el momento, Marina Othón no ha dado ninguna postura sobre su contratación para la restauración de El Caballito.
El INAH señaló en su dictamen que, al intervenir el monumento sin su autorización, Marina Othon violó la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos.
El Gobierno del Distrito Federal presentó este miércoles una denuncia por daños contra quien resulte responsable ante la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), mientras que la Contraloría capitalina investiga si algún funcionario del gobierno local incurrió en irregularidades al ordenar la restauración, informó Serrano Cortés.
Por la noche, la Procuraduría informó que ya había recibido la denuncia por parte de la Dirección General de Administración de la Secretaría de Gobierno para que se investigue el caso.
El INAH calcula que el costo de los daños ocasionados a El Caballito asciende a un millón 415,723 pesos, aunque sostiene que “el valor cultural del monumento histórico es incalculable”.
Manuel Tolsá, autor de El Cabillito, fue un arquitecto y escultor neoclásico originario de España. El rey de España lo envió a la Nueva España en 1791 para ser docente de Escultura en la Academia de San Carlos. Su influencia llevó a que el estilo neoclásico se conozca en México como estilo Tolsá, de acuerdo con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
El Caballito es una de sus obras más sobresalientes junto con las tres Virtudes Teologales que coronan el cubo del reloj de la Catedral Metropolitana, de acuerdo con la especialista Elisa García Barragán, citada por el Conaculta.
La escultura ha sido testigo de diversos capítulos de la historia del país. El día que se develó su primera versión (hecha de madera y estuco) el 9 de diciembre de 1976 en el Zócalo capitalino, el virrey y su corte arrojaron desde los balcones del Palacio 3,000 medallas conmemorativas de plata y bronce.
Más tarde, Victoriano Huerta quiso fundirla pero finalmente desistió. En 1852 fue traslada al Paseo de Bucareli, donde permaneció 127 años, hasta que en 1979 fue trasladada a la Plaza Tolsá, frente al Palacio de Minería, de acuerdo con Conaculta.