Toronto: una arquitectura con vocación futurista

El Distrito Financiero de la ciudad canadiense tiene congruencia e historia. Su arquitectura da testimonio de un país con visión a futuro.

Adentrarse en el Distrito Financiero de Toronto es un viaje en el tiempo que ayuda a comprender la vida económica de Canadá. El estilo, los materiales y las influencias de sus rascacielos explican el curioso compromiso de esta ciudad con el futuro.

El olor fresco del lago Ontario flota sobre los peatones convertido en la sábana que separa la metrópoli de las aves; ése es el lugar reservado para los edificios, el punto medio que conecta con el cielo. Aquí nada es coincidencia y todo fue perfectamente planeado.

Al llegar al Distrito Financiero, la mirada de los visitantes se enfoca en una estructura que parece una nave espacial, al final de Bay Street y Queen Street West. En realidad es una cúpula que descansa entre dos torres de concreto que la protegen como un caparazón futurista.

“Se trata del edificio Viljo Revell”, dice Daniel, un guía de turistas. “Se inauguró en 1965 cuando alrededor sólo había tres o cuatro edificios; aquí empezó una nueva era en Toronto”.

Viljo Revell es un arquitecto finlandés que también construyó el City Hall.

Bay Street es el equivalente canadiense de Wall Street hasta el Bay Adelaide Center, el skyline del distrito financiero de la ciudad con 51 niveles levantados por WZMH, el despacho responsable de la CN Tower. Ésta es la primera torre de un complejo que tendrá tres edificios.

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Detrás, sobre la pequeña Temperance Street, el Cloud Gardens Park es un regalo que los desarrolladores del Bay Adelaide hicieron a los habitantes del barrio y que, con el monumento diseñado por Margaret Priest, rinde tributo a los inmigrantes italianos que se dedicaron a la construcción.

Más adelante está la Trump Tower, la segunda más alta del país, hacia el Toronto Dominion Centre. Ésta es una plaza imponente por la altura y elegancia de los edificios que la rodean, que forman un marco majestuoso para la CN Tower a la distancia.

La torre fue construida en 1967 por el arquitecto alemán Ludwig Mies van der Rohe. El proyecto comprende la TD Bank Tower, la antigua Royal Trust Tower y el pabellón bancario.

Para Daniel, nuestro guía, este espacio es “la habitación más bella en esta ciudad”. Su esqueleto de acero rompió descaradamente el límite vertical que apretaba la ciudad. Junto a la Galería de Arte de Berlín, éste fue el último proyecto supervisado personalmente por Mies van der Rohe.

El Distrito Financiero tiene otras construcciones ambiciosas. En la esquina sudeste que une Bay con King Street, flanqueados por Mercurio, el dios de los banqueros, están Commerce Court, levantado entre 1968 y 1972 por I. M. Pei, ganador del Pritzker en 1983, y el despacho Page & Steele, que es la extensión de un edificio art déco que, en 1930, era la construcción más alta de todo el imperio británico.

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También sorprenden el Brookfield Place, de Skidmore Owings & Merrill, rematado por una galería de arcos de cristal de Santiago Calatrava, que dialoga con 12 fachadas del siglo XIX, y la estructura del Bank of Montreal de 1885, que ahora es el Hockey Hall of Fame.

Al salir del pasillo que resume más de 150 años de vida en Toronto por el lado de Young Street, las sombras largas del atardecer comienzan a dibujar los edificios del corazón financiero de Canadá.

Al voltear hacia al norte, donde a unas cuadras comenzó el recorrido, una nave espacial aterrizó hace 50 años anunciando el futuro de la ciudad. Un porvenir sin miedo de convertirse en pasado que planeó su grandeza desde los cimientos, consciente de que algún día nos contaría su historia.