Casimiro Castro y su taller

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Las litografías de este artista son una ventana que se abre a un pasado de ensueño. En el marco que viene como anillo al dedo del Palacio de Iturbide, en el Centro Histórico capitalino, la obra de Casimiro Castro se ve mejor que en cualquier otra parte. Sus trazos alcanzan sin dificultad los horizontes que enmarcaban a los barrios de ciudades de arraigo rural. La meticulosidad de su dibujo permite apreciar los imponentes paisajes de México a mediados del siglo pasado, un México romántico, cargado de evocaciones y, también, de tramos engorrosos de historia patria, como las invasiones de franceses y estadounidenses.

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La obra de Castro está sembrada en estampas costumbristas, en las que se encuentran naturalmente las diversas clases, pese a sus diferencias étnicas o socioeconómicas, marcadas quizá por el vestuario o la ascendencia gachupina inconfundible; son personajes que nunca contrastan.

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Castro es testigo fiel de los paseantes de la Alameda, los puentes del viejo Coyoacán o de las calles empedradas de Tlalpan... La muestra recoge 204 obras, entre acuarelas y dibujos. Ofrece además, en vitrinas, objetos personales del artista.

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