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&#34En Chiapas se quieren soluciones a g

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mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

En la tensión permanente que vive Chiapas, particularmente en la llamada zona del conflicto armado, el trabajo pastoral de la Iglesia Católica ha sido objeto de amenazas y de agresiones, sobre todo contra el polémico Samuel Ruiz, obispo de San Cristóbal de las Casas y presidente de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai).

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Sobre esa situación, el obispo coadjutor de esa diócesis, Raúl Vera López, sostiene: “A nosotros, ni a don Samuel ni a nadie de los que trabajamos ahí, tal cosa puede impedirnos seguir adelante en el trabajo evangelizador.”

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Vera, el dominico que le fue asignado al obispo Samuel Ruiz como coadjutor para atenuar su activismo en Chiapas, sorprendió a todos cuando prácticamente se sumó a las posturas de Ruiz. “Me sumé –dice en entrevista con - Expansión– a una acción pastoral en perfecta coherencia con el Concilio Vaticano Segundo y con los documentos de la Iglesia.”

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En un escenario de guerra civil como la que amenaza a Chiapas, los zapatistas estarían de un lado. ¿Quiénes estarían del otro, el ejército y los paramilitares?
Es lo que hemos visto en Centroamérica y se está viendo en Colombia. Desgraciadamente así ha sido, son grupos que se convierten en guerrilleros, cosa que, gracias a Dios, no ha pasado todavía aquí –y esperamos que no pase–, pero si se siguen utilizando los métodos de obligar por la fuerza a aceptar cosas, puede darse el caso de que, al no haber otra manera, se escondan en la montaña y… no estoy deseando esto, por amor de Dios, pero se tiene que asumir políticamente. De lo contrario estamos en riesgo no solamente de crear ahí una situación ahora sí con riesgo de secesión, sino de meter no sólo a Chiapas, sino al pueblo de México en una confrontación demasiado desgastante y falta de toda visión política.

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En la situación actual de confrontación, ¿podría decirse que sólo ha habido asesinatos de una parte, de los paramilitares?
No, no, se sabe que ha habido respuestas, en contados casos, pero ha habido respuestas a los paramilitares.

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Se habló de que, cuando ocurrió la tragedia de Acteal, en el municipio de Chenalhó había habido más muertes de no zapatistas y de antizapatistas que de zapatistas. ¿Es así?
El grupo de Las Abejas, incluidos los 45 asesinados, no son zapatistas, y muchos otros tampoco lo son. Las bases de apoyo que están siendo perseguidas en la zona norte, no son grupos armados, son grupos que simpatizan con la búsqueda de justicia, pero no son grupos armados. Esto es lo que hay que entender. Por eso las muertes de parte de esa gente son muchas más que las de los grupos que sí están armados, de los paramilitares.

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¿Qué dice usted de la expulsión del párroco de Chenalhó?
Cuando cesa la capacidad de raciocinio ocurre esto. Es como un padre de familia que no tiene razones para convencer a sus hijos porque no está llevando las cosas por el cauce justo, y entonces saca el fuete y golpea. En Chiapas se quieren resolver las cosas golpeando y golpeando. Los hermanos de Chenalhó fueron golpeados por los paramilitares y ahora por el Instituto Nacional de Migración. El párroco no es ningún anónimo, tiene un registro como miembro de la asociación religiosa Diócesis de San Cristóbal de las Casas, y el que ni siquiera se le permita a la diócesis una defensa, queda fuera de todo orden y refleja la pérdida de la capacidad de dar razones para actuar como se está actuando. Y eso es muy peligroso y muy delicado.

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¿Cuál es la postura de la Iglesia sobre la autonomía indígena, que es el núcleo del diferendo sobre los Acuerdos de San Andrés?
Siempre lo hemos dicho: esto no es nuevo, a los indígenas se les reconoció incluso en la época colonial. De acuerdo con su cultura, con sus usos y costumbres, de acuerdo con las normas de su vida, perfectamente pueden integrarse, si hay voluntad de hacer esto, dentro de un marco constitucional que no tiene que ser inamovible. Si lo fuera, ya no habría nada que discutir.

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Pero hay quienes rechazan los Acuerdos de San Andrés, argumentando que es una regresión, justamente a la época colonial.
Pues yo creo que hemos evolucionado y nosotros ya no los veríamos en un esquema de dominados y dominadores. Nosotros ya los vemos como hermanos, se trata de asumirlos como iguales reconociéndoles sus características culturales que les dan derecho, por ser iguales a nosotros, a elegir aquello que dentro de sus culturas los hace diferentes.

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Cuando a usted se le nombra coadjutor de Samuel Ruiz, se dice que sería el contrapeso del creciente activismo que se le atribuía a éste. Y bueno, resulta que no solamente no fue contrapeso sino que se sumó a su postura. ¿Cómo ve esto?
Me sumé a la acción pastoral de don Samuel, que está en perfecta coherencia con el Concilio Vaticano Segundo, en perfecta coherencia con lo que los documentos de la Iglesia dicen respecto de la asunción, desde una concepción clara de la dignidad humana, de todo el sufrimiento de un pueblo como es el indígena y de todo lo que la Iglesia tiene que hacer por ese pueblo. Y don Samuel, que empezó con una acción en pro de los más desprotegidos, de ninguna manera ha rechazado la acción pastoral en el campo mestizo y urbano. Que por la situación que vivía la diócesis se haya hecho el trabajo lo más pronto posible con quienes estaban en una situación devastadora, no quiere decir que no se haya trabajado con los hermanos urbanos.

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Ahora bien, el hecho de que los indígenas hayan empezado a organizarse por sí mismos y a conocer desde una evangelización cuál era su dignidad y cuál su papel dentro de la sociedad y que ya no fueran el blanco de la explotación, pues claro que le trajo muchos problemas a la Iglesia de esos años. No todos reaccionaron negativamente, sin embargo. Hubo gente que empezó a entender, y hay gente mestiza que se ha sumado al trabajo evangelizador de la Iglesia.

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¿Vio en La Jornada la advertencia que recibió el ahora expulsado párroco de Chenalhó sobre un posible atentado contra Samuel Ruiz y que ya hay alguien contratado para hacerlo?
Nosotros siempre hemos visto el riesgo de la vida, no solamente don Samuel lo corre en esa diócesis. Pero ¿más riesgo del que padecen los catequistas y toda esta gente que está viviendo del aire? A nosotros, ni a don Samuel ni a nadie de los que trabajamos ahí, tal cosa puede impedirnos seguir adelante en el trabajo evangelizador.

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¿Hay un conflicto religioso grave entre católicos y protestantes?
No. Los pastores lo hemos declarado. El conflicto no es entre nosotros. Cuando la gente se ideologiza y elige caminos contra el evangelio, desde ese momento ya no puede actuar en nombre de su religión. A lo mejor en otro tipo de religiones, pero en el cristianismo nadie puede justificar usar armas y matar. No hay conflicto entre nosotros, todos estamos por la vía dialogada.

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