Violencia, pilar histórico de la economía moderna: experto
La primera etapa del capitalismo no tuvo como base al trabajador asalariado, el mercado o el contrato, sino al esclavo, la violencia, y la coerción física, dice el investigador y profesor de Historia en Harvard, Sven Beckert.
A diferencia de otros teóricos -que adjudican el crecimiento europeo a las creencias religiosas más racionales de los europeos, a la Ilustración o a la creación de instituciones benignas, como el Banco de Inglaterra-, Beckert demuestra cómo los europeos combinaron el poder del capital y del Estado para forjar, de manera violenta, un sistema de producción global que empapó a todas las industrias del mundo moderno.
En su libro Empire of Cotton: A Global History (Imperio de algodón: Una historia global), el académico utiliza la industria del algodón para entender la economía moderna y desarrolla el concepto 'capitalismo de guerra'.
Lo llama así por todos sus elementos clave: la esclavitud, la expropiación de tierra a los pueblos indígenas, la expansión imperial, el comercio a punta de las armas y la afirmación de la soberanía sobre las personas y la tierra.
Los algodoneros del siglo XIX no inventaron nada de esto. El profesor de Harvard retrocede en el tiempo, al siglo XVI, antes de las máquinas y las fábricas. Apoya su argumento en la violenta expropiación de la tierra en África y América.
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Leer a Beckert invita a los lectores a cuestionarse: ¿Qué son capaces de hacer las personas con tal de obtener lo que necesitan para subsistir?, ¿qué tanto han cambiado las prácticas industriales actuales con respecto a las de hace 200 años?, o ¿qué hay detrás del control de precios en los mercados internacionales?
El autor no pretende ofrecer respuesta a estas preguntas desde la teoría económica. Su trabajo es el de un historiador que narra la historia de la globalización a través de las voces de sus protagonistas. Ellos, que construyeron el sistema capitalista, y “transformaron el campo en una telaraña global de agricultura, comercio y producción industrial”, dice Beckert.
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La lectura del libro permite cuestionar las teorías que hasta hoy se ofrecen para explicar el desarrollo económico de Europa occidental en el siglo XIX y la desigualdad que dejó a su paso.
Sin obreros no hay industrias
Cada era tiene una materia prima predilecta. En el siglo XVIII fue el azúcar, en el XIX, el algodón, y en el XX, el petróleo. Estos productos impactaron la economía de diferentes maneras.
Todos tienen en común la explotación, casi siempre injusta, de los trabajadores. La lección que tanto empresarios como gobernantes pueden aprender -pero que en el caso del algodón resulta más evidente- es que aunque sea posible encontrar y producir algo en muchas partes del mundo, la mano de obra no es tan fácil de obtener como se cree.
Esto ocurre en cualquier industria, explica Beckert: si no tienes a las personas que hagan el trabajo, no importa cuántos recursos económicos o naturales tengas.
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El doble fondo de una historia
¿Por qué dedicar 640 páginas para escribir sobre el algodón y no del azúcar o el arroz? Beckert responde que, a diferencia de otras materias primas, el algodón tiene dos etapas intensivas en trabajo: una en los campos de cultivo y otra en las fábricas.
Sólo el algodón podía crear nuevos mercados para las manufacturas europeas, y, a la vez, generar una explosión de trabajo esclavo en América y de trabajo asalariado en Europa, explica el autor.
El académico cuenta cómo en la Edad Media, el algodón llegaba a Europa en camellos y luego en barcos por el Mediterráneo.
Para el siglo XVIII, los mercaderes europeos ya habían expropiado la técnica de manufactura de algodón de India y diseñado un brillante esquema de separación de mercados. Realizaban trueque de telas por esclavos en África, producían fibra con el sudor africano en América, elaboraban manufacturas de algodón en Manchester y las vendían en Europa, América y Asia.
Esa nueva era global, “es un paso revolucionario desde el pasado, que permite la transformación continua del capitalismo”, concluye Beckert.
Tejiendo la globalización
Seguramente el lector volteará su camiseta de algodón de marca europea y leerá Made in Cambodia en la etiqueta. Quizá algunos piensen en los obreros que aun en el siglo XXI -en el que se supone está abolida la esclavitud- trabajan hacinados en edificios que colapsan y con salarios con los que no podrían comprar una camiseta de algodón en El Palacio de Hierro .
Mucho se ha escrito sobre el algodón, pero no es común leer cómo se conectan sus historias nacionales con la globalización para entender la economía mundial actual.
Es de esta manera que Beckert remueve el velo del algodón y del capitalismo y nos deja ver el origen de su fortaleza: la violencia, el poder y la ideología.
Y ¿qué es el velo?: “Es la esclavitud ejercida por la sociedad económica misma -escribió Robert Heilbroner en su libro Behind the Veil of Economics (Detrás del velo de la economía)-, una esclavitud entre cuyos muchos efectos profundos está la dificultad de definir nuestra existencia social con lo que tenemos la familiaridad más íntima”.
(Adaptación del texto “Detrás del velo del algodón”, de Carlos Valderrama Becerra, presidente de la Fundación País Futuro, en Colombia y ex economista en jefe del International Cotton Advisory Committee)