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La crisis deja desempleo... y estrés

Recuperar la estabilidad emocional después de un año de pérdidas económicas es una tarea difícil; los psicoterapeutas son una opción para sanar los daños mentales para recobrar el optimismo.
dom 25 octubre 2009 06:06 AM
La recesión no sólo afecta monetariamente sino que afecta mentalmente a todos los que trabajan y resienten sus efectos. (Foto: Especial )
ejecutivoestresado (Foto: Especial)

Hace un año el dólar se disparó frente al peso, y ésa fue la señal de que la crisis económica se generalizaba, con su costo en pérdida de empleos, caída en ventas y disminución en el valor de los ahorros familiares.

Tras 365 días de angustias económicas, es de suponer que ya ha sido afectada la estabilidad emocional de los mexicanos, aunque aún no hay estudios sobre los efectos de esta crisis en la salud mental de los mexicanos.

“Me encantaría saberlo”, dice Susana Velasco, presidenta de la Sociedad Psicoanalítica de México. “Hasta en la persona más normal un impacto traumático como el de esta crisis lo lleva a enfrentar un duelo, ya sea por la pérdida de trabajo o por la desesperanza del futuro”.

El diagnóstico es muy similar: o se vive una situación real o se está con gran temor por lo que le sucede o se ve en las noticias. “Parece que es un estilo de dar las noticias más alarmantes”, comenta Enrique González Ruelas, psicoterapeuta con especialidad en terapia cognitiva conductual.

Los mensajes alarmistas activan en el organismo mecanismos biológicos que le permiten ponerse a salvo de situaciones peligrosas. Estos mecanismos se activan “si permanecemos con esa alarma encendida, el cuerpo empieza a resentirlo”.

Este tipo de situaciones llevan a que la gente caiga en depresión. “Puede estar en situaciones de irritabilidad y de ansiedad”, afirma Marcelo Valencia, investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría. “La mitad de los pacientes acuden con problemas relacionados con estrés y ansiedad”. 

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Velasco señala que la ansiedad y la depresión han aumentado en los últimos cinco años. “La imposición de la idea de que todo se tiene que conseguir ha llevado a la gente a conseguir las cosas a costa de lo que sea, así que no sólo se siente derrotada por una crisis”. 

Los síntomas de los efectos de la crisis económica podrían ser rigidez muscular, sudoración o hipertensión arterial. Esto puede llevar a la persona a una sensación de agotamiento físico. Los psicoterapeutas dicen tener la respuesta para ayudar a los pacientes a salir de esa alarma y encontrar nuevas maneras de enfrentar los problemas económicos.

Una complicación puede ser el costo. “En mi caso, como en el de algunos colegas, el costo de la consulta es alto para el país”, reconoce el psicoterapeuta Mario Zumaya. Una sesión puede empezar en 400 pesos, y llegar a 2,500, independientemente del tipo de terapia que se escoja.

En realidad depende del terapeuta, de la ciudad y la zona en la que esté. Los precios más altos están en el Distrito Fedetal, Guadalajara, Monterrey y Tijuana.

La terapia cognitivo-conductual, enfocada a objetivos concretos, recomienda un tratamiento de cuatro o cinco meses, con cuando menos una sesión semanal. El total puede llegar a unos 20,000 pesos.

La buena noticia es que las terapias están en oferta. Porque los profesionales de la psicograficonuevo.jpglogía han notado que también ha caído la demanda de sus servicios y ahora ofrecen algunas rebajas en las sesiones. “Ha habido una disminución en la consulta, como de 20% respecto al año pasado”, dice Zumaya. Una sesión de 600 pesos, ahora se puede encontrar en 350.

Algunas instituciones, como la Sociedad Psicoanalítica de México o la Universidad Gestalt, han abierto programas para atender a personas de pocos recursos, con costos de cerca de 200 pesos la sesión.

También se pueden pedir sesiones por teléfono o por correo electrónico, o recortar el número de visitas semanales, para reducir los costos.

Los psicoterapeutas creen que la crisis tiene manifestaciones emocionales, que pueden llevar a paralizar al individuo a la hora de tomar decisiones.

Pero es difícil reconocer que son las emociones –y no el mundo externo– las que impiden avanzar y superar la crisis. “En todo el mundo occidental las emociones se consideran de segunda categoría”, dice Zumaya.

Alejandro Herrera, de 34 años,  es un taxista que quisiera encontrar un empleo como técnico en informática, como el que tuvo hace tres años en la Delegación Tlalpan de la Ciudad de México.

Con ese empleo ganaba 8,000 pesos mensuales en jornadas de ocho horas diarias. Cuando cambió la administración de la ciudad, perdió ese empleo y buscó algo similar durante año y medio, viviendo de trabajos aislados.

Cuando se resignó, volvió al taxi, un oficio que ya había practicado antes. Pero todo el proceso afectó la relación con su esposa, además de que lo llevó a endeudarse para comprar un nuevo auto y conseguir placas oficiales. Ahora está separado, vive en casa de sus padres y entiende que su hija, de 10 años, tendrá que sufrir las consecuencias emocionales.

“Llega un momento en que no sabes qué hacer y eso no lo puedes compartir con la familia… debes poner la carita sonriente”, dice Herrera.

La estrategia no le funcionó, porque de todos modos tuvo pleitos con su familia política, a la que no le contaba que estaba buscando empleo, para no preocuparlos. “Uno no se pone a decirle a la gente que vas para acá y te dan una patada y vas a otro lugar y también te regresan. Es algo que no quería compartir en la casa. Por amor propio”.

¿Buscaría apoyo psicológico para resolver los problemas que se generaron en su casa? “Sé que la necesito, pero le doy prioridad al dentista”, responde Herrera.

Puede ser más costoso esperar, argumenta Susana Velasco, de la Sociedad Psicoanalítica. “Si me siento que ya no puedo más”, es entonces cuando hay que buscar ayuda.

Hay una paradoja: sólo piden ayuda los que están ‘despiertos’, dice Adrián Salama, psicoterapeuta de la Universidad Gestalt. “Quien lea esta revista ya está consciente de que necesita prepararse y obtener más información para hacer cosas nuevas”.

El problema, diagnostica, es que los mexicanos en general están ‘adormecidos’. Agrega que entre sus conocidos y pacientes escucha con frecuencia la frase “al fin que siempre hemos vivido en crisis”, que denota una actitud de que ya no hay nada qué hacer para superar esta nueva versión.

La inversión en el tratamiento tendría que dar frutos en que se eliminan los pensamientos catastrofistas. Si alguien promete felicidad, seguro no es un terapeuta. Lo que puede proporcionar la terapia es una serie de herramientas que permiten entender la situación y disminuir el sufrimiento innecesario.

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