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&#34Pórtense bien y no saldrán lastima

La oscura política es también sutil y silenciosa.
mar 20 septiembre 2011 02:54 PM

Era un tipo de dos metros de altura y 120 kilos de peso. Trabajó en Buenos Aires, de 1976 a 1978, en la embajada de Estados Unidos y hoy confiesa que llevaba una vida esquizofrénica:

- “Frecuentemente almorzaba con un vicealmirante o con algún miembro de la Marina. Luego, todas las tardes me reunía por lo menos durante dos horas con los padres, las madres y los hermanos de los que la Marina había hecho desaparecer. Y por la noche con mi esposa Jeannie iba a comidas donde todo mundo negaba lo que estaba pasando”.

- Y los dichosos gráficos. Tex Harris dedicaba buena parte de su tiempo a elaborar gráficos sobre personas desaparecidas que obtenía de diversas fuentes. Cuando llegó a la embajada, sólo había una lista de 17 desaparecidos por el régimen militar; cuando fue removido de su puesto dos años después, su lista contenía más de 13,000 casos.

- Nunca se sabe qué pasará con la información. Los gráficos de Tex, donde se mostraba la evolución mes a mes en el número de desaparecidos, eran enviados a Estados Unidos y empezaron a tener consecuencias “políticas”.

- “Los gráficos con el número de desaparecidos servían para tomar decisiones en la relación bilateral. Por ejemplo, si el gráfico mostraba que había una mejora, es decir, una disminución en el número de desapariciones, se aprobaba el envío de nuevos cascos para pilotos de aviones militares”, cuenta.

- No puede saberse cuántas vidas salvaron personajes como Tex Harris pero sin exagerar son héroes casi anónimos del brutal siglo XX (en el que más se ha asesinado y violado la dignidad de los seres humanos por razones “políticas”).

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- Eran personajes detestados por los “duros” que creían que más valía una “diplomacia silenciosa” para no irritar a los militares argentinos, lo que –razonaban estos calculadores– podría causar mayores males. Es el lado oscuro, truculento de la política, que se lleva a cabo en ordenados y confortables despachos.

- En la dictadura argentina, la política mostró la vertiente brutal, descarnada. En otros casos, se trata de estrategias sutiles, envueltas en educadas palabras y si bien no se trata de asesinatos ni de un exterminio de los adversarios, el razonamiento es el mismo: los seres humanos son sólo datos en un gráfico, ventajas o desventajas, herramientas que hay que aprovechar u obstáculos odiosos que deben desaparecer, o al menos no hacer ruido, estarse, como los muertos: “calladitos, sin querer tener razón”.

- Toda proporción guardada, hay quien aconseja cerrar los ojos frente a las “irregularidades” del sistema político. Toda proporción guardada, la propaganda de los partidarios del status quo  en México se traduce en una amable petición: “Hagan lo que se les dice y nadie saldrá lastimado”.

- “Si votan por otro partido habrá desorden y violencia”; “¿Se imaginan si la oposición llega al poder lo que pasaría con las prestaciones que ha logrado el sindicato?” “¿Ya se fijaron en todo lo que el partido les ha dado: escuelas, hospitales, despensas, transporte barato?, ¿para qué le mueven?” “Miren, si nos ponemos más exigentes con el gasto público muchos pueden perder su empleo”. “¿Luchar en serio y ya contra la inflación? Mejor vámonos despacito, no vayamos a causar una recesión”.

- Siempre hay “duros” en la política, aunque se envuelvan en la mercadotecnia más refinada. Siempre hay “prudentes” que recomiendan una “diplomacia silenciosa”.

- No se necesita una pistola. Jorge Ibargüengoitia decía,  tras el caso Excélsior en 1976 (cuando Julio Scherer y su equipo dejaron ese periódico ante una maniobra brutal dirigida por el gobierno echeverrista), que eso serviría de ejemplo para futuros periodistas respondones: “Cálmate, acuérdate de lo que le pasó a Scherer”.

- Versión refinada del pan o palo de Don Porfirio. O, según la descripción de Gabriel Zaid: la negociación de buenas voluntades al margen de la ley y de la violencia. La simulación.

- Otra versión de la “diplomacia del silencio”.  Después habrá que pedir perdón (o nuestros descendientes lo harán en nuestro nombre) por habernos  callado y abstenido de hacer fastidiosos gráficos, por habernos doblegado ante la “amable” petición: “Hagan lo que se les dice y nadie saldrá lastimado”. 

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