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El mejor hotel de Abu Dabi: Qasr Al Sarab, en medio del desierto

Salvo los beduinos ocasionales que pasan de largo, la única razón por la que alguien viaja hasta aquí es para hospedarse en el hotel, o trabajar en él.
vie 10 marzo 2017 09:44 AM
Una hermosa nada
Una hermosa nada Si pasea por el Pabellón Real del hotel y se encamina al sur solo verá kilómetro tras kilómetro de cambiantes dunas, hasta la polvorienta carretera y valla que marca la frontera de Arabia Saudita. (Foto: Qars Al Sarab/Anantara)

El hotel Qasr Al Sarab tiene todo lo que cabría esperar de un resort de lujo en los Emiratos Árabes Unidos: fastuosas villas, piscinas privadas, restaurantes de primera categoría y un spa totalmente equipado.

Más allá de sus paredes, tiene algo que muy pocos pueden igualar: una hermosa y absoluta nada.

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El Qasr está enclavado en el borde del mundo. O al menos al borde del gran vacío, el llamado Empty Quarter o Rub 'al Khali en árabe, el mayor desierto de arena del planeta.

Si pasea por el Pabellón Real del hotel y se encamina al sur solo verá kilómetro tras kilómetro de cambiantes dunas, hasta la polvorienta carretera y valla que marca la frontera de Arabia Saudita.

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Esa lejanía y el asombroso encanto de esta soledad abrazada por de sol son lo que hacen del Qasr uno de los mejores hoteles de Abu Dabi, un emirato donde sobran los complejos cinco estrellas.

Para la gente que dirige este lejano puesto fronterizo de la civilización presenta un conjunto muy específico de problemas, principalmente, cómo impedir que el lugar sea tragado por el desierto. Y cómo no dañar el medio ambiente que lo hace tan especial.

Deslumbrante espejismo

El Qasr Al Sarab fue originalmente concebido como un refugio del ajetreo de las ciudades de rápido crecimiento de los Emiratos Árabes Unidos, donde los huéspedes pueden sumergirse en un clásico entorno árabe.

El trabajo comenzó en 2007, una estructura como una fortaleza que se yergue en el borde de las dunas teñidas de magníficos tonos grana y verde por las partículas de hierro y cobre.

El complejo terminado, con 154 habitaciones y 52 villas extendidas en más de 19,000 acres, se alza en el desierto como un espejismo, no sorprende, pues que su nombre signifique eso, "espejismo".

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Aunque nadie ha confundido el resort con un espejismo en los ocho años desde su apertura, dice Amer Braik, que dirige las operaciones ambientales y culturales del Qasr.

Por supuesto que no. Salvo los beduinos ocasionales que pasan de largo, la única razón por la que alguien viaja hasta aquí es para hospedarse en el hotel, o trabajar en él.

A menos que los huéspedes tengan acceso a un helicóptero (el presidente de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Khalifa bin Zayed Al Nahyan, tiene su propia villa aquí), el viaje en auto es de dos horas.

Lo que hace que la llegada, marcada por un puente revestido de faroles y una majestuosa puerta franqueada por torretas, sea más que anticipada.

El núcleo principal del Qasr se asemeja a un palacio del desierto, sobre todo iluminado por la noche. Cuando llega el sol del mediodía, hay pasillos sombreados, zonas verdes y refrescantes canales de agua burbujeante.

Su punto focal es una colección de piscinas esculpidas entre palmeras para evocar un oasis.

También hay varios restaurantes, entre ellos uno diseñado como un campamento beduino donde los comensales descansan en divanes colocados bajo las estrellas mientras un músico tradicional toca en una duna cercana.

Todo muy relajante. Siempre y cuando uno no medite en el esfuerzo invertido para evitar que este lugar sea engullido por el desierto circundante.

Mar de arena

Ese mar de arena justo allende la piscina no se está quieto. Los vientos del norte-sur cambian constantemente y reesculpen el terreno.

Varias veces al año, esas brisas se acumulan en tormentas de arena, con ráfagas de 50 millas por hora que devoran el complejo en nubes espesas. Ahí es cuando la ubicación del Qasr es más desafiante.

El hotel fue diseñado con técnicas de modelado de viento para minimizar los efectos de estas duras condiciones y está bien equipado para solucionarlas.

"Tenemos grandes excavadoras y máquinas que están trabajando constantemente para mover la arena y limpiar algunas áreas", explica Braik.

La maquinaria pesada no puede, sin embargo, ayudar con el trabajo más delicado de retirar la arena no solo de la piscina principal, sino también de las más de 60 piscinas privadas adjuntas a las villas individuales.

También se tienen que limpiar el césped y los jardines de flores.

Y con todo, este lugar está impecable. A pesar de los estragos del medio ambiente, lleva bien sus ocho años de funcionamiento y todavía lo demandan como locación para sesiones de fotos de lujosas revistas, sin mencionar bodas, lunas de miel y otras escapadas románticas.

No obstante, hay otros problemas. Por ejemplo, ¿dónde encontrar personal para dirigir un hotel en el medio de la nada’.

"El reclutamiento puede ser un reto", admite Braik. Para ayudar en ese tema, hay instalaciones recreativas en la aldea separada donde viven los empleados. También brindan viajes diarios a la ciudad.

"Con los años el nombre del hotel se ha vuelto muy atractivo en el mercado para venir a trabajar aquí", añade.

Misteriosa niebla

La constante lucha con el desierto no impide que el Qasr se esfuerce por protegerlo, algo especialmente importante en un área que se ha designado como reserva natural protegida.

El agua se recicla o bombea para no impactar los preciosos acuíferos locales. El resort también dirige un programa de reproducción para reintroducir el antílope órix en su hábitat natural.

Los huéspedes del hotel son invitados a disfrutar de estos hermosos alrededores a través de una amplia gama de actividades como paseos en camello, caminatas por el desierto, sandboarding y cetrería.

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Un paseo en bicicleta por la madrugada, cuando las arenas a menudo son bañadas por una misteriosa neblina, ofrece una emocionante oportunidad de adentrarse en las dunas y disfrutar del silencio del desierto.

Un poco más ruidosas, pero no menos estimulantes, son las excursiones por las dunas en los grandes Toyota 4x4 del hotel que culminan con una fiesta de té mientras el sol se esconde en el horizonte.

Los neumáticos del vehículo se desinflan deliberadamente para obtener un mejor agarre, y los experimentados conductores saben cómo evitar quedarse atascados en la arena, ciñéndose a rutas específicas para no molestar a la vida silvestre.

También saben cuándo parar para evitar que un huésped mareado arruine la tapicería. "Sabemos cuando alguien está a punto de vomitar", sonríe un conductor, Shalika. "Siempre nos las arreglamos para frenar a tiempo".

Braik comenta que algunos huéspedes se sienten intimidados por el desierto más allá de los muros del hotel. "Me preguntan si es peligroso caminar afuera en la arena", añade. "A veces temen que haya escorpiones y serpientes, pero es realmente seguro".

Dicho esto, no es prudente ir demasiado lejos sin un guía.

Como anécdota, el personal del hotel recuerda haber recibido una llamada de celular de un grupo de huéspedes que tuvieron que ser recogidos tras andar en dirección de Arabia Saudita y perderse.

"Nos dijeron, ‘estamos junto a la gran duna de arena’, bueno, mira a tu alrededor. En este lugar, no puedes distinguir una duna de otra”.

Una pura y hermosa nada.

Qasr al Sarab Desert Resort by Antara, 1 Qasr Al Sarab Road, Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos; +971 2 886 2088

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