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El Ejército, en la mira... de las Pymes

Las compras de las fuerzas armadas de México subieron 60% con la guerra contra el crimen organizado; unos 700 proveedores se han beneficiado del aumento de las operaciones contra el narcotráfico.
mar 17 noviembre 2009 06:00 AM
Las fuerzas armadas se han convertido en una de las áreas más atractivas para las empresas que le venden al Gobierno. (Foto: Mauricio Palos)
Ejército (Foto: Mauricio Palos)

Durante tres días del mes de agosto 10,000 empresarios se reunieron en un centro de exposiciones ubicado en el poniente de la Ciudad de México. Ninguna cámara de comercio o de industriales organizó el evento. Ningún gurú de los negocios ofreció recetas para hacerse millonario. El convocante era el principal comprador de México: el Gobierno federal, que a través de Expo Compras Gobierno quiso enseñarle a los asistentes, la mayoría ejecutivos de pequeñas y medianas empresas (pymes), cómo venderle sus productos y servicios.

“Uno de los stands más visitados de la Expo fue el de la Secretaría de la Defensa Nacional”, recuerda el coronel David Sandoval Mota, quien está a cargo del abastecimiento de la institución. Hasta cierto punto, esto era previsible. Desde que Calderón llegó al Gobierno, el presupuesto de las fuerzas armadas se incrementó casi 50% en términos reales, el cual este año sumó 59,700 millones de pesos (MDP). Dos terceras partes de este gasto lo ejerce Sedena, y el resto la Secretaría de la Marina (Semar).

El contexto de este incremento es una compleja transformación de las fuerzas armadas. Las instituciones que las componen deben modernizar su equipo al mismo tiempo que cumplen la orden del presidente Felipe Calderón de controlar la violencia, asociada al narco y al crimen organizado.

Históricamente, 80% de lo que gastan se destina al pago de salarios y prestaciones. Cuando el presidente Calderón decidió que el Ejército saliera a la calle, aumentó el ingreso de sus integrantes, sobre todo de los niveles más bajos.

En el caso del soldado básico, cuando se inició la administración, su salario mensual era de unos 3,500 pesos; en la actualidad son 6,000 pesos. “Esto ha influido directamente en la moral del personal en forma muy positiva”, dice el general de Brigada Augusto Moisés García Ochoa, director general de Administración de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Los nuevos retos logísticos

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La actual movilización militar es la más grande en las últimas dos décadas. Incluye operaciones contra el narcotráfico, la logística y las necesidades alimenticias de cerca de 45,000 hombres o una cuarta parte de los 180,000 efectivos que tiene en total el Ejército. El único antecedente comparable a este movimiento es el que respondió al levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, a principios de 1994.

La mayor parte del presupuesto se destina a los salarios, pero cada año ha aumentado el monto que dedica el Ejército a la compra de materiales e insumos. La logística asociada al desplazamiento militar, la compra de equipo más apto para el tipo de guerra actual y el ritmo de su desgaste están modificando los patrones habituales de compra. Las empresas locales más pequeñas y las grandes multinacionales son proveedores que hoy garantizan el funcionamiento de la máquina en todo el territorio.

Las compras de las fuerzas armadas crecieron 60% en términos reales desde que Calderón llegó al Gobierno y decidió que el Ejército y la Marina enfrentaran el crimen organizado.

En el gasto corriente, los rubros más importantes después de los salarios son el mantenimiento y los gastos de operación, incluyendo la compra de combustible. Los aviones y los helicópteros deben hacer su chequeo cada cierto número de horas y cambiar determinadas piezas por mandato del fabricante. “Si un helicóptero volaba normalmente 100 horas cada tres meses, a lo mejor ahorita vuela 100 horas cada mes, lo que incrementa su mantenimiento”, dice García Ochoa.

Otras áreas, a pesar de la guerra, se mantienen intactas, como la manutención de la tropa fuera del cuartel. “No cambia y esto podría resultar sorprendente”, agrega el general.

Cada integrante tiene asignados 30 pesos diarios para alimentos, no importa si está en un cuartel en el DF o en un retén de Michoacán. “Las raciones siguen siendo las mismas; y los encargados de la alimentación adquieren los alimentos en la misma región o cerca del lugar donde están las tropas”.

Se da el caso que el traslado de militares a un poblado de menor tamaño puede activar en parte la economía local. “Imaginen que en un pueblo pequeño de 1,000 personas, de repente llegan 5,000”, dice Sandoval. Eso sí, nunca pagan hotel; la tropa duerme en instalaciones militares o en carpas.

“El reto principal es para los propios comandantes, porque son responsables de llevar a cabo toda la parte de movimiento, de transporte, de prever logísticamente los abastecimientos más inmediatos, como es el alimento, la gasolina”, dice García Ochoa.

En cuestión de uniformes, tampoco hay cambios. A cada soldado se le dan dos por año, aun ahora que están en combate. Las tareas cotidianas, como el lavado de uniformes, lo hace cada soldado. “A veces la misma gente compra su jabón, y si está cerca de un río, ahí lo lavan, y ellos mismos se planchan. Es decir, ellos mismos resuelven su logística y los mismos comandantes orientan para que la gente vaya resolviendo este tipo de situaciones”, dice el general.

Tampoco hay un impacto financiero porque aumentó el riesgo de cada integrante de estas instituciones. Cada uno tiene una cobertura en caso de muerte: 100,000 pesos.

Nuevas oportunidades

Para los casos en los que sí aumentó la demanda, las fuerzas armadas desarrollaron un sistema en el que confluyen tanto las propias empresas militares como un cúmulo de compañías privadas, nacionales e internacionales.

Según el listado de proveedores de las Secretarías de Defensa Nacional y de Marina, la mayor parte de las empresas nacionales están prestando servicios importantes para el mantenimiento del equipo militar, insumos de las tropas y, en algunos casos, para abastecer de partes mecánicas y eléctricas la producción del armamento mexicano.

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Estos proveedores se han beneficiado del aumento de las operaciones contra el narcotráfico, cuyo desarrollo exige más mantenimiento, refacciones, remplazo de piezas, papelería de oficina y sustitución de vehículos terrestres.

“Tenemos un padrón aproximado de 6,000 empresas de las cuales, en promedio las que son frecuentes en su operación con la Defensa, son 700”, dice Sandoval. “En su gran mayoría, son pequeñas y medianas empresas”.

Las pymes proveen actualmente una quinta parte de las compras de Gobierno, pero el presidente Felipe Calderón quiere que en los siguientes años esta importancia aumente al doble. Y esta oportunidad crece aún más si se considera que este ‘cliente’ tiene una capacidad de compra de unos 680,000 MDP al año, equivalente a 6% del PIB.

A nuevos enemigos, nuevas fórmulas. Para cumplir la misión contra las bandas criminales, el Ejército ha comprado artículos que no son de uso militar, sino policial. Por ejemplo, este año compró 360 camionetas pick-up de doble cabina tipo Cheyenne y 1,689 camionetas más de cabina regular.

“La Hummer, que es el vehículo tradicional de la institución, es más lenta; es un vehículo de características militares más pesado, que tiene otros fines. En autopistas, carreteras, ciudades, esta camioneta nos ha sido muy útil para las tropas; es más versátil, da más movilidad, más velocidad, y nos permite cumplir mejor con la misión”, dice García Ochoa.

Estos vehículos se han utilizado en las “operaciones de alto impacto” contra el narcotráfico en Tamaulipas, Nuevo León y Chihuahua y otros estados del país donde existe actividad criminal de grandes dimensiones. Según la propia Sedena, la empresa Milenio Motors, ubicada en Zapopan, Jalisco, vendió las camionetas en dos contratos distintos por un precio total de 567.1 MDP.

Otro caso es la compra de 120 aparatos GT200 que detectan diversas sustancias como drogas y explosivos, a una distancia segura. El artefacto puede registrar drogas en el cuerpo del consumidor hasta una o dos semanas después del último consumo. Los provee la firma inglesa Global Technical, y el precio en el mercado es de 30,000 dólares cada uno.

Los contratos de ese tamaño son la excepción, y dependen de la rama militar que ofrezca el negocio. Por ejemplo, el contrato más alto que ha logrado un privado con la Dirección General de Fábricas de Vestuario y Equipo en lo que va de la actual administración alcanzó, según los datos oficiales, una cifra de poco más de 71 MDP. El contrato fue logrado por adjudicación directa a la empresa Syl Textil.

Entecresins México, una productora de material homopolímero nucleado de polipropileno, un producto que sirve para la elaboración de cartuchos y municiones, logró por invitación un contrato por 23.5 MDP en octubre de 2008. Ése fue el contrato más alto logrado con la Dirección General de la Industria Militar en lo que va del sexenio.

Polímeros Sintéticos, fabricante de un insumo que sirve de base para preparar pinturas, tiene el mérito de ser la única firma mexicana en ganar un contrato por licitación pública nacional con la Dirección Nacional de la Industria Militar. Polímeros Sintéticos espera que la relación con el Ejército sea de largo plazo. “Es muy buen cliente, muy cumplido en sus pagos y estrictos en la calidad del producto”, dice Juan Durán, su gerente administrativo. “Mientras nosotros sigamos cumpliendo con la calidad del producto esperamos que esta relación continúe”.

En 2006, Polímeros Sintéticos comenzó a entrar en los concursos de licitaciones que lanzaba la Sedena y fue así como la empresa comenzó a ser uno de sus proveedores, cuenta Durán. Aproximadamente cada seis meses consiguen un nuevo contrato con Sedena. Para Polímeros, éste es un buen negocio, pues los volúmenes de compra del Ejército han aumentado 20%. Este mes podría salir otra licitación en la cual se espera un volumen de compra aún más alto. Los contratos de la Sedena representan 6% de sus ventas.

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Negocios internacionales

Además de las necesidades satisfechas con recursos nacionales, los militares mexicanos han tenido que recurrir a compañías extranjeras productoras de armamento pesado. Ahí es donde las empresas ven la posibilidad de lograr los contratos más importantes con las secretarías de Defensa Nacional y Marina-Armada de México.

Ésa es la visión que ha animado a empresas internacionales dedicadas a la producción y exportación de armamento. Eurocopter, la empresa franco-germana-española, que vendió a principio de este año seis helicópteros Cougar EC725 a la Fuerza Aérea Mexicana, considera que el nuevo contrato con México le permitirá consolidar su presencia en América Latina.

“La nueva orden, la primera en ser emitida por la Secretaría de la Defensa Nacional, reforzará la presencia de esta empresa manufacturera europea en México”, dijo un comunicado de Eurocopter emitido en París. “Cerca de 350 helicópteros de la firma están en servicio en la región y la participación del grupo en el mercado (de aeronaves de ala rotatoria) ha progresado sistemáticamente hasta lograr más de 50%”.

Eurocopter y otras empresas como Harris Corporation, que produce los equipos de radiocomunicación táctica Falcón II que usan las fuerzas especiales mexicanas, han establecido filiales en México como una manera de aumentar su presencia en el mercado latinoamericano. Eso ha posibilitado ofrecer ventajas logísticas y contraprestaciones que han resultado atractivas para las fuerzas armadas.

“La industria europea de helicópteros se ha convertido hoy en el líder mundial, en parte por estar aportando soluciones y tecnologías más modernas”, opina Ángel Macho, director general de Infodefensa, la revista española especializada en la industria militar.

“Creo que empresas como Eurocopter, o firmas navales europeas como Navantia, ofrecen mejores soluciones de cooperación industrial y financiación, y ofrecen productos más adaptados a las necesidades concretas del cliente que, por ejemplo, las empresas estadounidenses”, dice Macho.

En los últimos 15 años hasta 2008, México ha comprado diferentes sistemas de armas a Estados Unidos (994 millones de dólares), Rusia (256 MDD), Israel (210 MDD), Ucrania (59 MDD), Bélgica (58 MDD) y Brasil (36 MDD), según cifras del Instituto de Investigaciones para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI, por sus siglas en inglés).

La inversión en esas compras militares al extranjero han acumulado un total de 1,721 mdd, según el SIPRI. La mayor parte de esas compras han sido aeronaves (835 mdd) y navíos (629 mdd), sensores (84 mdd), motores (62 mdd) y vehículos blindados (62 mdd).

Aunque expertos estadounidenses en logística militar recomiendan limitar la diversidad de los sistemas de armas adquiridos, los militares mexicanos consideran que esa diversidad es un valor que evita la dependencia exterior de un solo país en materia de armamento.

“Considero que no es sano concentrarse en una sola fuente”, dice Íñigo Guevara, analista del comercio internacional de armas y miembro del Colectivo de Análisis de la Seguridad con Democracia, un grupo civil con sede en la Ciudad de México. “Nuestros proveedores tradicionales han sido Estados Unidos, Europa (Francia, España y Suecia, principalmente) e Israel… En la última década, Rusia ha sido una proveedora de equipo (helicópteros, principalmente) que tiene características diferentes, en términos de ciclo de vida y mantenimiento, al equipo occidental. No quiere decir que esto sea negativo, obedece a otra doctrina de operación”.

Sin embargo, modernizar el equipo militar es una de las tareas más costosas que puede tener un país, sobre todo si sus condiciones económicas son inciertas y si el presupuesto militar es insuficiente.

Guevara afirma que el equipo necesario para llevar a cabo operaciones contra el narcotráfico y movimientos armados es de bajo costo de adquisición comparado con el equipo de guerra convencional que requiere fragatas o aviones de combate supersónicos.

“Los tomadores de decisiones de Sedena y Semar han estado presionados históricamente en gastar lo menos posible, debido a que la adquisición de armamento moderno en América Latina por lo general trae consigo altos costos políticos”, explica.

Durante décadas, los tomadores de decisiones de las fuerzas armadas mexicanas han escuchado la pregunta: ¿cuál es lo mínimo que necesita para operar? “Ésa es una forma imposible de planear la defensa de un país a largo plazo”, dice Guevara.

Estos límites están claros en la Sedena. “La institución se ajusta al presupuesto que la nación le da, ésa es una parte fundamental. Es una institución que históricamente está sujeta, y nuestro presupuesto, el que nos dé la nación, lo empleamos de tal manera que permita cumplir con las misiones que tiene la institución, sin erogar un centavo más”, dice el general García Ochoa.

De todas formas, el gasto militar mexicano no está determinado por una guerra tradicional como la que vive Estados Unidos en Irak, donde se hace uso de la fuerza aérea, de bombarderos, de artillería y de otros instrumentos de guerra.

“En el caso nuestro ha sido más sencillo, ha sido más de movimiento, ha sido más del uso del armamento orgánico, individual del soldado, no se ha usado algo extra”, afirma el general García. “Entonces de ahí que también resulte en términos económicos diferente a una guerra tradicional que conocemos, en donde avanza un ejército completo y toma una ciudad, y avanza a otro lugar y toma otra ciudad y hay enfrentamientos donde hay cientos de miles de muertos”.

Retos a resolver

Las restricciones de presupuesto, sin embargo, han llegado a afectar la renovación del equipo ligero que fue adquirido en el contexto del alzamiento indígena de enero de 1994 y de la aparición de nuevos movimientos armados a partir de 1996.

En un análisis costo-beneficio para justificar la renovación de la flota de transportes terrestres militares realizado a principios de la administración del presidente Felipe Calderón, el Ejército reportó a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público la situación crítica de sus vehículos:

“En la actualidad, aproximadamente 70% del parque vehicular de esta Secretaría cuenta con más de 10 años de servicio, lo cual es el tiempo de vida útil de éstos, incrementándose de forma considerable los costos para su mantenimiento y reparación, no siendo vehículos confiables para las operaciones militares”.

En un análisis de costo-eficiencia de comunicaciones satelitales en banda C y L, la Sedena explica que sus equipos son de una tecnología muy antigua que ocupa un ancho de banda satelital muy grande y reduce el número de empleados que pueden utilizar el sistema simultáneamente.

“Los equipos de comunicaciones que actualmente son utilizados para cumplir con esta misión son de tecnología antigua, fueron adquiridos a finales de la década de los 80 y no son adecuados para manejar grandes volúmenes de información como actualmente es requerido”, explica otro documento dirigido a Hacienda.

El escrito señala que “en ocasiones existen retrasos en la expedición de información ocasionando transtornos negativos en el correcto cumplimiento de las misiones de los diversos mandos territoriales”.

Resolver estos retos implicaría una nueva política del Estado mexicano que aún no ha sido desarrollada, afirma Íñigo Guevara.

“Continúa una política de necesidad absoluta, es decir, la agenda parece ser sobre las necesidades emergentes de la lucha contra el narco y no una política sobre las necesidades para proporcionar la defensa del país y sus intereses estratégicos en los próximos 20 años”, afirma el experto. “Falta una agencia, unidad u oficina de planeación estratégica, transexenal y presupuestos de defensa verdaderamente multianuales”.

Cuando esto suceda, quizás las fuerzas armadas tendrán entonces una feria a la que inviten exclusivamente a sus propios proveedores.

Con la colaboración de Bárbara Anderson, Cyndi Hernández y Daniela Guazo.

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